jueves, 8 de marzo de 2012

10-La madre de acero.

     Priscila fue al comedor llevando tres tazas en una bandeja. Cuando llegó las repartió.
    -Café para mi hermosa mamá, y leche con chocolate para mi y mi amorcito. Volveré en un minuto. Voy a buscar galletitas. Conversen un poquito.-Miró a su madre-. Conoce a tu yerno, mami. No seas tímida.
    La chica de cabello negro se retiró. Dejando solos a su madre y a su novio.
    Alex estaba nervioso. Tenía el mismo problema que había tenido con su novia en un principio. Quería mirarla, pero temía que su mirada se posara donde no debía o quedarse mirándola como tonto estando su amada al lado. Eso sumado a que no sabía como iniciar una conversación con ella.
    ¿Qué debía decirle?
    Finalmente Miranda rompió el silencio. Miró al chico que estaba sentado frente a ella.
    -Puedo ser una persona muy amable, Alex. Pero solo permíteme hacerte una advertencia. Si llegas a romperle el corazón a mi hija ruega que nunca nos crucemos por la calle. Podrías terminar muy mal. ¿Entendido?
    A pesar de esa advertencia no demostró ningún temor. Lo cual llamó la atención de esa mujer pelirroja.
    -No pareces asustado.
    Alex la miró a los ojos. Sin dudar. Por un momento no le importo cuan atractiva era esa mujer que tenía delante. Debía hablar sin titubear y ser claro en ese momento.
    -Debería asustarme si pensara hacerle daño a su hija. Pero como no pienso hacerlo no tengo que tener miedo. No tendrá que pensar en hacerme daño. Se lo aseguro.
    -Bueno. Esa respuesta es mejor que la que me dio el anterior.
    -¿El anterior?
    Recordó a aquel joven de cabello castaño con actitud altanera que solo había visto una vez en su vida.
    -Sí. El anterior. Cuando le dije eso me respondió que no le daba miedo y que me ocupara de mis asuntos. Además de eso varias veces se me insinuó. Diciéndome que llevo varios años de viuda y que debo necesitar atención.
    -¿Usted es viuda?
    -Sí. Mi marido murió hace años. Accidente de transito.
    -No sabía.
    Priscila regresó con un plato que contenía galletas y lo dejó sobre la mesa.
    -¿De qué hablaban?-preguntó la chica.
    -De que soy viuda-respondió Miranda.
    -Sí-dijo suspirando con tristeza Priscila-. Mi papá murió hace mucho.
    -¿Aquí solo viven ustedes?-preguntó Alex.
    -Sí. Pero antes mi hermano vivía aquí también. Se fue hace un par de años. Consiguió un buen trabajo, una linda y agradable novia y se fue.
    -Entonces aun queda un miembro de la familia que debo conocer. Solo un familiar directo. Aclaro. Deben tener más parientes.
    -No muchos-dijo Miranda-. Solo la familia de mi hermana.
    Pasaron los minutos. Cada uno de los presentes dando sorbos a su correspondiente taza y tomando cada tanto una galleta para comerla.
    Priscila conversaba con su madre sobre como había ido todo en el sanatorio la noche anterior.
    Alex se quedó en silencio. Solo dirigía su mirada a la hermosa mujer de rojos cabellos que estaba frente a él. Se ponía algo nervioso cuando por momentos su mirada se encontraba con la de ella.
    Miranda sonrió. Sabía perfectamente a que se debía esa conducta en el chico que acababa de conocer. No era tonta. Le gustaba saber que su belleza cautivaba a alguien tan joven. Sabía que él quizá hasta sentía el deseo de tenerla en la cama y no para dormir precisamente. Se sentía una mujer sexy y deseada en ese momento. Lo miró.
    -Eres algo tímido, ¿no? No te voy a matar si hablas.
    -Lo sé-dijo el chico sin poder ocultar su sonrojo.
    -¿Por qué me miras tanto? ¿Tengo algo que no hayas visto antes?
    Priscila se levantó de su silla y se acercó a su madre. Se colocó detrás de ella y la rodeó con sus brazos. Se relamió antes de besarle la mejilla.
    -Te mira porque eres muy atractiva, mami. Y tu siempre pareces no darte cuenta de eso. Aunque yo sé que en realidad lo sabes bien.
    Siguió besándole el cuello. Acercó sus manos a los pechos de su progenitora.
    Alex admiraba sorprendido esa escena que él imagino como la previa de una relación sexual incestuosa.
    -¡Priscila, basta ya! ¡Toca mis pechos y te quedas sin mesada!
    -Qué arisca. Si se nota que te gusta. ¿Por qué no me dejas?
    -No puedes hacer eso y menos habiendo visitas.
    -Si Alex ya sabe bien como soy. No es problema.
    La chica dejó lo que estaba haciendo y volvió a ocupar su lugar junto a la mesa de mala gana.
    -Como notarás mi mamá no me deja hacerle nada, amorcito.
    -No voy a hacer nada de eso contigo. Eres mi hija. Además yo soy heterosexual.
    -Prueba hacerlo con una mujer. Tal vez te guste. La doctora Estevez es muy linda y creo que te ve como algo más que una amiga.
    -Estoy escuchando hablar a una chica que si sigue con esa actitud se quedará sin mesada.
    -Bueno. No digo más.
    -Me recuerdas tanto a una compañera del colegio que todo el tiempo se la pasaba acosándome. Esa depravada.
    Alex solo miró sonriendo a una y a otra mientras se dirigían esas palabras.
    -Mejor dejemos ese tema a un lado.-Miranda miró al novio de su hija-. Cuéntame algo de ti.
    -¿Qué quiere saber?
    -Nada en especial. Solo cuéntame algo de ti.
    -Está bien. Como ya sabe mi nombre es Alex. Tengo 15 años. Estoy en primer año de la secundaria. Cuando termine pienso seguir estudiando aunque aun no he decidido qué carrera voy a seguir. Mi familia está compuesta por mi hermana menor y mis padres.
    -Su hermana menor es muy linda-comentó Priscila-. Y ni hablemos de su mamá. Es una belleza.
    -No interrumpas-regañó Miranda a su hija-. Sigue contándome.
    -¿Qué más puedo contarle? Mmmm. Bueno... Me gustan los animés y los mangas, los videojuegos, películas, algunas series norteamericanas, leer novelas fantásticas o de ciencia ficción. Comúnmente no veo mucha televisión. Navego en internet. Soy un tipo cualquiera de 15 años.
    Alex miró a Priscila
    -Un tipo cualquiera de 15 años con una novia maravillosa.
    Priscila sonrió.
    -Te amo.
    -Bien-dijo Miranda-. ¿Significa mucho para ti tu relación con mi hija? ¿Es una relación seria o solo vas tras ella para coger con ella? Respóndeme.
    Tanto Priscila como Alex se sonrojaron en ese momento.
    -¡Mamá, no empieces con eso!
    -¡Silencio! No voy a permitir que vuelvan a romperte el corazón. Voy a decidir si apruebo o no tu relación con él. Si te digo que no te conviene y tu le sigues después no vengas llorando a decirme que tenía razón porque en vez de consolarte solo te diré que te lo advertí. Respóndeme, chico. Más vale que me digas la verdad. Si mientes me daré cuenta. Tienes un detector de mentiras humano frente a ti.
    -Eso es verdad-confirmó Priscila-. Siempre se da cuenta cuando le mientes. Si lo sabré yo. ¬¬
    -Mi relación con Priscila significa mucho para mi. Quiero estar con ella. La amo muchisimo.
    -¿Te importa mucho? ¿Hasta te casarías con ella si la relación perdura?
    Priscila dio una mirada a su madre y luego a su novio para escuchar su respuesta.
    -Por supuesto. Sé que los tipos de mi edad comúnmente no piensan en ese tipo de cosas. Pero yo siempre he pensado en casarme a los 25 o 26 años teniendo una relación estable.
    -¡¿En serio te casarás conmigo, mi amor?!
    - Cálmate, Priscila. Entonces si te tomas en serio la relación y te casarías con ella si todo va bien... Supongo que no te molestará que conozca a tus padres, ¿no?
    -Claro que no. Pero no entiendo por qué quiere conocerlos. El que se casará con Priscila seré yo. No mis padres.
    Alex se rió. Trató de combatir la fría seriedad de aquel momento con esa broma.
    Miranda sonrió por un efímero momento al escucharlo decir eso. Pero pronto recuperó su semblante serio.
    Esa bella mujer era muy atractiva y a la vez muy intimidante.
    -Se dice que la fruta no cae lejos del árbol, Alex.
    -Está bien. La invitaremos a almorzar uno de estos días. ¿Le parece bien?
    -Sí. Esperaré la invitación.
    Pasaron los minutos. Terminaron de desayunar.
    -Bueno. Será mejor que vuelva a casa. Deben estar esperándome.
    -Te acompañaré hasta que llegues a la vereda, amor.
    Alex se puso de pie. Entonces vio que la mujer de cabellos rojos se acercaba a él. Sintió su corazón latiendo rápidamente. Se sonrojó.
    Miranda lo despidió dándole un beso en la mejilla. Luego se acomodó sus anteojos. Posó su penetrante mirada sobre él.
    -Ve con cuidado.
    -Sí, lo haré.
    Priscila acompañó a su novio hasta la salida. Se rió un poco al recordar su reacción cuando se le acercó su madre.
    -Espero que pasemos más noches juntos, Alex.
    -Si tu quieres no hay problema.
    -Mi mamá es una belleza. Como te le quedaste mirando.
    Alex se sonrojó.
    -Nada de eso.
    -No hay problema con eso, amor. Te asustó un poquito también.
    -Sí-dijo suspirando el chico.
    -Es una persona amable. No la malinterpretes. Es solo que se sintió muy mal por mi cuando... El anterior, como ella lo llama, me rompió el corazón. Yo también prefiero llamarlo así. Ese imbécil ni merece que yo lo nombre.
    -Lo entiendo.
    -Pero eso no importa. Lo que importa es que algún día tengo que lograr que mi mamá me deje hacerle algo. Tal vez hasta los dos podamos divertirnos un rato con ella un buen día. Eso te gustaría, ¿no?
    -Qué pervertida eres, preciosa.
    Priscila se sorprendió un tanto cuando Alex se le acercó para besarla, ya que él comúnmente no tomaba la iniciativa. Ni siquiera para los besos. Ella solo se dejó llevar. Lo correspondió.
    -Te amo, Alex. Eres tan tierno.
    -Te amo, Priscila. Cuidate mucho, hermosa.
    -Saluda a tu mamá de mi parte.
    -Lo haré.
    Alex se fue. Regresó a su casa.
    Cuando llegó pasó por la puerta principal. Pasó cantando una canción que a él le gustaba.
    ♪♫-Mira, mira, mira, que luna hermosa. Mira, mira, mira, me da como una cosa. Mira, mira, mira, que luna hermosa. Tan escándalosa. Me vino a buscar. ♪♫
    Entonces escuchó la risa de una chica de trece años que estaba cerca de la entrada sosteniendo un vaso con leche.
    -¡No pense que te escucharía cantar, chico enamorado! Esa chica si que te tiene loco, ¿eh?
    Alex se sonrojó por ser descubierto cantando aquella canción.
    -Silencio enana. Dejame tranquilo.
    Sin decir más se fue a su habitación.

9-Agua y jabón.

    Despertó en esa habitación en la que horas atrás había estado haciendo el amor como si no hubiera un mañana con la chica que en ese momento dormía apoyando su cabeza sobre su pecho.
    Los dos aún estaban desnudos. Ni una sola prenda cubría sus cuerpos.
    La rodeaba con sus brazos en actitud protectora. Como si eso bastara para apartar las pesadillas de su amada y que así solo tuviera dulces sueños.
    Se quedó encantado mirándola mientras dormía placidamente.
    En ese momento se veía tan adorable, tan pura, tan divina. Era una diosa. Ni parecía capaz de dominar a alguien como la había hecho poco antes con su novio.
    Alex se sentía tan a gusto. Pensaba que nunca podría vivir mejor momento que ese. Acostado en una cama abrazado a la chica que amaba. Sintiendo el calor de su cuerpo. Esa tibieza tan agradable.
    -Duerme bien, mi amor. Estoy aquí contigo. Sueña lindo.
    Se sorprendió al escucharla reir. Pensó que ella estaba despierta, pero no era así.
    Aún estando dormida Priscila se rió. Sonrió. Y dejó escapar de sus labios unas palabras. Casi un susurro.
    -Te amo, Alex, Te amo tanto, tontito.
    El chico se sonrojó al escucharla decir esas palabras estando dormida. Sonrió.
    Siguió esperando pacientemente que ella despertara, permitiéndole usar su pecho como almohada.
    Escuchó un bostezo.
    Priscila miró a su novio. Se le acercó para darle un tierno beso en los labios.
    -Buenos días, amor.
    -Contigo siempre son buenos días.
    -¿Qué te parece si lo hacemos una vez más para desperezarnos un poquito? ¿Te va bien un mañanero?
    -Eres increíble. Después de todo lo que hicimos anoche aún tienes ganas.
    -¿Tu no? Sé que no me veo muy guapa recién levantada, pero aún debo tener mi encanto.
    -No dije que no tenga ganas. Si tu quieres lo hacemos.
    Esa bella chica se rió.
    -Es broma, amor. Por la noche ya te exigí mucho. Ya debes estar agotado. No creo que puedas más.
    -Permíteme demostrarte lo contrario.
    -Te permito demostrármelo. Pero tu tendrás que tomar la iniciativa. ¿Te atreves?
    -Sí. 
    -Entonces hazlo.
    Alex pensó en acercársele. Tumbarla sobre la cama y empezar a besarla, acariciarla, hacerle el amor. Pero no llegó más lejos que eso. Pensamientos. Se sonrojó. Entiendo que al parecer por el momento no se atrevería.
    Priscila le sonrió y le acarició una mejilla.
    -Qué lindo te ves así. Con tu rostro color carmín. Tan guapo.
    -No puedo.
    -Pero pronto podrás. Solo tienes que soltar la fiera lujuriosa que llevas dentro. Suéltale la cadena, cariño. Déjala libre. No lo lamentarás.
    Esa pervertida adolescente se levantó, bostezó, y luego miró a su novio.
    -Vamos a ducharnos.
    -¿Qué dices?
    -Que nos bañemos juntos. ¿Quieres?
    -¿Hace falta responder?
    -No, mi pervertido chico. Solo acompáñame.
    -Tu me pervertiste.
    Priscila se quedó boquiabierta. Fingía que estaba sorprendida por lo que le decía su novio.
    -Me acusas de pervertirte. Ya eras un pervertido antes de conocerme. Vi todas esas cosas que guardas en un cajón. Yo solo refuerzo tu lado pervertido. Nada más.
    Salieron de la habitación juntos. Cada uno con la toalla que usaría para secarse después de terminar de bañarse. Fueron al baño pasaron ambos a la ducha.
    El agua corrió por los cuerpos de ambos.
    -Alex permíteme enjabonarte, ¿si?
    El chico ya estaba excitado por ver desnuda a su novia con el agua corriendo por su cuerpo. Que lo enjabonara hizo que empezara a desear hacer algo más que bañarse con ella. Soltó unos leves gemidos cuando fue por sus partes intimas.
    Priscila hizo hecho la mayor parte del trabajo sin hacer nada para provocarlo. Con la intención de que el cuerpo de su novio quedará reluciente y nada más. Pero cuando llegó a la entrepierna fue diferente. Lo masturbó. Su mano se deslizaba fácilmente, ya que ese pene estaba húmedo y resbaladizo por el agua y el jabón. Le gustaba tanto hacer eso. Masturbarlo.
    -¡Ah! ¡Ah! Pris. Hazme acabar.
    Lo llevó hasta el límite, pero no lo hizo llegar al orgasmo. Soltó su miembro poco antes.
    Él aún con su mente nublada por la excitación la miró. Como regañándola por haberse detenido.
    -¡Hey! No te hagas ideas equivocadas. Yo solo estaba enjabonándote. ¿Qué ideas pervertidas pasan por tu cabeza?
    Alex tomó el jabón que le entregó esa bella y pervertida chica después de enjuagar su cuerpo.
    -Tu turno, amorcito. Quiero que mi cuerpo esté limpio. Enjabóname toda. Sabes que hacer.
    -Está bien. Primero iré por el frente y luego por detrás.
    -Por delante ya me lo han hecho muchas veces, pero mi culo aún es virgen.
    -No hablaba de eso. Pero si me lo permites tu culo dejará de ser virgen. Muy pronto.
    Empezó a enjabonarla. Su manera de hacerlo dejaba claro que deseaba algo más que solo pasarle el jabón y tocarla.
    Priscila sintió placer cuando sus pechos ya enjabonados fueron estimulados por las manos del chico. Sus pezones se pusieron duros.
    Alex llevó una mano a la entrepierna de su novia. Frotó ese sensible sexo femenino con sus dedos. Masajeó su el clítoris delicadamente para hacer que esa chica que él deseaba tanto dejara escapar de sus labios la melodía lujuriosa de sus gemidos.
    -Ahora voy por detrás.
    Se colocó detrás de ella. Fue desde abajo hacia arriba. Enjabonó la parte de atrás de sus piernas, sus muslos. Ese trasero que le gustaba tanto. Cuando llegó a su espalda la beso en el cuello.
    Priscila gimió. Sentía ese miembro rozando sus nalgas.
    Alex la tomó de la cintura. Como queriendo penetrarla por el ano, lo cual alertó a su novia que no se sentía preparada para eso. Pero no lo hizo. Puso su miembro entre las nalgas de la chica y empezó a frotarse contra ella.
    Por el agua y el jabón los movimientos eran más fluidos.
    Ambos gimieron.
    -¡Ah ¡Ah! Alex. Está duro... Como una roca. ¡Me vuelves loca! ¡Ah!
    -¡Ah! Mi chica mala. ¿Te gusta? ¿Quieres sentirlo?
    Priscila se apartó de él y se apoyó contra la fría pared del baño. Abrió sus piernas y apartó los labios de su sexo con sus dedos. Su rostro tenía un llamativo color carmín.
    -Lo quiero ya. Me calientas demasiado. Lo necesito.
    Alex sin dudar un segundo se le acercó y la penetró. La cogió con todas sus ganas. Con lujuria y amor. Sin contenerse. Se dejó llevar.
    Ella dio un grito de placer antes de ir por los labios de él.
    Ahogaron los sonidos lujuriosos que salían de sus bocas con besos por un momento.
    -¡Priscila! ¡Te gusta tanto esto! ¡Ah! ¡Eres una pervertida hermosa! ¡Ah!
    - ¡Ah! ¡Dame todo lo que tengas! ¡Mi chico lujurioso! ¡Derramalo todo! ¡Dentro de mi! ¡Ah!
    No tardaron mucho en llegar al orgasmo por lo excitados que estaban. Acabaron dando un fuerte grito de placer.
    Alex derramó su semen en el interior del sexo de su novia.
    Priscila gimió de placer al sentir ese cálido fluido en su interior.
    -Ah. Lo siento. Todo dentro de mi. Me llenaste.
    -Tu me calientas tanto. Creo que un día voy a terminar acabando como lo hacen en los mangas o animés hentai. Echando tanto semen que terminará derramándose desde el interior de tu vagina.
    -Eso me gustaría. Que acabaras así en mi boca también sería glorioso-concluyó relamiéndose Priscila.
    Después de que terminaron de bañarse se secaron con las toallas y volvieron a la habitación.
    Priscila se puso otra ropa.
    Alex obviamente tuvo que ponerse la ropa que había llevado puesta desde el dia anterior.
    -La próxima vez ven con una muda de ropa.
    -No esperaba tener que cambiarme de ropa. Tu sabes que yo no pensaba quedarme.
    -Lo sé. Y yo cambié eso. Cambié tu destino.
    -Cambiaste mi destino. En varios sentidos.
    Alex escuchó un ruido extraño.
    -¿Y eso?
    -Mi estómago chillando. Tanto sexo me da hambre. Vamos a desayunar. n///////n
    Priscila fue junto con su novio al comedor.
    Ambos escucharon que alguien abrió la puerta de la casa.
    -Ah. Debe ser mi mamá.
    Pronto vieron llegar a una atractiva mujer de largos cabellos rojizos que llevaba anteojos. Vestía un pantalón jean y una blusa color turquesa. Llevaba un bolso en el cual tenía guardado el guardapolvo que usaba cuando estaba en el sanatorio.
    Saludó a su hija y después miró al chico que estaba presente en su casa.
    -¿Tu nuevo novio del que tanto me hablaste?
    Priscila se sonrojó.
    -Sí-respondió la chica mirando a su madre-. Mamá, él es Alex. Alex, ella es mi mamá. Su nombre es Miranda.
    -Mucho... Mucho gusto. Al fin nos conocemos.
    Alex se había puesto algo nervioso. No por conocer a la madre de su novia. Sino por el hecho de que esa mujer adulta de largos cabellos rojos ciertamente era muy llamativa. Le resultaba muy atractiva.