Abrió sus ojos para ver
la luz del amanecer de aquel día. Un día de triunfo que ella quería
disfrutar de principio a fin. Todo el tiempo posible.
Comúnmente
aquella joven pelirroja se tomaba su tiempo para darse un baño y prepararse
para salir. No le gustaba hacer todo
con poco tiempo y muy apurada.
Se levantó de su
cama y fue hacia el baño. Cuando terminó de hacer sus necesidades se miró en el
espejo y a pesar de verse a sí misma recién levantada no se asustó. Solo sonrió
y dijo algo.
-Hoy es un gran
día para ti, chica guapa.
Siguió con su
rutina de los días de clase. Se dio un baño. Lo cual disfrutaba mucho y lo
hacia todos los días.
Le gustaba
sentir el agua corriendo por su cuerpo. Se lavaba el cabello con mucho gusto.
Enjabonaba su cuerpo comúnmente cantando en voz baja alguna canción romántica
que le gustara mucho.
Esa costumbre le
hacía pensar que quizá estaba un poco enamorada de ella misma. De su cuerpo de
17 años que provocaba sueños eróticos a chicos
y chicas por igual.
Al limpiar su parte más intima se tocaba casi
con timidez. Sentía sus propias manos como las de alguien recorriendo esa parte
con timidez o inseguridad. Temía excitarse. En lo posible trataba de tener
cuidado con rozar su clítoris. Sabía lo que eso provocaba.
Le parecía muy
incorrecto que una chica se masturbara, pero había escasos momentos en los que
mandaba ese principio al diablo y disfrutaba del placer que podía llegar
sentir. Aunque al terminar siempre se la pasaba sintiéndose culpable.
Al terminar se
secó con una toalla, la cual también utilizó para cubrirse.
Fue hasta su
cuarto para ponerse su uniforme. El cual estaba compuesto por una camisa, una
chaqueta, y una falda. Esa última prenda no era como la que usaban comúnmente
el resto de las chicas. Era un poco más larga porque le daba mucha pena que
vieran sus piernas.
Concluyó
poniéndose sus anteojos, los cuales siempre había usado por su problema de la
vista.
Escuchó la voz de
su madre.
-Miranda, ya está
tu desayuno.
-¡Bajaré
enseguida!
Bajó por las escaleras para ir hacia el comedor. Le
agradeció a su madre por haberse levantado tan temprano para hacerle el
desayuno.
Cuando terminó de
desayunar observó el reloj de pared del comedor. Supo que aún faltaba mucho para
su hora de irse. Decidió pasar el tiempo que le quedaba leyendo una novela que
había empezado a leer el día anterior.
Mientras leía
notó que su hermana menor se había levantado también.
Esa otra chica
que también tenía el cabello rojo se acercó para hablarle.
Miranda no le
prestó mucha atención. Realmente no se llevaba muy bien con ella. Solo escuchó
claramente la última frase que le dijo.
-Seguro te pone
triste que sea el último día de clases, ¿no, chica perfecta?
-Sí, lo que
digas. No me importa, Emma. Déjame leer
tranquila, ¿quieres?
Dejó su lectura y
decidió salir un poco más temprano para no tener que ir acompañada por su
hermana. Realmente no permitiría que nada ni nadie la atormentara en ese día.
Mientras caminaba
dirigiéndose al colegio pensó.
-Ay, hermana. Me
recuerdas tanto a… No. Mejor pensar en esa tonta.
Siguió su camino
hasta llegar al colegio. Al igual que todos los otros cumplió con esa
formalidad de formar filas antes de entrar en los salones.
Siempre se había
preguntado por qué tenían que hacer eso. Lo de formar filas le parecía como una
costumbre salida de regimiento militar.
-¿Para qué
hacemos esto?-se preguntaba-. Somos estudiantes. No soldados.
Cuando se dirigía
a su salón fue saludada por muchos de los que se cruzaban con ella.
A pesar de que
quizá era algo intimidante por su mirada penetrante y su expresión de constante
seriedad/enfado había llegado a ser muy popular. Aunque eso le importaba poco
ya que siempre había pensado que iba a ese lugar a estudiar. No a hacer amigos.
Algunos le
preguntaban si tenía algo que hacer tal día como con la intención de invitarla
a salir.
Siempre inventaba
alguna excusa buena para rechazar alguna invitación. En ese momento no andaba
de humor para relacionarse con ningún chico y menos con la intención de formar
pareja.
Esas últimas
semanas había vuelto a tener decenas de pretendientes.
La noticia del
fin de su relación había llegado a oídos de todos.
Llegó a su salón
y tomó asiento. Sacó sus utiles y los puso sobre la mesa.
Miro a su
alrededor y notó con gusto que su “dolor de cabeza habitual” no se encontraba
alli.
-Menos mal. No
vengas. Espero que faltes porque te pasaste la noche con algún tipo y dormiste
más de la cuenta.
Pero no se
cumpliría su deseo.
Escuchó la voz de
aquella chica de cabello negro que siempre había dedicado tiempo para
fastidiarla un poco durante su estadía en ese colegio.
-¡Buenos días a
todos!
Las miradas de
los chicos del salón inmediatamente se posaron sobre la recién llegada.
-Buenos días,
Sofía.
Se quedaron
sorprendidos al verla.
Aquella chica de
negros cabellos comúnmente llevaba una falda corta, la chaqueta desabrochada y
algunos botones de su camisa desabrochados. Pero en ese momento tenía la ropa
acomodada correctamente y llevaba una falda como la que usaba Miranda. Tenía el
cabello atado y unos anteojos.
-Hola a todos.
Como hoy es el último día de clases he decidido venir con un look de chica
intelectual tímida.
Miranda observaba
de lejos a esa chica y a sus compañeros. Se preguntaba como podía tolerar que
tantos chicos se le acercaran y la miraran como un depredador ante su presa.
Como esperando para atacar en cualquier momento.
-Tardaste un poco
en llegar-le dijo una chica a Sofía.
-Sí, es que
estaba pasando para saludar a mis admiradores.
La mirada de
aquella chica de cabello negro se posó sobre Miranda. Se acercó a ella.
-Mirame-dijo como
posando para ella-. ¿Te gusta como me veo?
-Te ves bastante
decente.
-Lo dices porque
me veo igual que tu, ¿no? Mira. Hasta tengo unos anteojos. Son cristales sin
aumento. Es la primera vez que los uso en una ocasión que no sea para hacer de
chica estudiosa y tímida como juego sexual.
-La imitación es
señal de admiración. ¿Lo sabías?
Sofía se rió.
-¿Yo? ¿Admirarte?
Qué tontería. Eres más atractiva que yo, pero le gusto a muchos más chicos.
¿Crees que tienes algo que yo no tenga? ¡Ah sí! Tienes algo que yo no.
Virginidad. Pero algo además de eso.
-Mi dignidad aún
está intacta porque no soy una tonta fácil de llevar a la cama.
-Te equivocas. No
soy tonta ni fácil. Sé perfectamente que el 99, 9% de los chicos que se acercan
a hablarme lo hacen porque quieren tenerme en una cama y cogerme duro. Y no me
acuesto con cualquiera que me digas “¿quieres coger?”. Solo lo hago con quien
yo quiera hacerlo. Hay chicos que me parecen repugnantes como a cualquier otra
chica y nunca lo haría con ellos. Me molesta que creas tener derecho a juzgar mi
manera de disfrutar de la vida sin limitaciones. Yo nunca te he criticado por
ser muy estudiosa y por tu forma de relacionarte con otras personas,
virgencita.
-¿Tan segura
estás de que soy virgen?
-Sí. Y si quieres
demostrarme que estoy equivocada déjame meterte dedo. Para saber si tienes
himen o no.
Miranda se
sonrojó y frunció el ceño.
-¡Pervertida!
¿Cómo puedes hablar con tanta tranquilidad sobre tocar el sexo de otra chica?
Nunca permitiría que me toques ahí.
-Hice que te
sonrojaras. Y ahora...
Sofía le quitó
los anteojos a su compañera.
-¡Ahora te quito
tus anteojos de chica estudiosa! Mientras no los tengas seré más inteligente
que tu.
-¡Devuélveme eso!
La gente no usa anteojos para ser más inteligente, tonta. Se usan para ver
mejor. ¡Devuélvemelos!
-¡Lo haré si
logras alcanzarme!
-¡No corras con
mis anteojos! ¡Podrías romperlos! ¡Regresa, tonta!
Ambas salieron
corriendo de ese salón ignorando completamente al profesor que estaba llegando
para dar clases.
Aquel hombro
suspiro.
-Esas chicas no
pueden estar sin hacer escándalo ni siquiera el último día de clases.
Las dos chicas
salieron de la dirección, donde las habían regañado por lo que habían hecho.
-Es tu culpa-dijo
Miranda-. Por tu culpa me regañan como si aun fuera una niñita.
-¿Puedes dejar de
preocuparte por tu imagen de chica buena y ejemplar solo por hoy?-le dijo ya
cansada de sus reclamos Sofía-. Ya se termina el año escolar. Solo nos veremos
dos veces más después de hoy. Está la fiesta de fin de curso y la ceremonia de
egresados. Después no me verás más por el resto de tu vida. Tratemos de
llevarnos un poco bien, ¿no?
-Si es eso lo que
quieres, ¿por qué me quitaste los anteojos?
-Solo jugaba
contigo. Además no le pasó nada a tus anteojos. No tienes que enojarte tanto.
Por cierto. ¿Irás con alguien a la fiesta de fin de curso?
-No. Y gracias
por recordarme que me pelee con mi novio. Trato de no pensar en eso para que no
me duela el corazón.
-Sé lo que pasó.
Lo digo porque podría presentarte a alguien. Para que no tengas que ir sola.
-No creo que
quiera conocer a un chico que tu conozcas.
-¡Hey! No creas
que no conozco chicos que podrían ser de tu tipo. Ya sabes. Que estén más
interesados en tener una relación estable que en coger.
-Mejor no. Iré
para divertirme sin compañía. La verdad prefiero estar sola por ahora. Me
tomaré un tiempo para mi. Y cuando esté estudiando medicina el año próximo
empezaré la búsqueda otra vez.
-Sabes... Quiero
decirte algo.
-¿Qué?
-Te he molestado
mucho siempre, pero no lo he hecho con mala intención. A mi siempre se me hizo
muy divertido pelear contigo todo el tiempo. No me parece que seas mala
persona. Sé que tu tienes una idea equivocada sobre la persona que soy. Yo
quiero tener un novio, casarme y tener una vida de cuento de hadas tanto como
cualquier otra chica idiota. Solo que no he encontrado un solo chico que me
interese para algo más que no sea... Tu sabes.
-Haces lo mismo
que hacen los chicos. Cogen con cualquier chica hasta encontrar a una que les
interesa para algo más que eso.
-¿Quién dijo que
una mujer no puede vivir de esa manera? Los hombres creen que se apropiaron de
la libertad para disfrutar del sexo, pero están muy equivocados.
Esa corta
conversación mientras iban al salón fue la primera vez que hablaron sin querer
matarse la una a la otra después de más de dos años.
Finalmente llegó
la noche de la fiesta de fin de curso.
Estaban en aquel
lugar que habían alquilado para ese fin.
Muchos
entendieron por qué habían rechazado la oferta de hacer esa fiesta en el
colegio.
En ese lugar
podían permitirse hacer lo que no estuviera permitido. Como que los menores
bebieran alcohol. Aunque no todos lo eran. Algunos ya tenían 18 años. A otros
les faltaba poco para cumplir.
Había alguien en
ese salón a quien le importaba poco que le faltaran varios meses para tener
edad legal para beber.
Una chica
pelirroja estaba sentada junto a una mesa mientras los demás estaban bailando al
ritmo de la música estridente. Estaba sirviéndose el primero de los vasos que
bebería antes de que alguien la interrumpiera. Aún estaba lamentándose por el
fin de su relación. Estaba un poco enojada con Sofía por haberle recordado eso.
Había logrado dejar de pensar en eso, pero lo recordó y el dolor de su corazón
regresó.
Notó que alguien
se sentó a su lado. Era otra vez aquella chica.
Había decidido
tomar un descanso de tanto moverse al bailar.
-Ay, como me
estoy divirtiendo. Hey, comúnmente no eres tan tímida. Ven a bailar tu también,
guapa.
-No quiero.
Sofía notó su voz
quebrada por el llanto. Pensó que quizá había oído mal, pero si la otra no
hubiera estado dándole la espalda habría confirmado que aquella pelirroja
lloraba. Se sentó a su lado y lo confirmó. Le acarició la espalda.
-En estos años
nunca te he visto así. Siempre te vi con tu expresión de seriedad y firmeza o
esa cara graciosa que pones cuando te enfadas. Llegué a pensar que nunca
estabas triste, que nunca llorabas.
-Claro que me
pongo triste y lloro. Como toda persona enamorada no puedo evitar sufrir si me
rompen el corazón. En eso todas las personas son iguales.
-No sé que habrá
pasado con tu novio, pero no merece tus lágrimas. Eres una chica hermosa.
Tienes 10.000 pretendientes. Al menos en apariencia yo muero por ser como tu.
¡Vendería mi alma por tener tu cabello rojo!
Miranda la miró
aún derramando lágrimas, pero con una sonrisa.
-Bueno. Lo de que
tienes 10.000 pretendientes es cierto, pero obviamente yo tengo muchos más.
Vamos. Ya deja de llorar y mueve tu cuerpo sexy al ritmo de la música,
¿quieres?
Sofía se
sorprendió cuando la pelirroja la abrazó. Notaba las miradas de algunos de sus
compañeros fijas en ellas dos.
Miranda posó su
cabeza sobre los pechos de su frecuente rival.
-Quiero pedirte
un favor. Dame el consuelo que necesito. Imaginaba que esta noche sería
especial y concluiría cuando estuviera con él sobre una cama sintiendo el calor
de su cuerpo. Pero ya no es posible que eso suceda. Entonces... ¿Podría hacer
eso contigo?
Sofía al estar
segura de que malinterpretaba las palabras de su compañera le dijo...
-Bueno. Puedes
venir a mi casa. Dormimos juntas. No hay problema.
-No solo eso. Yo
quiero... Ya sabes. No me hagas decirlo.
Por primera vez
en mucho tiempo Sofía se sonrojó ante una proposición de esa clase y se puso
algo nerviosa.
-Pe... Pe...
Pero... ¿Por qué me lo pides justo a mi? Además que tu siempre has dicho que
nunca harías algo con una chica. Ni siquiera para experimentar un poquito.
-Sé lo que dije
siempre, pero esta noche me limpio el culo con mis principios. Prefiero que sea
contigo y no con un chico repugnante que se lo cuente a todos, me etiquete como
puta o fácil y además pueda dejarme embarazada.
-Bueno. Dicho de
esa manera suena bastante lógico. Pero solo lo haré si vienes a bailar y te
diviertes un poco como lo están haciendo todos. ¿Si?
-Acepto tu
condición.
Sofía terminaba
de ponerse su pijama y en ese momento vio a Miranda entrando en su habitación
para luego cerrar la puerta.
-Ya avisé a mi
familia. Pero les dije que estoy en casa de una de mis amigas. Mi hermana que
está en primer año sabe quien eres tu y si les digo que me quedé en tu casa
seguro le diría cualquier estupidez a mis padres.
-Sí, entiendo. No
te llevas muy bien con tu hermana, ¿no?
-Para nada.
-¿Quieres que te
preste mi otro pijama para dormir?
-Solo usaré mi
ropa interior. Descuida.
Finalmente
quedaron ellas dos, la oscuridad y aquella cama.
La de pelo negro
seguía pensando que no pasaría nada entre ellas dos aquella noche. Solo se
acostó pensando en dormir. Y cuando se levantara al día siguiente seguirían
siendo las misma rivales de siempre.
-¿Solo vas a
dormirte? ¿No vamos a hacer nada?
-¿Qué dices?
-¿Acaso olvidaste
lo que te dije?
-No, pero... ¿En
serio quieres? Yo sé como eres tu. Seguro terminarás arrepintiéndote.
-Lo sé, pero
quiero hacerlo. No importa que después me arrepienta.
-¿Segura? ¿Me dejarás
hacerte todo?
-Todo menos que
me metas dedo. Por atrás. Ya sabes.
-Eso no lo hago.
Descuida.
-Entonces empieza
cuando quieras.
-Espero que no
seas muy ruidosa. Sino despertarás a mis padres. Aunque no sería la primera vez
que me sorprenden con una chica en la cama. Relájate. Yo te haré sentir bien.
Miranda se
incorporó y cerró sus ojos.
Sofía se colocó
frente a ella. Le acarició una mejilla y se le acercó lentamente para besarla.
Solo posó sus labios sobre los de ella. Sin llegar a ser un contacto muy
íntimo. Fue correspondida.
Se dieron varios
besos. Solo haciendo que sus labios hicieran contacto, pero poco después fueron
más allá.
La pelirroja
pensó que la otra quería más. Entreabrió su boca.
Eso bastó para
que Sofía invadiera su boca con su lengua para saborearla a gusto. Estaba
dominada por la excitación de un momento que pensó que nunca viviría. Dejó de
lado que era la primera experiencia de su compañera con otra chica. Le
importaba poco que la otra pudiera estarse sintiendo un poco incomoda por su
forma de proceder en aquel momento. No podía pensar.
Pero no
importaba.
Miranda solo se
dejaba llevar. En verdad había acallado todas esas voces internas que le
gritaban: “¡Lo que haces es incorrecto!”. Solo quería sentir placer, calidez,
lujuria. Para no pensar en su relación quebrada. Correspondía los ardientes
besos. Le dio una suave mordida al labio inferior de la otra y luego hizo que
su lengua se encontrara con la de ella.
-Le estás
poniendo mucho empeño. No me lo esperaba. Pensé que solo te dejarías hacer. Que
yo tendría que hacer todo el trabajo.
-Si se hace algo
se hace bien.
-Bien dicho.
Sofía la abrazó.
Besó su cuello.
Miranda gimió por
ese contacto y por sentir su piel, la cual sentía muy cálida. La rodeó con sus
brazos. Poco después notó que le faltaba su sostén. Entendió que la otra
aprovecho que estaba tan cerca para quitárselo.
Fue descendiendo
por el cuello de la pelirroja dejando un rastro de besos. Para luego poner sus
manos sobre esos pechos que captaron su atención una vez que pudo verlos. Los
acarició con delicadeza. Rozó sus pezones con la punta de sus dedos. Se detuvo
cuando la otra puso sus manos sobre las de ella.
-No te detengas.
-Yo pensé que...
-Sigue. Me gusta
mucho eso.
Los gemidos de
Miranda se oían cada vez mejor.
Disfrutaba mucho
de las manos de la otra masajeando sus pechos. Los dedos tanteando sus pezones.
En ese momento de excitación hizo algo.
Sofía gimió. Al
sentir la mano de la otra acariciando su sexo por encima de sus bragas. La
humedad y calidez en esa parte su cuerpo aumentaban por ese suave tacto que la
excitaba. Ella correspondió aquello acercándose para lamer los pezones de la
pelirroja. Los chupó con ansias.
Miranda gimió de
placer al sentir una lengua en contacto con sus pezones. Nunca le había
permitido a su ex novio hacer eso. Pensaba que le daría asco sentir una lengua
tocando sus pezones dejándolos cubiertos de saliva.
-Se siente rico.
¿Qué te sucede? ¿Tu mami no te dio mucho de mamar y ahora yo sufro las
consecuencias?
-Si mi mami fuera
tan atractiva como tu nunca hubiera dejado de chuparle las tetas y además de
eso le haría otras cosas.
Sofía tomo
distancia para quitarse la parte superior de su pijama y dejar sus pechos a la
vista de la otra. Luego se acostó sobre ella de modo que los pechos de ambas
hicieran contacto. Empezó a moverse hacia delante y hacia atrás continuamente
para frotar sus pechos contra los de ella.
Se besaron una
vez más durante ese movimiento. La piel de ambas ardía. Parecía que ese roce
podía provocar que una se quemara por estar en contacto con la piel de la otra.
Miranda quería
intentar lo que la otra le había hecho poco antes. Le pidió que se recostara a
lo cual la otra accedió.
Sofía observó muy
excitada a la otra deleitándose con sus pechos. No la excitaba tanto lo que
ella hacía sino su expresión, sus tímidos movimientos. Notaba mucho que la otra
carecía de la experiencia de la que ella era poseedora. Se dejó hacer, pero no
por mucho. Poco después la empujó para que quedara recostada y sin pedir
permiso le quitó sus bragas a lo cual la pelirroja reaccionó sonrojándose.
Miranda abrió sus
piernas. Le mostró su sexo, el cual no tenía mucho vello pubico. Como demostrándole
que se entregaba por completo.
La de pelo negro
se sentía una pervertida peligrosa. Sabía que tenía que contenerse para no
echársele encima y terminar haciendo de ese encuentro sexual algo parecido a
una violación. Se le acercó y con su mano derecha empezó a tocar su sexo.
Primero lo acarició delicadamente con sus dedos para luego separar los labios
para contemplar el interior. Rozó la entrada de su vagina.
La pelirroja solo
cerraba sus ojos y daba fuertes gemidos.
-¿Segura que
quieres?
-Sí, hazlo.
-De acuerdo.
Sofía la penetró
suavemente pensando que aquella chica era virgen, pero su dedo penetró
profundamente. Notó la ausencia de un himen. Quedó boquiabierta. Retiró su dedo
y luego lo lamió para limpiarlo de los fluidos de la otra.
Miranda al verla
fue invadida por un pensamiento pervertido fugaz. Pensó en que ansiaba sentir
esa lengua tocando su intimidad.
-Asi que no eres
virgen.
-No lo soy. Te lo
estuve tratando de decir miles de veces.
-Es un alivio.
Pensé que tendría que ser muy delicada contigo.
Siguió con lo que
estaba haciendo. La penetró con un dedo. Acarició el interior del sexo de
aquella pelirroja.
Se le acercó para
besarla para acallar sus gemidos. No quería que despertara a alguien, pero tampoco
podía privarse de oir esa melodía lujuriosa que se oia tan bien sobre todo
cuando salía de los labios de una chica. Dejó libre sus labios cuando pensó que
le faltaba poco para llegar al orgasmo.
-¡Ah! No puedo
contenerme... ¡Me gusta tanto! ¡Qué rico! ¡Más rapido! ¡Asi! ¡Ah!
Miranda acabó
dejando salir sus fluidos. Dio fuertes gemidos.
Sofía retiró sus
dedos y se dispuso a lamerla para probar su esencia. Poco después se apartó.
Mientras la otra seguía tendida después de haber sentido tanto placer ella se
quitó la parte de debajo de su pijama junto con sus bragas.
La pelirroja se
incorporó y pudo ver que la intimidad de la otra carecía de vello pubico.
-Se ve lindo así.
-Y me han dicho
que sabe tan bien como se ve. ¿Quieres comprobarlo? Aunque no se si te animes a
eso.
Miranda respiró
profundamente. Luego se acercó a la otra para luego empezar a lamer su sexo y
penetrarlo con sus dedos. La acariciaba con su lengua y rozaba el clítoris con
sus dedos por momentos. Sentía por primera vez el sabor de los fluidos de un
sexo femenino.
-No pienses-se
decía a sí misma-. Solo actúa. Solo déjate llevar. Lame su sexo como si fuera
una delicia.
-Novata, yo pensé
que... ¡Maldición! ¿En verdad nunca lo has hecho con otra chica? ¡Ah!
Sofía se recostó
y abrío sus piernas para darle total libertad de movimiento. Se excitó tanto
por esa repentina actuación de su compañera de clases. Tanto que acabó poco
después de que ella empezara con eso.
-Eso fue rápido.
-Porque me
excitas mucho, tonta. Me sorprendes. ¿Qué te parece si hacemos un 69?
La de pelo negro
se rió al ver la cara de la otra. Se notaba que no tenía idea de a qué se
refería.
-Yo te enseño.
Solo recuéstate. Y luego yo me pongo sobre ti, pero con mi cara mirando para el
otro lado.
Poco después
Miranda tuvo frente a su rostro la intimidad de la otra.
-Y ahora yo lamo
tu parte privada y tu haces lo mismo con la mía. Vamos a ver cual de las dos
acaba primero.
Poco después de
eso la pelirroja algo cálido y húmedo acariciando su sexo. La lengua de Sofía tocando su sexo.
Siguieron las dos
entregándose a la lujuria. Estuvieron así hasta que ambas acabaron.
Miranda fue la
primera que acabó desbordada por el placer de ese sexo oral.
Para terminar con
aquel encuentro sexual Sofía se recostó sobre ella. Hizo que la pelirroja
abriera sus piernas para que sus sexos entraran en contacto.
Asi terminó aquel
momento. Con la oscuridad como lo único que ocultaba sus cuerpos desnudos, los
fluidos de los sexos entremezclándose, la calidez, los gritos de placer de
ambas al llegar a la cumbre del placer.
Miranda abrazó a
Sofía. Tenía sus pechos como almohada.
-Gracias por
entenderme. Por aceptar hacer esto conmigo.
-Tranquila,
preciosa. Solo duerme. Duerme y ten esperanza de que encontrarás un nuevo amor.
Se dieron un
último beso antes de dormirse.
Miranda durmió
hasta despertarse por la mañana, pero Sofía no.
La de pelo negro
se despertó en medio de la noche e hizo algo de lo que la pelirroja no se
enteraría hasta que pasaran unos cuantos años y luego siguió durmiendo.
Llegó la mañana.
La luz del sol la despertó. Sentía aún aquella calidez. Esa piel junto a la
suya, pero aquella mañana reaccionó diferente a ese contacto.
-¡¿Qué me has
hecho, pervertida?! ¡Te has aprovechado de mi!
Sofía se despertó
algo confundida.
-¡Rayos! ¿Qué
hora es?
-¡¿Eso qué
importa?!
-¡¿Escuchaste lo
que te dije?!
Miranda se
sonrojó al ver su cuerpo.
-Por favor. Ponte
algo. Y dame mi ropa. ¡Quiero irme ya! ¡Debo volver a casa!
Sofía tomo las
bragas de su compañera.
-¿Al menos puedo
quedarme con esto como recuerdo de esta noche?
-¡Claro que no,
pervertida!-le respondió quitándole de las manos aquella prenda-. Y tienes suerte
de que no piense demandarte por haber abusado de mi. No lo haré porque después
de la ceremonia de egresados no quiero volver a verte nunca más. Y si te
demandara tendría que verte en un juzgado.
Miranda se vistió
algo nerviosa y con un notable sonrojo por como la otra admiraba su cuerpo.
-¡Deja de mirarme
así! ¡Vístete tu también! ¡Acompáñame hasta afuera!
-De acuerdo.
La acompañó hasta
la calle.
-¡Hey Miranda!
Antes de que te vayas tengo que decirte algo.
-¿Qué?
-Estuviste
maravillosa, guapa. Nunca olvidaré esa noche.
-¡Pervertida!
La pelirroja
finalmente se retiró.
Sofía sonrió. Una
sonrisa de insuperable satisfacción.
-No me dejaste
tus bragas, pero tengo eso otro muy especial para recordar esa noche. ^^
No hay comentarios:
Publicar un comentario