sábado, 21 de abril de 2012

11-Malentendido.


    Fabricio suspiró mirando hacia el cielo. Evitaba mirar a su mejor amigo y a la chica de cabello negro que lo abrazaba.
    Erica observaba con una sonrisa como su amiga besaba a su novio en el cuello y llevaba sus manos a partes donde quizá no debía llevarlas teniendo en cuenta que estaban en el patio del colegio y todos podían verlos.
    Alex estaba sonrojado y miraba a su alrededor. Pidiéndole a su novia que se detuviera. No tenía ningún problema con lo que le estaba haciendo, pero creía que ese paso querría que la cogiera frente a todos.
    -Tranquila, Pris. Ya tendremos tiempo para eso.
    -Anímate a hacer algo. Olvida que nos miran, amor.
    -Hey, ustedes están más cariñosos que de costumbre-señaló Erica-. Desde aquel día.
    Priscila detuvo lo que estaba haciendo, pero no soltó a su amado.
    -Sí. Me enterneció tanto saber que mi pequeño me ama tanto como yo a él, Eri.
    -Qué lindos se ven. Par de tontos enamorados.
    -¿Qué hay de ti, Erica?-preguntó Alex-. ¿Cuándo conoceremos a tu chica?
    -Sí, queremos conocerla-afirmó Priscila-. Siempre nos hablas de ella y nunca la hemos visto. Empiezo a pensar que es una novia imaginaria o que en realidad no tienes novia y solo vives satisfaciéndote con tus lindos y muy femeninos dedos.
    Erica frunció el ceño y miró a su amiga.
    -¡No seas tonta, Priscila! Para eso prefiero usar un vibrador y lo sabes. Respecto a mi novia, suele estar algo ocupada con sus estudios. Pero me ha dicho que un día se tomará tiempo para que pueda presentárselas.
    -Ella es mayor que nosotros, ¿no? ¿Qué estudia?
    -Medicina. Va a ser una guapa doctorcita.
    Alex notó que su mejor amigo se mantenía ajeno a la conversación.
    -¿Estás bien, Fabri?
    Se notaba que estaba algo distraído.
    -¿Qué has dicho?
    -Te pregunté si estás bien.
    -Ah. Sí. Claro que sí.
    -No parece-comentó Erica-. Pareces algo triste. Ya sé que te animará. ¿Quieres ir al baño a hacer cosas sucias?
    -No es mala idea, pero no es que esté mal porque me haga falta hacer eso.
    -¿Entonces qué pasa?-preguntó Priscila.
    -Me da vergüenza decirlo, pero lo haré porque sino me estarán preguntando todo el día y se van a preocupar por una tontería que anda rondando por mi mente. Es solo que...
    Fabricio se sonrojó.
    -Bueno. ¡No es justo! Ustedes tienen a alguien y yo no. Eso me pone algo mal. Soy el único soltero.
    Erica lo abrazó.
    -¡Qué tierno! El buen Fabri quiere tener a alguien que lo tome de las manos, que le diga te amo, que pase tiempo con él y todo lo demás.
    -No digas eso. Suena tan cursi que da asco.
    -Te ayudaremos con eso-dijo Priscila-. El mejor amigo de mi novio no irá por ahí suspirando con tristeza porque no tiene a alguien. Ya pensaremos en algo.
    Mientras ellos conversaban alguien los observaba de lejos y prestaba especial atención a Fabricio. Sintió que el corazón casi se le detenía cuando veía que esa chica tan atractiva lo abrazaba.
    Suspiró y luego se acomodó sus anteojos.
    -¿Por qué te torturas tanto mirando a ese chico, Vanina?-se preguntó a si misma-. Mírala. Estando con una chica así, ¿crees que podría fijarse en ti? Ya olvídalo.
    Entonces se dio cuenta de que uno de ellos notó que los observaba. Justamente la chica que había abrazado al chico que le interesaba. Sentía su mirada fija sobre ella.
    Se sonrojó al ser descubierta y se alejó caminando. No llegó muy lejos antes de sentir que alguien la detenía agarrandola de un brazo. Al mirar hacia atrás se encontró otra vez con la mirada de aquella bella chica, pero esa vez no solo vio su rostro. Dio una rápida observación a su cuerpo. Inmediatamente después se preguntó por qué lo había hecho.
    -¿Qué quieres de mi? Suéltame.
    -Eso debería preguntártelo yo a ti. Tu eras la que estaba ahí parada mirando.
    -No. Tu no entiendes. Déjame ir.
    -Está bien. Sé lo que quieres. Sigue negándolo, pero a mi no me molesta.
    -No te enojes ni nada. Te juro que no intentaré nada. Lo prometo.
    Erica la soltó y sonrió de forma pervertida.
    Vanina se sonrojó una vez más y se retiró.





    Llegó la hora de la salida.
    Priscila, Alex y Fabricio miraban a Erica, quien parecía estar buscando a alguien entre la multitud de alumnos que habían salido y que salían de aquel colegio.
    La encontró.
    La chica de anteojos se retiraba caminando lentamente.
    -¿Qué haces, Erica?-preguntó Priscila-. ¿Esperas a alguien?
    -Ustedes váyanse sin mi. Recordé que tengo que acosar a alguien. ¡No! ¡Digo! Tengo que hacer algo.
    Al terminar de decir eso se fue corriendo tras esa chica tímida porque ya la estaba perdiendo de vista. No fue directamente hacia ella. Mantuvo una distancia. Como para que no se diera cuenta que la seguía.
    Además aquella chica con anteojos iba acompañada por sus amigas.
    -Por favor-pensó Erica-. Que esas otras chicas desaparezcan de una buena vez. Así no puedo hacer nada.
    Y sucedió.
    Una por una se fueron despidiendo por el camino hasta que Vanina quedó sola y a poca distancia de su casa.
    Fue entonces que decidió actuar.
    -¡Hey! ¡Detente! Quiero hablar contigo.
    -Tu otra vez. ¿Qué quieres?
    -Quiero hablar contigo. ¿Cómo te llamas?
    -Vanina. Ya estamos aquí. Hablemos.
    -Quisiera saber si podría ir contigo a tu casa. Hablar contigo a solas en tu habitación.
    -Ni siquiera te conozco. ¿Por qué crees que te llevaría a mi casa?
    Erica se le acercó. No la tocó. Solo acercó su rostro al de esa chica, pero sin intenciones de besarla. Solo la miró fijamente. Clavó su mirada en ella.
    -Porque quiero hablar contigo. Y no vas a decirme que no. No puedes decirme que no. ¿No es así?
    Vanina se dejó llevar por esas palabras expresadas con un tono de voz que no era amenazante. Sino terriblemente seductor.
    Se alejó de ella sintiendo su cuerpo temblando un poco por los nervios y siguió su camino, pero no sin antes mirar por encima de su hombro a Erica para pedirle que la siguiera. Se preguntó de qué querría hablar con ella. Sabía que si el problema era que ella hubiera estado mirando a Fabricio bastaba con que le dijera que no se metiera con él y nada más.
    Entonces pensó que tal vez había cometido un error. Por ella no había problema, ¿pero qué excusa le daría a su madre para entrar en la casa con una completa desconocida?
    Al llegar a la casa las recibió la madre de Vanina.
    -Bienvenida-le dijo la mujer a Erica-. Y tu eres...
    -Erica. Soy de tercer año. Estoy aquí porque en el colegio encargaron a los próximos egresados a hacer entre todos un trabajo práctico informativo sobre educación sexual y como tenemos que hacer muchas cosas nos dijeron que podíamos solicitar ayuda a alumnos de otros cursos. Espero que no sea ninguna molestia que esté aquí solo por esta tarde.
    -No hay ningún problema. No les molestará que ponga algo de música.
    -Por supuesto que no. La música hace que una tarea monótona sea menos pesada.
    Poco después fueron a la habitación de Vanina, la cual estaba en el segundo piso de la casa.
    La chica de anteojos se sentó sobre su cama e invitó a Erica a sentarse sobre una silla que estaba frente a una mesa que ocupaba una computadora. Vio a la otra observando todo con curiosidad. La observó detenidamente. Por un momento se quedó como hipnotizada mirándola.
    -Esta chica es muy atractiva-pensó-. Tanto que hasta atraería a una chica hetero.
    Inmediatamente apartó su mirada y se regañó a sí misma por pensar tal cosa.
    -Estamos aquí. Como me pediste. Ya dime de qué quieres hablar.
    Erica la miró sonriendo.
    -En realidad vine para que hagamos algo que a ti te gustaría mucho más que conversar conmigo.
    Finalmente fue por ella. Se le acercó y la beso. Puso sus manos sobre los hombros de aquella chica con anteojos y la empujó delicadamente para que quedara recostada sobre la cama.
    Vanina quedó tan sorprendida que no pudo reaccionar. Solo se dejó hacer. Sintió la lengua de la otra acariciando la suya.
    Al terminar el beso Erica le dio una suave mordida al labio inferior de la chica.
    -Tu quieres conmigo, ¿no? Dilo.
    -No es eso. Déjame explicarte.
    -No hables. No hace falta que me expliques nada. Exprésate de otra forma. Con lujuria.
    Erica siguió besándola ignorando completamente sus palabras.
    Vanina trataba de empujarla. Quería quitársela de encima. Poner fin a ese despiadado ataque de besos. Pero no se resistió por mucho tiempo más. La verdad era que esos cálidos labios y esa lengua que invadía su boca la hacían sentir placer. Dejó de luchar y la rodeó con sus brazos. Empezó a corresponderla lo mejor que podía. No tenía mucha experiencia en cuanto a besos además de que aún era virgen.
    No se consideraba bisexual, pero una vez por curiosidad se había quedado mirando en internet videos pornográficos de contenido lesbico. Se había sentido avergonzada porque esas imágenes habían hecho que el calor y la humedad en su entrepierna se hicieran presentes.
    Erica le dio descanso a los labios de la chica de anteojos. Fue hacia su cuello. Se deleitó con el sabor de su piel. Quería ver más.
    -Quitate la ropa-le ordenó con la voz cargada de deseo-. Quiero ver más de ti.
    Vanina se incorporó. Se quitó la chaqueta que formaba parte del uniforme escolar y su camisa. Dejó a la vista un sostén de color blanco que cubría sus pequeños pechos. Se sonrojó cuando la otra se quitó las mismas prendas dejando a las vistas esos pechos que eran notablemente más grandes que los de ella. Soltó una risita nerviosa.
    -Tu tienes mucho. De esas tetas cualquiera puede comer hasta hartarse, pero tu te quedarás con hambre.
    -¿Qué importa que no tengas pechos grandes? Mírate. Eres muy linda. Y esos anteojos te quedan muy bien.
    Erica provocó que se sonrojara con esos halagos. Se le acercó para besarla una vez más. Llevó sus manos a su espalda para desabrocharle el sostén. Se lo quitó e hizo que se recostara nuevamente.
    Vanina sabía cual era su intención. En ese momento ella la besó y luego le permitió recorrerla. Sintió los labios y la lengua de esa chica sobre su cuello, sus hombros. Dejaba escapar de su boca unos leves gemidos. Se estaba dejando llevar por el placer que sentía completamente.
    Poco le importaba que su madre que estaba en el primer piso de la casa pudiera ir a su habitación y descubrirlas o pudiera escuchar los gritos y gemidos de placer que daría cuando la otra llegara más lejos porque había puesto música, pero no a un volumen tan alto.
    Erica se detuvo al estar cerca de sus los pechos de la chica de anteojos. Puso sus manos sobre sus pechos y los acarició, los apretó un poco. Les daba un masaje que hacía que la otra gimiera más fuerte. Acercó su rostro al de ella para besarla en la mejilla.
    -¿Quieres sentir mi lengua sobre tus tetas, amorcito? ¿Quieres?
    Respondió tímidamente moviendo la cabeza.
    Erica lamió apenas con la punta de su lengua el pezón del pecho derecho. Una y otra vez. Lentamente. Poco después lo cubrió completamente con su boca. Disfrutó chapándolo y oyendo los gemidos de esa chica.
    -No importa el tamaño que tengan. Mientras tus tetas sean tan ricas son perfectas. Al menos para mi.
    Al terminar de decir eso siguió con el pecho izquierdo.
    Vanina al principio trataba de morderse los labios. Trataba de que no fuera tan evidente que lo disfrutaba, pero en ese momento ya no podía contenerse. Gemía y le pedía más.
    -Sí. ¡Ay, mi amor! Me gusta tanto. Sigue. ¡Oh!
    Sentía el calor y la humedad en su entrepierna. Llevó su mano debajo de su falda y la metió dentro de su ropa interior. Acarició los labios de su sexo.
    Erica la detuvo. Tomó su mano.
    -Estando yo aquí no tienes por qué hacerlo tu misma.
    Le quitó las últimas prendas que le quedaban. Su falda y sus bragas.
    -Escucha solo quiero pedirte algo.
    -Sí. Dime.
    -Solo no me penetres con tus dedos, ¿si? Te permito cualquier otra cosa que quieras hacer, pero eso no.
    Erica le sonrió. Una sonrisa algo tierna y algo pervertida.
    -Aún eres virgen.
    -Sí. Hay alguien en especial que quiero que me haga eso.
    -Tranquila. No te penetraré. Tu solo relájate y disfruta.
    Vanina abrió sus piernas. Le mostró su sexo cálido y húmedo.
    Erica besó sus muslos. Los rozó con la punta de su lengua. Fue acercándose lentamente a la intimidad de esa chica de anteojos. La miró a los ojos mientras se relamía para que supiera lo que pensaba hacer. Luego la lamió. Con la punta de su lengua acarició su sexo. Fue de abajo hacia arriba. Rozó su clítoris. Probó sus fluidos.
    Una sola lamida que provocó que esa chica virgen gritara de placer.
    Erica siguió adelante. Probando todo su sexo. Apartó sus labios con los dedos de su mano derecha para poder llegar a su interior. Con la otra empezó a masturbarse.
    -¡Ah! ¡Se siente tan rico! ¡No pensé que se sentiría así! ¡Ah! ¡Ah! ¡Hazme acabar!
    Pero no la hizo acabar. Se detuvo.
    Vanina se incorporó. Le costó un poco ya que su cuerpo temblaba por el inmenso placer que había sentido apenas unos segundos atrás. Casi sentía ganas de reclamarle por haberse detenido. Se sorprendió al ver a la otra masturbándose. Esa imagen la excitó.
    -Perdóname. Es que yo también estoy tan caliente.
    Erica se quitó su falda. Y estuvo apunto de quitarse sus bragas.
    -Espera. Dejame quitarte eso.
    -Está bien.
    Vanina le quitó las bragas e inmediatamente después se quedó mirando el sexo de esa chica. Un fuerte impulso la llevó hacia adelante. Sin pensarlo empezó a lamerlo. Con ansias. Como si hubiera estado muriendo de sed y esos fluidos fueran agua fresca.
    -¡Ah! ¡Que bien! ¡No lo haces mal, novata! Pero... ¡Ah! ¡Espera! ¡Ah! ¡Ah!
    -Quiero más. Dame todo tu juguito. Lo quiero todo.
    -Quiero...¡Ahhhhh! Que acabemos juntas.
    La chica de anteojos se detuvo y la miró sintiendo curiosidad.
    .¿Qué quieres hacer?
    -Esto.
    Erica se acomodó. De forma de que sus piernas se entrecruzaran y sus sexos hicieran contacto.
    Vanina recordaba haber visto esa posición en un video.
    Ambas se movieron, haciendo que sus sexos se frotaran uno contra otro. Movimientos algo torpes que se hacían más fluidos a medida que crecía la excitación y el calor en el cuerpo de ambas.
    -¡Ah! ¡Muy bien! ¡Asi, novata! ¡Muévete así! ¡Estás tan caliente!
    La otra no era capaz de articular palabras. Solo gemía. Sentía muy proximo el orgasmo.
    Pronto las dos acabaron dando fuertes gritos y gemidos. Sus fluidos se mezclaban por estar sus sexos en contacto.
    Vanina cayó sobre las sábanas respirando agitadamente.
    Erica se recostó a su lado. Le quitó sus anteojos. La abrazó rodeando su cintura con sus brazos. Hizo que apoyara su cabeza sobre sus pechos.
    Estuvieron así en silencio durante varios minutos.
    -¿Te gustó, niñita?
    La chica de anteojos la miró.
    -Sí, pero quiero aclararte algo. No pensé que llegaríamos hasta este punto para que te lo dijera, pero...
    -Dime. ¿Qué tienes?
    -Es que yo no te estaba mirando a ti hoy. Admito que eres atractiva. Pero yo estaba mirando a tu novio. No a ti.
    -¿Mi novio? Yo tengo novia. No un novio. ¿A quién te refieres?
    -A Fabricio. Mi compañero de clases. Entonces no es tu novio. Pero yo pensé que...
    Vanina se sonrojó.
    -Bueno. Los escuché una vez mientras lo hacían en el baño de chicas.
    -No es mi novio. Solo me divierto con él de vez en cuando. ¿Él te interesa? ¿Es él con quien quieres perder tu virginidad?
    -Sí. Precisamente.
    -Aunque para ser exacta. Digamos que ya no eres completamente virgen. Por lo que acabamos de hacer.
    -No me arrepiento y me gustó, pero... Solo me pregunto como terminé haciendo eso contigo. A mi me atraen los chicos. Nunca me he puesto a mirar chicas.
    Erica le sonrió.
    -Pero está claro que te gustan las chicas. Al menos lo suficiente como para tener sexo con una si se te presenta la oportunidad.
    -¿Podrías ayudarme? Yo quiero que Fabricio se fije en mi.
    -Puedo arreglarlo todo para que tengas una cita con él.
    Vanina suspiró.
    -Gracias. Pero además de eso... Bueno. Tu eres una chica muy atractiva y seductora, ¿no? Quiero que se enamore de mi, pero eso no me basta. Quiero seducirlo. Hacer que en él pensar en mi genere ideas pervertidas. Quiero que cuando llegué cualquier momento del día en que se masturbe lo haga pensando en mi. Aunque con el cuerpo que tengo eso está bastante complicado.
    Erica quedó boquiabierta al escucharla. Mientras más sabía de esa chica de anteojos entendía que era menos inocente de lo que pensaba.
    Vanina se sonrojó y ocultó su rostro apoyándose sobre los pechos de la otra.
    -Ay. Ya lo dije. Me avergüenza tanto haberte confesado eso.
    -No te preocupes. Te ayudaré. Todo se puede, linda.