Priscila fue al comedor llevando tres tazas en una bandeja. Cuando llegó las repartió.
-Café para mi hermosa mamá, y leche con chocolate para mi y mi amorcito. Volveré en un minuto. Voy a buscar galletitas. Conversen un poquito.-Miró a su madre-. Conoce a tu yerno, mami. No seas tímida.
La chica de cabello negro se retiró. Dejando solos a su madre y a su novio.
Alex estaba nervioso. Tenía el mismo problema que había tenido con su novia en un principio. Quería mirarla, pero temía que su mirada se posara donde no debía o quedarse mirándola como tonto estando su amada al lado. Eso sumado a que no sabía como iniciar una conversación con ella.
¿Qué debía decirle?
Finalmente Miranda rompió el silencio. Miró al chico que estaba sentado frente a ella.
-Puedo ser una persona muy amable, Alex. Pero solo permíteme hacerte una advertencia. Si llegas a romperle el corazón a mi hija ruega que nunca nos crucemos por la calle. Podrías terminar muy mal. ¿Entendido?
A pesar de esa advertencia no demostró ningún temor. Lo cual llamó la atención de esa mujer pelirroja.
-No pareces asustado.
Alex la miró a los ojos. Sin dudar. Por un momento no le importo cuan atractiva era esa mujer que tenía delante. Debía hablar sin titubear y ser claro en ese momento.
-Debería asustarme si pensara hacerle daño a su hija. Pero como no pienso hacerlo no tengo que tener miedo. No tendrá que pensar en hacerme daño. Se lo aseguro.
-Bueno. Esa respuesta es mejor que la que me dio el anterior.
-¿El anterior?
Recordó a aquel joven de cabello castaño con actitud altanera que solo había visto una vez en su vida.
-Sí. El anterior. Cuando le dije eso me respondió que no le daba miedo y que me ocupara de mis asuntos. Además de eso varias veces se me insinuó. Diciéndome que llevo varios años de viuda y que debo necesitar atención.
-¿Usted es viuda?
-Sí. Mi marido murió hace años. Accidente de transito.
-No sabía.
Priscila regresó con un plato que contenía galletas y lo dejó sobre la mesa.
-¿De qué hablaban?-preguntó la chica.
-De que soy viuda-respondió Miranda.
-Sí-dijo suspirando con tristeza Priscila-. Mi papá murió hace mucho.
-¿Aquí solo viven ustedes?-preguntó Alex.
-Sí. Pero antes mi hermano vivía aquí también. Se fue hace un par de años. Consiguió un buen trabajo, una linda y agradable novia y se fue.
-Entonces aun queda un miembro de la familia que debo conocer. Solo un familiar directo. Aclaro. Deben tener más parientes.
-No muchos-dijo Miranda-. Solo la familia de mi hermana.
Pasaron los minutos. Cada uno de los presentes dando sorbos a su correspondiente taza y tomando cada tanto una galleta para comerla.
Priscila conversaba con su madre sobre como había ido todo en el sanatorio la noche anterior.
Alex se quedó en silencio. Solo dirigía su mirada a la hermosa mujer de rojos cabellos que estaba frente a él. Se ponía algo nervioso cuando por momentos su mirada se encontraba con la de ella.
Miranda sonrió. Sabía perfectamente a que se debía esa conducta en el chico que acababa de conocer. No era tonta. Le gustaba saber que su belleza cautivaba a alguien tan joven. Sabía que él quizá hasta sentía el deseo de tenerla en la cama y no para dormir precisamente. Se sentía una mujer sexy y deseada en ese momento. Lo miró.
-Eres algo tímido, ¿no? No te voy a matar si hablas.
-Lo sé-dijo el chico sin poder ocultar su sonrojo.
-¿Por qué me miras tanto? ¿Tengo algo que no hayas visto antes?
Priscila se levantó de su silla y se acercó a su madre. Se colocó detrás de ella y la rodeó con sus brazos. Se relamió antes de besarle la mejilla.
-Te mira porque eres muy atractiva, mami. Y tu siempre pareces no darte cuenta de eso. Aunque yo sé que en realidad lo sabes bien.
Siguió besándole el cuello. Acercó sus manos a los pechos de su progenitora.
Alex admiraba sorprendido esa escena que él imagino como la previa de una relación sexual incestuosa.
-¡Priscila, basta ya! ¡Toca mis pechos y te quedas sin mesada!
-Qué arisca. Si se nota que te gusta. ¿Por qué no me dejas?
-No puedes hacer eso y menos habiendo visitas.
-Si Alex ya sabe bien como soy. No es problema.
La chica dejó lo que estaba haciendo y volvió a ocupar su lugar junto a la mesa de mala gana.
-Como notarás mi mamá no me deja hacerle nada, amorcito.
-No voy a hacer nada de eso contigo. Eres mi hija. Además yo soy heterosexual.
-Prueba hacerlo con una mujer. Tal vez te guste. La doctora Estevez es muy linda y creo que te ve como algo más que una amiga.
-Estoy escuchando hablar a una chica que si sigue con esa actitud se quedará sin mesada.
-Bueno. No digo más.
-Me recuerdas tanto a una compañera del colegio que todo el tiempo se la pasaba acosándome. Esa depravada.
Alex solo miró sonriendo a una y a otra mientras se dirigían esas palabras.
-Mejor dejemos ese tema a un lado.-Miranda miró al novio de su hija-. Cuéntame algo de ti.
-¿Qué quiere saber?
-Nada en especial. Solo cuéntame algo de ti.
-Está bien. Como ya sabe mi nombre es Alex. Tengo 15 años. Estoy en primer año de la secundaria. Cuando termine pienso seguir estudiando aunque aun no he decidido qué carrera voy a seguir. Mi familia está compuesta por mi hermana menor y mis padres.
-Su hermana menor es muy linda-comentó Priscila-. Y ni hablemos de su mamá. Es una belleza.
-No interrumpas-regañó Miranda a su hija-. Sigue contándome.
-¿Qué más puedo contarle? Mmmm. Bueno... Me gustan los animés y los mangas, los videojuegos, películas, algunas series norteamericanas, leer novelas fantásticas o de ciencia ficción. Comúnmente no veo mucha televisión. Navego en internet. Soy un tipo cualquiera de 15 años.
Alex miró a Priscila
-Un tipo cualquiera de 15 años con una novia maravillosa.
Priscila sonrió.
-Te amo.
-Bien-dijo Miranda-. ¿Significa mucho para ti tu relación con mi hija? ¿Es una relación seria o solo vas tras ella para coger con ella? Respóndeme.
Tanto Priscila como Alex se sonrojaron en ese momento.
-¡Mamá, no empieces con eso!
-¡Silencio! No voy a permitir que vuelvan a romperte el corazón. Voy a decidir si apruebo o no tu relación con él. Si te digo que no te conviene y tu le sigues después no vengas llorando a decirme que tenía razón porque en vez de consolarte solo te diré que te lo advertí. Respóndeme, chico. Más vale que me digas la verdad. Si mientes me daré cuenta. Tienes un detector de mentiras humano frente a ti.
-Eso es verdad-confirmó Priscila-. Siempre se da cuenta cuando le mientes. Si lo sabré yo. ¬¬
-Mi relación con Priscila significa mucho para mi. Quiero estar con ella. La amo muchisimo.
-¿Te importa mucho? ¿Hasta te casarías con ella si la relación perdura?
Priscila dio una mirada a su madre y luego a su novio para escuchar su respuesta.
-Por supuesto. Sé que los tipos de mi edad comúnmente no piensan en ese tipo de cosas. Pero yo siempre he pensado en casarme a los 25 o 26 años teniendo una relación estable.
-¡¿En serio te casarás conmigo, mi amor?!
- Cálmate, Priscila. Entonces si te tomas en serio la relación y te casarías con ella si todo va bien... Supongo que no te molestará que conozca a tus padres, ¿no?
-Claro que no. Pero no entiendo por qué quiere conocerlos. El que se casará con Priscila seré yo. No mis padres.
Alex se rió. Trató de combatir la fría seriedad de aquel momento con esa broma.
Miranda sonrió por un efímero momento al escucharlo decir eso. Pero pronto recuperó su semblante serio.
Esa bella mujer era muy atractiva y a la vez muy intimidante.
-Se dice que la fruta no cae lejos del árbol, Alex.
-Está bien. La invitaremos a almorzar uno de estos días. ¿Le parece bien?
-Sí. Esperaré la invitación.
Pasaron los minutos. Terminaron de desayunar.
-Bueno. Será mejor que vuelva a casa. Deben estar esperándome.
-Te acompañaré hasta que llegues a la vereda, amor.
Alex se puso de pie. Entonces vio que la mujer de cabellos rojos se acercaba a él. Sintió su corazón latiendo rápidamente. Se sonrojó.
Miranda lo despidió dándole un beso en la mejilla. Luego se acomodó sus anteojos. Posó su penetrante mirada sobre él.
-Ve con cuidado.
-Sí, lo haré.
Priscila acompañó a su novio hasta la salida. Se rió un poco al recordar su reacción cuando se le acercó su madre.
-Espero que pasemos más noches juntos, Alex.
-Si tu quieres no hay problema.
-Mi mamá es una belleza. Como te le quedaste mirando.
Alex se sonrojó.
-Nada de eso.
-No hay problema con eso, amor. Te asustó un poquito también.
-Sí-dijo suspirando el chico.
-Es una persona amable. No la malinterpretes. Es solo que se sintió muy mal por mi cuando... El anterior, como ella lo llama, me rompió el corazón. Yo también prefiero llamarlo así. Ese imbécil ni merece que yo lo nombre.
-Lo entiendo.
-Pero eso no importa. Lo que importa es que algún día tengo que lograr que mi mamá me deje hacerle algo. Tal vez hasta los dos podamos divertirnos un rato con ella un buen día. Eso te gustaría, ¿no?
-Qué pervertida eres, preciosa.
Priscila se sorprendió un tanto cuando Alex se le acercó para besarla, ya que él comúnmente no tomaba la iniciativa. Ni siquiera para los besos. Ella solo se dejó llevar. Lo correspondió.
-Te amo, Alex. Eres tan tierno.
-Te amo, Priscila. Cuidate mucho, hermosa.
-Saluda a tu mamá de mi parte.
-Lo haré.
Alex se fue. Regresó a su casa.
Cuando llegó pasó por la puerta principal. Pasó cantando una canción que a él le gustaba.
♪♫-Mira, mira, mira, que luna hermosa. Mira, mira, mira, me da como una cosa. Mira, mira, mira, que luna hermosa. Tan escándalosa. Me vino a buscar. ♪♫
Entonces escuchó la risa de una chica de trece años que estaba cerca de la entrada sosteniendo un vaso con leche.
-¡No pense que te escucharía cantar, chico enamorado! Esa chica si que te tiene loco, ¿eh?
Alex se sonrojó por ser descubierto cantando aquella canción.
-Silencio enana. Dejame tranquilo.
Sin decir más se fue a su habitación.