viernes, 11 de enero de 2013

19-Corrompida.


     Miraba televisión aquella noche de sábado. En el hospital en el que trabajaba habían hecho un cambio de turnos de último minuto, pero solo por esa semana.
     A esa mujer pelirroja le repugnaba un tanto la presencia del "nuevo integrante de la familia". Como lo llamaba su hija.
     Los tres juntos miraban una película.
    Alex se sentía algo incomodo.
     En cambio Priscila ignoraba bastante la presencia de su progenitora. Y en momentos hacía comentarios algo picantes. Sobre lo que tenía ganas de hacer con él en la habitación.
El chico se ruborizaba un poco y miraba de reojo a la adulta de mirada penetrante. 

    Con un rostro tan bello. Hermoso y a la vez tan temible. Intimidante.
     Era como la belleza de un eclipse de sol.
     Bello, pero con probabilidades de hacer mucho daño si lo miras directamente.

-Pris, haremos lo que quieras, pero ya párale-le dijo en voz baja a su novia algo nervioso.
-¿Qué problema hay si te digo que me cojas por el culo? Eres mi novio, ¿no?
     -El problema está a tu izquierda. Por allá.
     Priscila miró hacia donde su novio le indicaba y vio a su madre mirándola de costado con el ceño fruncido.
     -Ya veo. ¿Quieres divertirte con nosotros, mami? Sé que estás oxidada por la falta de práctica, pero podemos divertirnos mucho juntos. Anímate. 
     La mujer pelirroja ocultó su sonrojo levantando un poco la voz y simulando una gran indignación por las palabras de su hija.
     -¡Ya deja eso! ¡Hagan lo que quieran! ¡Trato de prestar atención a los avengers salvando al mundo! ¬¬
     -Me está gustando mucho-dijo Priscila-. Pero me interesa un poco más la versión porno. Quiero verla también. -Miró a Alex-. ¿Cuál es tu favorito de ellos, amor?
     -Iron man.
     -Qué raro. Juraba que dirías que era viuda negra. Scarlet Johannson. Podría darle una noche entera y luego toda la mañana.
     Priscila babeó un poco al decir esas palabras.
Miranda se levantó del sillón que ocupaba. Decidida a irse.
     -¿No te quedas a ver el final, mami?
     -No. Con ustedes dos es imposible ver algo. Me siento como si estuviera con tu hermano y tu cuando eran más chicos. No cierran la boca.
-Miranda.
     Miró a Alex con una mirada que era como una espada super afilada volando hacia él.
     Siempre se quedaba inmóvil ante ella cuando lo miraba así. Apenas podía hablarle.
     -Si... Si quiere. Le prestó el dvd. Para... Ya sabe... La vea cuando tenga tiempo.
     Miranda se le acercó y levantó una mano.
     Alex cerró sus ojos. Estaba seguro de que lo golpearía o algo. Pero solo sintió una mano sobre su cabeza.
     Lo acariciaba. Como a una mascota.

     -Eres muy amable, pequeño insecto. Gracias.
     Luego retiro su mano y se la quedó viendo así: O__O.
     -Siempre un gusto estar en su compañía.
     -Mientes, pero no me interesa. Y más vale que no hagan tanto ruido. Si me despiertan por estar cogiendo como animales salvajes el que va a amanecer con el ano dilatado vas a ser tu Alex. ¬¬

     Se retiró a su habitación. Como todas las noches antes de acostarse dio una mirada a una vieja foto familiar que tenía en una repisa.
     En la cual estaban sus hijos cuando eran niños, ella y su difunto esposo.
     -Buenas noches, mi amor. Que estés bien donde quiera que estés, pero si cuando llegue me entero que te acostaste con otra te destrozaré y lo mejor será que podré darte una eterna paliza porque no podré matarte. Ya estás muerto.
     Se cambió de ropa. Dormía solo con una camiseta y unos pantalones cortos. Llevando debajo su ropa interior. No le gustaban los pijamas ni los camisones.
     Se acostó y cerró sus ojos.
     Mientras dormía escuchó algunos ruidos.
     Seguro provenían de la habitación de Priscila. Pero no se despertó por ello.
     Si se despertó cuando sintió algo. O mejor dicho a alguien.

     Fuera quien fuera estaba sentado al borde de la cama y acariciaba sus piernas suavemente.
     No reaccionó muy rápido en un principio porque estaba medio dormida.
      Pero cuando pudo intentó incorporarse. Averiguar a quien debía darle una paliza por atreverse a tocarla.
     Una mano de aquella persona paso a su cintura. Y de ahí se dirigió hacia debajo de su remera y apretó un poco su pecho izquierdo.
     El placer que sentía por ese suave tacto también la distraía un poco.
     -No... Detente... Ya basta. No me toques. ¿Quién rayos eres? Te voy a ma...
     Sus palabras fueron detenidas por unos labios posándose sobre los suyos.
     Fue besada. Con pasión. Con lujuria.
     Esa lengua intrusa probando el sabor de sus labios y su boca la había excitado un poco más.
     Pero no quería. No quería ceder.
     Al terminar ese beso sintió la lengua acariciando sus labios.

    Miranda como por acto reflejo. Reaccionó correspondiendo esa lamida. Acarició la lengua de quien la había besado con la suya.
     -Qué rico besas, mi preciosa suegra.
     Escuchó el tono de voz de ese adolescente. Era Alex.
     Se había excitado por las caricias y los besos de su yerno.
     Se sentía sucia y pervertida. Y lo peor era que le estaba importando poco en ese momento. O quizá eso era lo mejor.
     -¡Detente!-dijo con voz firme-. Ahora vas a ver lo que es bueno.
     -No. Tu lo harás, Miranda.
     Mientras ella trataba de apartarlo él levantó su camiseta y luego un poco su sostén.
      Liberó los pechos de aquella madura mujer pelirroja.  Empezó a besar esos pechos que tanto deseaba probar. Hizo que se recostara para que estuviera más cómoda.
     Miranda no pudo contenerse. Empezaba a gemir y desear más.
     -¡Ah! No... Ay... Basta. En serio.
     Alex dejo de chuparle los pezones para besarla en el cuello. Tomó una mano de la pelirroja y la llevó hacia su miembro.
     En ese momento noto que estaba desnudo.
     Miranda lo tenía. En sus mano. Ese miembro rígido como roca. Casi sin pensar empezó a mover su mano. A masturbarlo.
     Mientras él mordía y lamia su cuello lo masturbaba. Estaba siendo dominada. Por su perversión. Su deseo de sentirlo dentro de ella. De probarlo.
     El deseo la llevó adelante. Lo empujo. Se lo quitó de encima.
     Alex quedó recostado sobre la cama.
     Ella se ubicó entre sus piernas.
     Se dejó llevar. Lamió su miembro. Lo acarició con su lengua.
     Lo introdujo en su boca. Se lo metió completamente. Pero no era su intención que acabara así.
     Se apartó. Sentía su saliva mezclada con líquido pre seminal escurriéndose por la comisura de sus labios.
     Quería más. Quería sentirlo. Pero ya la parte de ella que la hacía retroceder. Había recuperado algo de terreno.
     -Mira lo que me has llevado a hacer. ¡Sal de mi habitación ahora! No quiero seguir con esto. No es correcto. Vete.
     Alex ignoró sus palabras y puso sus manos sobre la cintura de la pelirroja. Su intención era quitarle los pantalones cortos y las bragas de una sola vez.
     Miranda pataleaba. Quería detenerlo.
    A pesar del forcejeo Alex pudo bajarle sus pantalones y sus bragas hasta los tobillos.
    Y ahí se detuvo.
     Luego levantó las piernas de Miranda, quien quedó delante de él con sus piernas juntas.
Podía ver el sexo húmedo de la pelirroja y su ano.
    -Dices que no quieres, pero estás muy húmeda. Estás excitada.
     Se sonrojó.
    -Para. No digas eso. Déjame. En serio.
    Ya no hablaba agresivamente.
    Lo suyo era una súplica.
    Poco después sintió la caricia en su sexo. Suspiró por el placer que sintió.
    Lo estaba sintiendo otra vez. Le practicaba sexo oral. Y ella ya simplemente se entregaba al placer. Sintiendo algo de culpa.
     Mientras él delineaba los labios de su sexo, probaba la entrada de su vagina y rozaba su clítoris ella lloraba. Pensando que estaba siendo infiel. Y su voluntad estaba rota. No quería detenerlo. Ya no podía.
     Alex terminó penetrándola con sus dedos. Comprobando que ya estaba más que lista para la penetración.
     Terminó de quitarle las prendas que estaban sobre sus tobillos. Y le quito la camiseta y el sostén. La quería probar bien. Por completo. Con su piel al descubierto.
    Se posó sobre ella. Y rozó su sexo con su miembro. Ella gimió y escuchó las palabras que le decía al oído.

    -Pídemelo.
    -No. No puedes pedirme eso.
    -Entonces quieres terminarlo así.
    Suspiró.
    Le dolía reconocerlo.
    -No. No así. Quiero sentirte dentro de mí.
    La beso. Invadió su boca una vez más por un momento.
     Miranda pensó que ya la penetraría. Pero no fue así.
    -No estuvo mal, pero quiero que seas sucia. Pídemelo de forma pervertida.

     Miranda solo cerró sus ojos. Se decía que solo sería su voz. El placer hablando. No ella. Si lo hacía quería que fuera una vez y saliera bien.
    -Cógeme duro. Dame duro con tu verga rica, mi amor. Quiero tu leche. Lléname toda.
Luego se mordió el labio inferior. No podía creer que había dicho eso.
     Alex la penetró poco después. Empezó con los movimientos de su pelvis. A cogerla para que ella delirara de placer.
     Miranda lo sintió en su interior y empezó a jadear. A gemir. Años había pasado sin sentir esa calidez. El calor de otro cuerpo. Un miembro invadiendo su ser.
     Lo abrazó. Como demostrando que quería más. Que no quería que parara ni aunque empezara la tercera guerra mundial en ese mismo momento y cayera un misil en algún vecindario cercano.
     -¡¿Te gusta, Miranda?! ¡¿Quieres más duro, suegrita?!
     -Ah... Ah... Si paras...
     Se detuvo para dar un fuerte gemido.
    -Si paras... Juro que te golpearé.
     Miranda se puso inquieta. Dejó de abrazarlo. Apretó la sabana con sus manos. Mordió sus labios. Sentía la cumbre del placer muy próxima. Lo deseaba. Quería sentirlo. Pero pensó en algo que la alarmó un poco.
     -Solo... No acabes así...
     -¡Voy a acabar!
     -¡No! ¡No acabes dentro! Podrías...
     Pero ya era tarde. Ambos acabaron dando fuertes gemidos.
     Miranda se acostó. Ya con resignación sintiendo mucho placer al sentir el semen inundando su sexo. Cálido, espeso.
     -Ya no hay remedio. Ah... Déjame hasta la última gota.

     Alex retiró su miembro.
     Miranda pensó que en ese momento su sexo debía estar escurriéndose por la cantidad de semen que le había echado su yerno
     Solo estuvo recostada. Con sus ojos cerrados. Respirando profundamente. No sabía qué hacía Alex.
     Pero no mucho después lo supo. Sintió la tela de la sabana sobre sus tobillos.
     -Oye ¿Qué haces? Me aprieta un poco.
     -Es la idea. Que no te sueltes.

     Alex hizo que se pusiera boca abajo.
     Miranda quedo en cuatro sobre la cama. Con sus piernas juntas. Apoyándose con sus manos.
    Al estar en esa posición no pudo evitar ponerse un poco húmeda. Le encantaba esa posición.
    Alex prosiguió acariciando el sexo de su suegra. La masturbó por unos minutos.
    Ella gemía despacio.
    -Sí... Se siente rico. Así. Despacio. Oh...
     Luego sintió que un dedo de Alex se posó más arriba. Entre sus nalgas. Sobre su ano.
    -¡Eso no! ¡Duele! Además es sucio.
    -Tendrá que ser por la fuerza. Como pensé.
    -¿Qué has dicho?
    Se dispuso a penetrarla por el ano.
     Ella al tener las piernas atadas no pudo resistirse mucho. Sintió con dolor el glande entrando de a poco en su ano. Causándole dolor.
    -¡Detente! ¡Duele!
    Alex se posó sobre ella para tomar sus manos. Para que no pudiera apoyarse y quedara recostada boca abajo. También la había inmovilizado por completo.
    Miranda dejó de resistirse. Pensó que si tenía que pasar que pasara y que fuera lo menos doloroso posible. Si se resistía podía provocarlo a ser más violento.
     Lo escuchaba gemir. Y sintió pocos minutos después algo sorprendida que su sexo reaccionaba por aquello. Se estaba poniendo húmeda.
    Sentía con indignación por ella misma que esa situación de dolor y sumisión la excitaba.
    -Te escucho gemir. Te está gustando, Miranda.
    -¡No! ¡Detente ya!
     Mentía inútilmente.
     Sentía sus fluidos escurriéndose por sus muslos. Su ano ya se acostumbraba a la invasión de ese miembro. Se dilataba un poco.
     Gozaba con las continuas embestidas de Alex a su apretado interior.
     Dio un fuerte grito de placer cuando lo sintió acabar. Llenando su ano con semen.
    A Alex le costó un poco retirar su miembro porque esa parte se contraía cuando llegaba el orgasmo.
    Esa calidad cavidad presionaba su pene como exprimiéndolo. Sacándole toda su esencia.
    Poco después Miranda sintió un alivio cuando el chico retiró su miembro y a la vez placer a pesar del ardor en su ano.
    Alex la desató y la ayudó a recostarse boca arriba. Le practico sexo oral. Llevándola a sentir varios orgasmos más. Le daba placer para compensarla por l dolor que la había hecho sentir.
    Ella se durmió poco después. Ya agotada. Desbordada por tanto placer.





     La luz que se filtraba por las cortinas de la ventana la despertó. Acostada frente a ella estaba Priscila mirándola sonriente.
     La chica de cabello negro solo tenía puesta su ropa interior.
     La pelirroja sentía el ardor en sus mejillas.
     -¿Tuviste un lindo sueño?
    ¿Un sueño? ¿Había sido solo un sueño?
     Miranda sintió alivio al saber que no había sido real ese momento en que presa de su lujuria había dejado que Alex tuviera relaciones sexuales con ella. Aunque una parte de su mente muy oculta sentía decepción y deseo. De sentir el semen corriendo en su interior de verdad y no en un sueño.
     -Conozco esa expresión. Tanto que podría jurar que en este momento tú estás…
     Priscila fue llevando su mano lentamente hacia la entrepierna de su madre.
     -¿Qué diablos haces? Tu…
     -Esto hago.
     Gimió de placer al sentir el tacto en su intimidad.
     La de pelo negro azabache puso un dedo entre los labios de la vulva. La masturbaba apenas moviéndolo. Sabía bien que un leve movimiento bien hecho podía encender un sexo. Fuera masculino o femenino.
     Miranda gemía y respiraba algo agitada.
     -No… Ya… ¡Ah!
     -Mancha mi mano, mami. Deja salir tu esencia.
     -¡No!
     Apartó a su hija dándole un fuerte empujón.
     Priscila cayó de la cama. Se levantó poco después muy sorprendida.
     -¡Oye! Eso me dolió.
     -¿Te dolió? ¡¿Te dolió?! Te equivocas. Esto te dolerá de verdad.
     Miranda se levantó. Por la repentina furia que sintió su excitación se fue al diablo y le dio una bofetada a su bella hija.
     -¡¿Tengo que repetirte las cosas mil veces como a una niñita o qué?! ¡Soy tu madre! ¡No dejaré que hagas esas cosas conmigo! ¡Ya entiéndelo!
     Priscila solo reaccionó agachando la cabeza con su mejilla derecha que ahora tenía un color carmín muy notable. Sentía ardor en esa parte de su rostro.
     -¿Qué hora es?
     -Son las 6 de la mañana, mamá.
     -Ah. Mi despertador no sonaría hasta las 6:30 AM. Pero ahora ya no creo que pueda volver a dormirme. Ahora sal de aquí chica castigada. Sí, estás castigada.
     Miranda prosiguió con su costumbre de todas las mañanas en que tenía que ir al hospital. Una ducha, se vestía con algunas de las prendas que tenía siempre preparadas para salir al trabajo y un desayuno.
     Más tarde al terminar de vestirse bajó por las escaleras. Antes de ir a desayunar de se acercó a la nevera y la abrió para tomar una botella con agua fría para beber un poco.
     -Buenos días, Miranda.
     Al escuchar la voz de Alex se sorprendió. Apartó la botella de sus labios y empezó a toser algo sonrojada.
     -Bue… Buenos días.
     Había intentado decírselo mirándolo directamente, pero no podía. Al mirarlo recordaba lo que habían hecho en ese sueño. Lo que él le había hecho en ese sueño.
     Desayunó junto con su hija y su yerno. Sintiéndose algo nerviosa todo el tiempo.
     Priscila la observó todo el tiempo. Extrañada por su comportamiento.
     Miranda se despidió de su hija dándole un beso en la mejilla como acostumbraba. En cambio a Alex ni lo tocó.
     -Adiós, pequeño insecto-le dijo sin siquiera mirarlo.
     Poco después se fue conduciendo su auto.
     -Qué raro. Tu mamá me habla y siempre me trata de forma un poco agresiva. Pero parece que hoy directamente no tiene ganas de verme o hablarme.
     -Lo sé. Actuaba un poco extraño.
     La bella adolescente señaló la mejilla que había sufrido la bofetada e hizo puchero.
     -Me duele. Dame un besito para que se sienta mejor.
     Alex le sonrió. La besó en la mejilla. Luego en la comisura de sus labios.
     Se besaron. Ese fue el punto de partida. Poco después ambos terminaron en el sofá de la sala entregándose a la lujuria de nuevo.




     Ambas entraron en una de las habitaciones que estaban destinadas a la atención de pacientes en el hospital y cerraron la puerta para que nadie las molestara durante su momento de descanso.
     Miranda ocupó una de las cómodas sillas que estaban en ese lugar. Realmente necesitaba relajarse un poco. Se quitó el guardapolvo que solían usar los doctores allí. Frente a ella estaba sentada una amiga de ella.
     La doctora Reira Estevez se había vuelto su mejor y más íntima amiga. Siempre tenían momentos a solas durante los descansos.
     Pasaban tiempo conversando sobre sus cosas de la vida cotidiana. Sucesos del día en el hospital. Sobre sus respectivos hijos. Se confiaban muchas cosas.
     La pelirroja sinceramente la consideraba una hermana.
     -Pareces algo tensa, Miri. ¿Qué te sucede? ¿Pasa algo con tu hija o algo asi?
     -No. Ella está bien con el gusano pestilente de su novio.
     Reira se rió al escucharla decir eso.
     -Eres muy mala. Veo las fotos que sube en su facebook en las que está con él y todo su grupo de amigos. Se la ve muy feliz. Aceptalo. Debe ser un buen chico.
     -Creo que no llegaré a aceptarlo ni cuando lleguen a pasar diez años desde su casamiento y tengan hijos y todo.
     -Me parece que tu en el fondo lo quieres. Solo que eres un poquito tsundere.
     -¿Tsundere?
     -¿Qué rayos significa eso?
     -Algo relacionado con los animés. Mis hijos ven mucho de eso. Olvídalo.
     Miranda suspiró.
     -Qué día duro. Tuve una… Terrible pesadilla. No puedo dejar de pensar en ello.
     -¿Pesadilla? Cuéntame. Quizá pueda decirte algo que te haga sentir mejor y ya no estés tan tensa.
     -Mejor no. Prefiero no hablar de eso. Ya se me pasará.
     -También debe ser algo difícil para ti no estar tensa si ya has pasado tanto tiempo sin… Ya sabes.
     -No menciones eso. Al contrario de lo que todos piensan se puede vivir sin tener relaciones sexuales.
     -¡Vamos! Es imposible que estés contenta teniendo un dildo vibrador como compañero de cama.
     Dejaron ese tema y siguieron conversando un rato más. Hasta que…
     -¿Sabes qué? Ya no puedo verte así. Tan tensa. Quitate algo de ropa. Y recuéstate en una camilla. Te haré unos masajes. Soy buena de verdad. Te relajará.
     -Te lo agradezco, amiga. Pero en verdad no es necesario. No te molestes.
     -Pero si no es ninguna molestia ayudar a una amiga, tonta. Dejame hacerlo. En serio.
     A Reira le tomó unos minutos convencerla.
     Poco después Miranda se quedó en ropa interior y se subió a una camilla. Se recostó boca abajo por orden de su amiga. Cerró sus ojos y poco después sintió las manos de su amiga. En un primer momento se tensó porque las sintió frías. Pero poco después se acostumbró.
     Comprobó que su compañera de trabajo realmente no le mentía.
     Ese masaje le gustaba. Hacía que se sintiera mejor.
     Reira recorrió con sus manos desde sus hombros hasta la parte baja de la espalda. Había ocultado muy bien sus verdaderas intenciones bajo ese masaje como favor de amiga. Al tocar la piel de Miranda no podía evitar excitarse un poco. Siempre había deseado un contacto físico con ella que no fuera un beso en la mejilla al saludarse o un abrazo. Se relamió varias veces mientras realizaba su tarea.
     -Mmmmm. Sigue. Me gusta. ¿No pensaste en ser masajista antes que dedicarte a estudiar medicina?
     -No. Pero no eres la primera en decírmelo. Muchas personas me lo han dicho. Ex parejas, relaciones de una noche, mi esposo. Mi tacto simplemente es el punto de partida por el que todos llegan a desearme.
     -¿Puedes atrapar con tus caricias a cualquier hombre?
     -A mujeres también.
     La pelirroja solo se rió tomando aquel comentario como una broma. Ni por casualidad pensó que su amiga se le estaba insinuando.
    Se sonrojó cuando sintió las manos de su amiga sobre sus nalgas.
     -Ah… Oye.
     -¿Sucede algo?-le pregunto Reira sin detenerse.
    No dejaba de masajearla. También apretaba un poco sus nalgas, las cuales estaban muy firmes.
     -No. Sigue.
     Miranda se estaba excitando un poco por lo que le hacía su amiga. Cerró sus ojos. Y solo dio leves gemidos que su amiga realmente no llegaba a escuchar desde su posición. Sus nalgas eran uno de sus puntos débiles.
     Pasados unos minutos Reira se detuvo.
     Para ese momento Miranda sentía que su sexo se había humedecido un poco.
     -Gracias amiga.
     -Nada de gracias. Que aún no he terminado. Ahora ponte boca arriba.
     -¿Masaje al frente también? Pero…
     Miranda se dio vuelta en la camilla.
     -Si quieres lo dejamos aquí.
     -No. Sigue. No tengo problema.
     -Pero ahora también. Tengo que quitarte esto.
     Reira se colocó detrás de ella y le desabrochó el sostén.
     Miranda inmediatamente se cubrió al caer su sostén y se sonrojó. En ese momento notó una mirada en su amiga muy diferente a las que comúnmente les dirigía. Con una sonrisa que era común en alguien que ella conocía muy bien: su propia hija.
     La otra se le acercó y la besó en la mejilla.
     -Te ves hermosa con tus mejillitas color carmín, Miri. No te cubras. Soy una mujer. Como tú, ¿no?
     -Disculpa. Supongo que mi reacción debe ser por pasar tanto tiempo en compañía de una mujer que si me ve semi desnuda o desnuda seguro querrá violarme.
     -¿De quién se trata?
     -De mi hija. Es bisexual y quiere incesto conmigo.
     Miranda se recostó.
     Reira siguió adelante. Puso una mano sobre el vientre de su amiga y la otra la dirigió hacia sus piernas. Siguió acariciándola. La miró fijamente. A los ojos. Ya hacía evidente cual era su intención.
     -¿Qué pretendes? ¿Por qué me miras así?
     -¿Aun te va hacerte la desentendida? Está bien. Si así lo prefieres.
     Se le acercó para besarla.
     La pelirroja apartó su mirada para evitar que sus labios se encontraran.
     Siguió intentando hasta que finalmente la pudo besar.
     Miranda estaba inquieta sintiendo esas caricias y su boca siendo invadida por esa lengua que sin su permiso había entrado para revolcarse con la suya.
     Reira llevó la mano que tenía en el vientre de su amiga hacia los pechos, los cuales empezó a tocar y acariciar. Pellizco suavemente los pezones. Luego hizo que la otra perdiera el control completamente. Llevó su otra mano a la entrepierna de la pelirroja. Frotó su sexo con sus dedos. Haciendo énfasis en el clítoris.
     Para ese momento ya tanto una como la otra estaban muy excitadas. Se daban besos que solo concluían cuando ya no podían ignorar más la necesidad de oxigeno.
     Hicieran que sus lenguas hicieran contacto y se rozaran antes de ir por más.
     Miranda ya con su razón apagada por el momento quería quitarse sus bragas, pero la otra se encargó de hacer el trabajo por ella.
     También la acomodó al borde de la camilla y levantó sus piernas. Quedando su sexo húmedo que pedía atención y su ano.
     Se excitó aún más al pensar que era como en su sueño.
     Sintió la calidad y húmeda lengua de su amiga, su compañera de trabajo en ese hospital. La excitaba pensar que mientras los demás seguían con su descanso basado en comer algo y conversar ella habían optado por una variación lujuriosa. Cargada de perversión.
     Miranda gemía de placer. Cubría su boca con una mano para no dejar escapar de sus labios algún ruido que pudiera llamar la atención de alguien fuera de esa habitación.
     Reira se deleitó con el sabor del sexo de su amiga. Había ansiado tanto probarla. Bebía incansablemente la esencia que brotaba fruto de la excitación. Sintió una gran satisfacción cuando escuchó un grito de placer que la otra no pudo contener y luego de eso el cálido liquido derramándose en su boca. Poco después se apartó
     Sentía el calor. Su sexo húmedo por la excitación. Supuso que su amiga no se animaría a ayudarla a lidiar con esa humedad por lo cual llevó la mano bajo sus pantalones y luego bajo sus bragas.
     -No, no hagas eso-le dijo Miranda quien ahora estaba sentada al borde de la camilla-. Acercate.
     La obedeció. Se colocó frente a ella y cerró sus ojos.
     -Oh, Miri.
     Suspiró.
      -Me gustas tanto.
     Miranda le quitó la blusa y solo apartó su sostén en vez de quitárselo. Empezó besándole el cuello. Le daba suaves mordidas, la lamia.
     Fue por sus pechos. Los lamió. Rozó los pezones de su amiga con los dientes. Los Chupó con ansias, con deseo. Parecía querer alimentarse de ella. Sacarle leche.
     A diferencia de su amiga a Reira poco le importaba que alguien pudiera escuchar algo y entrar para descubrir a las dos en esa sesión de sexo lésbico. Gemía y la abrazaba mientras la otra degustaba sus pechos.
     -¡Ah! ¡Sí! ¡Tu boquita me vuelve loca! ¡Ah!! ¡Tómame ¡ ¡Cómeme toda! Tienes de sobra y solo para ti.
     Miranda siguió adelante tocando con la punta de la lengua el vientre de su compañera. Dandole suaves lamidas para luego quitarle los pantalones y las bragas de un solo tirón.
      -Vaya. Sí que no quieres perder tiempo.
     -¿Por qué hacerlo?
     La pelirroja acercó lentamente su rostro a la entrepierna de su amiga. Lamió los labios de la vulva. Se tomó su tiempo para calentar su sexo. Probó los fluidos de la otra.
     Reira gemía y suspiraba de placer. Sentía sus piernas temblando. Se preguntaba si podría mantenerse en pie mucho más. El placer hacia que sus piernas flaquearan.
     -Así. ¡Ah! Ve más profundo. ¡Hazme acabar con tu lengua! ¡Oh, Miri!
     Poco después se detuvo para masturbarla.
     Miranda la penetró con sus dedos. La miraba a la cara para ver la expresión que tenía al sentir esa penetración. Luego siguió practicándole sexo oral. Fue más profundo como la otra le había pedido. Prácticamente había metido su rostro en la intimidad de la otra.
     Reira empezó a gemir descontrolada cuando sintió que su amiga prácticamente  penetraba su vagina con su lengua. Ese beso apasionado a su sexo la estaba llevando al orgasmo. Estuvo a punto.
     Entonces sintió algo que no esperaba.
     Una mano entre sus nalgas. Los dedos empapados en fluidos rozando el ano.
     Sintió un dedo penetrándola por detrás mientras la lengua de su compañera lo hacía por delante.
     Se mordió los labios para contener un fuerte gemido. De placer mezclado con dolor.
     Miranda la lamia y la vez la penetraba fuerte por el ano. Parecía no importarle el dolor que pudiera causarle.
     Mientras su compañera gemía su nombre la pelirroja en su mente no la correspondía.
     En ese momento febril. De pasión, de calor y lujuria ella pensaba en el nombre de otra persona. De otra mujer.
     -Sofía. Sofía.
      Era el nombre que se repetía incesantemente en su mente.
     Cuando Miranda volvió a su yo de frente se encontró a sí misma. Desnuda, con el sabor del sexo de su amiga en su boca, su cuerpo aún temblando de placer.
     La vio a Reira tirada en el suelo con sus bragas y los pantalones por los tobillos y su sostén desacomodado.
     Cerró sus ojos. Sintiendo culpa por lo que acababa de hacer. Sentía vergüenza por ella misma por haberse dejado llevar tal y como en su sueño. Y además con una mujer. Tenía ganas de llorar. Abrió sus ojos cuando sintió un cálido abrazo.
     -Tranquila amiga. ¿Qué sucede?
     -Esto…
     Sollozó.
     -Está mal. Date cuenta de lo que hicimos. Piénsalo bien. Tú tienes familia, tonta. Le acabas de ser infiel a tu esposo y conmigo.
     Reira la besó en la mejilla.
     -Por eso no te preocupes. Mi marido sabe que en cuanto a hombres le soy fiel, pero me dio permiso para hacerlo con mujeres si quiero. Me dijo que si es con una mujer no lo cuenta como infidelidad. Siempre supo que soy bisexual.
     -Piensa un poco en mí también. No quiero hacer esas cosas. Y menos con una mujer.
     -No parecía desagradarte, pero si te vas a poner así… Está bien. Ya no volveré a hacerlo. Lo siento mucho.
     Miranda correspondió su abrazo.
     -No te disculpes. Yo me dejé hacer después de todo. No te sientas mal, ¿si?
     -Está bien. Estamos bien. Tranquila. Buenas amigas como siempre.
     Las dos se arreglaron y salieron de aquel lugar. Supieron que las andaban buscando.
      Ya que por lo que habían hecho se habían tomado un tiempo un poco más extenso de lo que duraba su descanso.

18-Un lindo día soleado


     Jesica se acomodó en la cama mientras leía un manga.
    -Así que tienes planes para hoy, nii-san.
    -Sí-le respondió Alex, quien estaba mirando por la ventana de su habitación-. Pris y yo vamos a aprovechar que hoy no tenemos clases para salir juntos.
    Se escuchó un suspiro.
    -Qué romántico. Él mirando por la ventana ansiando la llegada de su amor. Qué lindo.
    -¡Cállate!-le dijo sonrojándose el chico.
    -¿Por qué no? Si es verdad, ¿no? Tu la amas.
    -Sí, pero... No sé. Me incomoda que digas esas cosas.
    Jesica dejó el manga que leía sobre la cama y se levantó. Se acercó a su hermano.
    -¿Puedo ir con ustedes, nii-san?
    -¡Por supuesto que no! ¿Estás loca?
    -¡No! ¿Qué tiene de malo que los acompañe? Si se besan miro para otro lado y ya.
    -Es una salida de pareja. Si vinieras con nosotros estorbarías demasiado. ¡Demasiado!
     Jesica quedó boquiabierta y reaccionó como si lo que le dijo su hermano la hubiera herido profundamente.
     -¿Te atreves a llamar estorbo a tu dulce nee-chan?
     Él al ser consciente de su actuación le respondió.
     -Es algo que suelo decir y nunca reaccionas así. Ya lo sabes. Es inútil que finjas que vas a ponerte a llorar.
     -Llevame, ¿si? Te regalo algo.
     -No.
     -Ordeno tu habitación por ti por una semana.
     -No.
     -Entonces lo último que se me ocurre…
     La chica que sonrojó.
     -Si me dejas ir con ustedes haré cositas sucias contigo, nii-san.
     Alex no le estaba prestando atención por lo cual no supo si había escuchado bien lo que ella le dijo, pero igualmente la miró frunciendo el ceño.
     -¿Qué has dicho?
     -Fue una broma, nii-san. No tienes que tomártelo así.
     Fue por una almohada y la persiguió por la habitación dándole almohadazos.
     -Te voy a castigar por decir eso.
     -¡Ay no! ¡Detente, nii-san! ¡Ya entendí! ¡Ya entendí! ¡Ayúdame mamá!
     Al estar frente a la puerta de la habitación Jesica esquivó un ataque de Alex, el cual terminó impactando a Priscila, quien acababa de llegar al lugar.
     -Golpeaste a tu novia, mal hombre.
     -¡Tonta! Es tu culpa porque tú lo esquivaste.
     Ninguno de los dos sostuvo a la atractiva chica cuando se desmayó aturdida por el almohadazo que recibió.
      (Al escribir esta parte me imaginaba a Pris con dos grandes X en lugar de ojos. De esta manera: X___X . Lo comento porque se me hacía gracioso imaginarla así y puede que a ustedes también.)
     -¡Pris!-Dijeron al unísono cuando la vieron caer.
      Alex se agachó junto a ella.
     -Solo está algo aturdida-dijo Jesica para tranquilizar a su hermano-. Está bien. Nadie se muere por un almohadazo.
     -Llegó mi final-dijo aún tendida en el suelo Priscila-. Díganle a Alex que lo espero en el cielo para seguir haciendo cositas perver. X__X
     Se sonrojaron al escucharla decir eso.
     Poco después abrió los ojos y se incorporó.
     -¿Qué me pasó?
     -Discúlpame, yo te…
     Se levantó ya completamente recuperada del golpe.
     -¡No importa! Tenemos que salir, Alex. Vamos, mi amor.
     -Es sorprendente-dijo sonriendo Jesica-. Muy enérgica. Debe dejarte agotado en la cama, nii-san.
     -¡No digas cosas como esas así como si nada! ¡Te estás poniendo igual que mamá y eso es grave!
    -No es grave. Tu mamá es genial, Alex.
    Bajaron por las escaleras pensando en salir.
    Sofía los vio bajar. Se sorprendió al notar algo en Priscila de  lo cual Alex se enteraría más tarde.
    Aquella adulta mujer se acercó para despedirlos y luego se acercó para hablarle al oído a Priscila.
    -¿Sabe lo que estás haciendo, traviesilla? ;)
    -No. Ya lo sabrá más tarde. :D




     Ellos caminaban tranquilamente por una peatonal. Tenían toda la tarde para disfrutarla juntos. Como siempre paseaban y compraban algunas cosas.
     Alex le regalaba algunas cosas que ella deseaba mucho. Que en mayoría eran cosas simples, pero que la hacían sonreír mucho cuando las tenían en sus manos.
     Priscila lucía tan adorable en momentos como ese. En una cita.
     Los dos solos pasando tiempo juntos.
     Al chico le llamaba la atención que en ocasiones se mostraba la sonrisa pícara que su novia solo tenía cuando estaba pensando en hacer cosas pervertidas.
     -¿Por qué sonríes?
     -Porque me gusta estar contigo, amor.
     -Mejor dicho… ¿Por qué sonríes de esa manera?
     -¿De qué manera? ¿Ves algo especial en mi sonrisa ahora?
     -Sí, es tu sonrisa de “quiero hacer algo pervertido o estoy haciendo algo pervertido”.
     Al sentir una ráfaga de viento Priscila puso sus manos sobre su falda.
     Algo que Alex no notó. Porque sino hubiera percibido a que se debía ese comportamiento en su novia.
     Priscila lo besó y luego vio la hora en su celular. Ya falta poco para que empiece la película. Debemos volver.
     Regresaron al cine al que habían ido para sacar unas entradas para una película.
     Para llegar debían subir unas escaleras.
     Cuando lo hicieron Alex notó esa sonrisa perversa en su novia.
     La chica de cabello negro sabía perfectamente que alguien podía verla desde abajo. Ver esa parte de ella. Saber eso la excitaba y la ponía algo nerviosa a la vez.
     Ella simplemente lo miró.
     -Ya más tarde sabrás por qué.




     Ya el sol se iba por el horizonte. Los dos caminaban despacio por una plaza.
     Aquella en la que se habían encontrado por primera vez.
     Cuando él solo pasaba por ahí sumergido en sus pensamientos.
     Cuando ella estaba ahí decidida a decirle adiós para siempre a un ingrato amor.
     Ese día en que sus caminos que quizá de otra forma no se hubieran encontrado se unieron para siempre.
     Priscila se detuvo.
     Alex lo hizo también.
     -¿Qué sucede, amor?
     Ella solo le respondió rodeándolo con sus brazos para luego posar sus labios sobre los de él.
     Se dieron un beso apasionado. Que hacia latir rápido sus corazones. Que hacía que en el mundo nada importara más que el hecho de que ellos estaban juntos en ese momento.
     Cuando concluyó ella siguió abrazándolo.
     -Gracias por llegar, Alex. Gracias por estar en mi vida. Te amo, tontito. Soy  tan feliz por tenerte. Siempre quise a alguien como tú. Que me ame por la mañana, por la tarde, por las noches. Los 365 días del año y 366 los años bisiestos. Además ser pervertida contigo es divertido. Aunque te vas soltando con el tiempo tengo la sensación de que nunca termino de corromperte y eso me gusta.
     Eso último que dijo hizo que él se sonrojara.
     Alex la apartó delicadamente y la tomó de las manos.
     -Te amo, Pris. Te amo demasiado. Yo no entiendo como a veces las personas cuando pasan tiempo con alguien que aman llegan a tener esa sensación de que ya no es necesario demostrar  amor o sus sentimientos dejan de ser tan profundos. Porque no hay día en que yo no piense que te amo con todo mi ser y que quiero estar contigo por siempre. No dejo de pensarlo y quiero demostrarte siempre lo que siente. Con palabras, con acciones. No dejo de amarte intensamente ni un solo segundo, Pris.
     En ese momento la veía tan sonrojada. Conmovida por sus palabras.
     La besó.
     -Te amo, preciosa.
     Priscila sonrió.
     -Lamento terminar bruscamente con este momento tan tierno, pero… ¿Aún sientes curiosidad por lo de hoy?
     -¿Eso? Para ser sincero se me había olvidado. Pero me gustaría saber.
      Mentía. En realidad moría de la curiosidad.
     -Bien. Entonces vamos hacia allá.
     Se acercaron a una de las bancas de aquella plaza.
     El chico se sentó por pedido de su novia
     Priscila levantó su falda para que Alex viera que no tenía bragas.
     -Mira.
     -Pris… Saliste sin…
     -Sí.
     Se sentó a su lado. Lo besó. Expresándole de esa manera que era lo que quería. Con lujuria. Acarició la entrepierna de su amado. Lo sintió. El miembro de su chico poniéndose rigido. Acallaba sus gemidos con besos.
     -Pris. Detente. ¿O acaso quieres?
     -Sí, eso quiero precisamente.
     -No puedes estar hablando en serio. Ya casi no pasa nadie por aquí  esta hora, pero alguien nos podría ver.
     -Lo sé. Eso me excita. Es tentador.
     Aunque Alex pensaba que aquello era incorrecto ya no podía negarse al deseo de su amada. Ese tacto y los besos que daba eran atrapantes y lo conducían a querer más y más.
     -Dime que no quieres y no te creeré.
     Lo miró fijamente con la lujuria reflejada en su rostro.
     -Está bien. Hazlo ya, amor.
     Ella prosiguió besándole el cuello al tiempo que con sus manos se encargó de desabrochar sus pantalones y luego bajó el cierre dejando a la vista su ropa interior. Cuando llegó a ese punto le dio una mordida arrancándole un gemido.
    -Pris-gimió su nombre sintiendo placer.
    -Sí, voy a devorarte. Todo entero, mi Alex.
    La bella adolescente de cabello negro apartó la ropa interior. Dejando libre por fin ese miembro rígido. Y procedió a masturbarlo.
    Él gemía al tiempo que escuchaba lo que ella decía.
    -Somos unos chicos muy malos, ¿no, amor? Quizá alguien ya nos haya visto. Somos pervertidos. Somos terribles. Quizá deberían castigarnos. Aunque quizá podríamos encargarnos nosotros mismos de alguna manera.
     Se acercó para hablarle al oído.
     -Quiero que me castigues. Me ates las manos y me hagas lo que quieras. Que me des nalgadas. Mi cuerpo a tu pervertida voluntad hasta que caigas rendido. Y luego me tocará a mi. Castigarte. Hacerte lo que me de la gana. Meterte dedo. O quizá hasta te penetre con un strap on.
     Mientras Priscila masturbaba a Alex y le decía perversidades al oído alguien los observaba a lo lejos. Se iba acercando poco a poco. Se excitaba mirándolos.
     Era una chica de baja estatura. Tenía puesta una falda escocesa de color negro con rojo que tenía cruces negras y blancas y una blusa negra escotada que resaltaba sus humildes atributos. En su brazo derecho tenía un mitón y un colgante rodeando parte de su antebrazo que llevaba un dije en forma de corazón. En el brazo izquierdo tenía un calentador de brazo de color negro. Calzaba unas sandalias negras. Portaba un estilo de ropa de chica gótica que quizá no coincidía mucho con su rostro de niña y su cabello rubio que le daban un aspecto angelical.
     Priscila no resistió más. Se dio la vuelta y levantó un poco su falda para que no le molestara mientras se sentaba sobre el miembro de su novio para que la penetrara. Soltó su falda cuando lo sintió en su interior y dio un fuerte gemido.
      -Lo quiero todo, amor. Todo. Acaba dentro de mi bien rico. Lléname toda.
     Alex besó su cuello y pasó sus manos por debajo de la ropa de la chica para tocarle los pechos.
     -Eres deliciosa, Pris.
     Se excitaban ambos haciendo lo prohibido. En aquel lugar. Donde cualquiera podía verlos.
     Ya había sucedido aunque ellos no lo habían percibido. Y no solo los había aquella chica.
     También había quienes los habían visto de lejos, pero no pensaron ni por casualidad que estaban haciendo eso y pasaron sin prestarles mucha atención.
     Otros que se alejaron ofendidos por su comportamiento inmoral.
     Priscila se movía rápidamente sintiendo los labios en su cuello. Las delicadas mordidas y las manos acariciando sus pechos. El miembro de su novio penetrando su interior. Rígido como roca. Como a ella le gustaba. Ella se percató de  la presencia de aquel ángel gótico que los observaba. Y por eso cerró sus ojos y se dejo llevar por sus sensaciones para tentarla, para hacerla desear aún más estar en su lugar.
     Alex estaba preocupado porque los vieran y tuvieran serios problemas. Era consciente de que podían arrestarlos por esa pervertida travesura. Pero a la vez completamente dominado por  Pris. Por ese cuerpo sensual que nunca tenía suficiente. Que siempre anhelaba más perversión, más lujuria y más placer.
     La chica gótica metió su mano bajo su falda se tocó tímidamente por encima de sus bragas. Pero poco después ya estaba frotando su sexo con sus dedos. Rozaba su clítoris, acariciaba la entrada de su vagina. Gemía con su rostro sonrojado sin perder detalle de lo que hacían los otros dos. Hablaba en voz baja.
     -Quiero… Yo quiero sentirlo también… Quiero… Por favor permíteme.
     Priscila se excitaba mucho sabiendo que era observada y en especial por esa chica de aspecto tan inocente. Arqueo su espalda y acabo al sentir la esencia de Alex dentro de ella. Un orgasmo que la dejó placenteramente aturdida por un momento.
     La chica angelical acabó también. Provocando que sus bragas quedaran empapadas por sus fluidos.
     -Mira nada más, Alex-finalmente habló la pervertida chica cuando pudo recuperarse de aquel orgasmo tan placentero-. Tenemos una espectadora.
     Al saber que era observada retiro su mano de donde estaba y hubiera querido salir corriendo, pero en vez de eso se quedó allí. Sonrojada y con su mirada fija en el suelo.
    Priscila se levantó y se fue acercando a la chica, quien seguía ahí como paralizada.
    -¿Qué harás, Pris?
    -Ya lo sabrás. Y aún no te acomodes la ropa, amorcito. Nos divertiremos un poquito más.
    La chica angelical levantó su mirada para ver el rostro de Pris.
    -¿Te gusto lo que viste?
    -Yo… Ah… Es que…
    -Ni hace falta que respondas. Se te nota en la cara que te gustó. ¿Quieres que cambiemos de lugares? Tú lo haces con mi novio y yo me masturbo viéndolos.
    -Me… Mejor no. No… No sería correcto.
     Esa hermosa gótica quiso irse, pero fue detenida por Priscila.
     La pervertida chica la abrazó por detrás. Y le habló al oído.
     -Que no sea correcto lo hace más tentador. Y a veces la mejor forma de enfrentar la tentación es ceder a ella, amorcito.
     La soltó para ver que decidía hacer.
     Sonrió al ver que decidió no irse y entregarse a la perversión.
     -¿Esta sería tu primera vez?
     -No. La segunda.
     -Genial. Será la primera vez en que mi amor lo hará con una chica sin mucha experiencia. Será algo nuevo para él.
      Alex las vio acercándose.
     -¿Qué pasa? ¿Acaso la conoces a esta niña?
     -Tengo 13 años. No soy una niñita.
     -No. Es que acordamos cambiar de posiciones. Ella coge contigo y yo miro.
      Priscila le quitó las bragas a aquella chica y luego sus sandalias.
     El chico se dijo a si mismo que no podría. Aquella chica realmente tenía el rostro de una niña dulce e inocente. No se hacía a la idea de tener sexo con ella. Al menos en principio.
     Aquella chica angelical se puso de pie frente a él aún sonrojada, pero poco después cambio. La lujuria se fue apoderando de ella al verlo. Inseguro de hacer con ella Pensando en ella como en una niña inocente. Casi se podría decir que se le tiró encima y posó sus labios sobre los de él. Invadió su boca con su lengua.
     Alex la correspondió. Su idea sobre aquella chica fue cambiando rápidamente. Sobre todo cuando la sintió tocando su miembro sin ninguna timidez. Aunque  por su falta de experiencia su tacto no era como el fuego ardiente de las manos hábiles de  Pris que además conocía sus zonas erógenas.
     -Me da ganas de besarla-decía Priscila mientras se tocaba su intimidad-. Quiero saber si besa rico. Pruébala bien, amor. Disfrútala que apenas lo ha hecho una vez antes de este momento.
     -Lo haces bien.
     -¿Soy una niña? ¿Aún piensas que soy una niñita?
     Llevó las manos de él hacia sus pechos.
     La chica gimió mientras Alex masajeaba sus pechos por sobre su ropa.
     El  llevó una mano a la intimidad de aquella gótica angelical rubia. La masturbó mientras seguía tocando sus pechos. Hizo que se pusiera húmeda. No paró hasta que sus fluidos ya casi corrían por sus muslos.
     -Ah… No resisto… Por favor… Cógeme. Penétrame ya.
     Pris al ver a su novio haciendo eso con aquella chica ya estaba ardiendo como un volcán. Se sentía a punto de acabar, pero no lo hizo. Se contuvo porque quería acabar cuando ellos lo hicieran también.
     Alex coloco a esa pequeña gótica de forma de que quedara sentada de frente a él.
     La chica se sentó sobre ese miembro. Se mordió los labios mientras sentía ese miembro penetrándola. En su sexo que hace muy poco tiempo había dejado de ser virgen. Solo no pudo evitar dar un fuerte gemido al sentirlo dentro de ella por completo. Rodeó la cintura de él con sus piernas.
     Alex empezó a moverse. La cogió duro. Sentía con placer como la chica gritaba de placer y se estremecía con cada movimiento que él hacía. Él lado pervertido de él que Priscila había alimentado lo dominaba. Quería llenar a esa linda desconocida con su esencia. Le tentaba hacerlo. Hasta en un momento pensó en algo en lo que no dejaría de pensar por un buen tiempo.
     Cerró sus ojos.
     Mientras penetraba a esa chica en su mente se formó una imagen. Un deseo pervertido. Pensó en otra chica al hacerlo con esa linda gotica. Pensó en una niña casi tan bajita como ella, igual de dotada, pero que tenía el pelo corto y de color negro.
     Al hacerlo con esa chica él pensó con lujuria en su hermana menor. Jesica.
     Priscila no resistió más al verlos a los dos. A su novio besando y cogiendo con deseo a esa chica que parecía salida de otro mundo por lo bella que era. Y acabó derramando su esencia. La cual probó ella misma lamiendo sus dedos con gusto.
     -Espera… Detente… ¡Ah!
     -¿Qué sucede?-le preguntó Alex a la gótica.
     -Yo…
     Se sonrojó.
     -Ya acabé. Lo siento. Y tu aún no. ¡Ah! Pero…
     La chica se apartó. Y luego se agachó frente a él.
     -Puedo hacer esto.
     Aún con su falta de experiencia se dispuso a hacerle sexo oral.
     Alex se excitó mucho al ver a esa chica que parecía una diosa lamiendo y chupando su miembro. Por lo cual acabó no mucho después.
     En ese momento también tuvo el deseo de pervertido de derramar su esencia en la boca de su hermana. Sentía el pervertido deseo de corromperla.
     Poco después él se acomodó la ropa.
     Priscila se quedó con las bragas de aquella angelical chica como recuerdo de ese pervertido momento.
     Decidieron seguir su camino.
     Alex se quedó pensando en esos pervertidos deseos que había tenido en aquel momento. Hasta que su novia lo sacó de sus pensamientos.
     -¿Sabes qué? Me dio su dirección de e-mail. Al parecer está interesada en jugar con nosotros si queremos hacer un trío. Genial, ¿no?
     -Sí, supongo.
     Le respondió ya que aun estaba algo distraído con sus propios pensamientos.
     -¿Solo dices eso? No disimules conmigo, amor. Se nota que te gustó. Cuando acabaste en la boca de esa chiquita le diste la suficiente leche como para que no le haga falta calcio por el resto de su vida.
     -¡Ay Pris! Cuando dices cosas así me recuerdas tanto a alguien.
     -Sé a quién te refieres. Es bueno. Porque tu mamá me agrada mucho.
     -Sí. Lo malo es que a la tuya yo no le agrado.
     -Sí que le caes bien a mi mamá, Alex. Solo que ella es tsundere con algunas personas.
     Priscila suspiró y sonrió de esa forma tan particular en ella.
     -Esta cita estuvo muy divertida. Este fue un buen día.
     Miró a Alex y le guiñó un ojo.
     -Espero que algún día lo repitamos.
     -¿Hacerlo en público? No lo creo.
     -¡Vamos! No pasará nada.