Miraba televisión aquella noche de sábado. En el hospital
en el que trabajaba habían hecho un cambio de turnos de último minuto, pero
solo por esa semana.
A esa mujer pelirroja le repugnaba un
tanto la presencia del "nuevo integrante de la familia". Como lo
llamaba su hija.
Los tres juntos miraban una película.
Alex se sentía algo incomodo.
En cambio Priscila ignoraba
bastante la presencia de su progenitora. Y en momentos hacía comentarios algo
picantes. Sobre lo que tenía ganas de hacer con él en la habitación.
El chico se ruborizaba un poco y miraba de reojo a la
adulta de mirada penetrante.
Con un rostro tan bello. Hermoso y a la vez tan temible. Intimidante.
Era como la belleza de un eclipse de sol.
Bello, pero con
probabilidades de hacer mucho daño si lo miras directamente.
-Pris, haremos lo que quieras, pero ya párale-le dijo en
voz baja a su novia algo nervioso.
-¿Qué
problema hay si te digo que me cojas por el culo? Eres mi novio, ¿no?
-El problema está a tu izquierda. Por
allá.
Priscila miró hacia donde su novio le
indicaba y vio a su madre mirándola de costado con el ceño fruncido.
-Ya veo.
¿Quieres divertirte con nosotros, mami? Sé que estás oxidada por la falta de
práctica, pero podemos divertirnos mucho juntos. Anímate.
La mujer pelirroja ocultó su sonrojo
levantando un poco la voz y simulando una gran indignación por las palabras de
su hija.
-¡Ya deja eso! ¡Hagan lo que quieran!
¡Trato de prestar atención a los avengers salvando al mundo! ¬¬
-Me está
gustando mucho-dijo Priscila-. Pero me interesa un poco más la versión porno.
Quiero verla también. -Miró a Alex-. ¿Cuál es tu favorito de ellos, amor?
-Iron man.
-Qué raro. Juraba que dirías que era viuda
negra. Scarlet Johannson. Podría darle una noche entera y luego toda la mañana.
Priscila babeó un poco al decir esas
palabras.
Miranda se levantó del sillón que ocupaba. Decidida a
irse.
-¿No te quedas a ver el final, mami?
-No. Con ustedes dos es imposible ver
algo. Me siento como si estuviera con tu hermano y tu cuando eran más chicos.
No cierran la boca.
-Miranda.
Miró a Alex con una mirada que era como
una espada super afilada volando hacia él.
Siempre se quedaba inmóvil ante ella
cuando lo miraba así. Apenas podía hablarle.
-Si... Si quiere. Le prestó el dvd.
Para... Ya sabe... La vea cuando tenga tiempo.
Miranda se le acercó y levantó una mano.
Alex cerró sus ojos. Estaba seguro de que
lo golpearía o algo. Pero solo sintió una mano sobre su cabeza.
Lo acariciaba. Como a una mascota.
-Eres muy
amable, pequeño insecto. Gracias.
Luego retiro su mano y se la quedó viendo
así: O__O.
-Siempre un gusto estar en su compañía.
-Mientes, pero no me
interesa. Y más vale que no hagan tanto ruido. Si me despiertan por estar
cogiendo como animales salvajes el que va a amanecer con el ano dilatado vas a
ser tu Alex. ¬¬
Se retiró a su
habitación. Como todas las noches antes de acostarse dio una mirada a una vieja
foto familiar que tenía en una repisa.
En la cual estaban sus hijos cuando eran
niños, ella y su difunto esposo.
-Buenas noches, mi amor. Que estés bien
donde quiera que estés, pero si cuando llegue me entero que te acostaste con
otra te destrozaré y lo mejor será que podré darte una eterna paliza porque no
podré matarte. Ya estás muerto.
Se cambió de ropa. Dormía solo con una
camiseta y unos pantalones cortos. Llevando debajo su ropa interior. No le
gustaban los pijamas ni los camisones.
Se acostó y cerró sus ojos.
Mientras dormía escuchó algunos ruidos.
Seguro provenían de la habitación de
Priscila. Pero no se despertó por ello.
Si se despertó cuando sintió algo. O mejor
dicho a alguien.
Fuera quien
fuera estaba sentado al borde de la cama y acariciaba sus piernas suavemente.
No reaccionó muy rápido en un principio
porque estaba medio dormida.
Pero cuando pudo intentó incorporarse.
Averiguar a quien debía darle una paliza por atreverse a tocarla.
Una mano de aquella persona paso a su
cintura. Y de ahí se dirigió hacia debajo de su remera y apretó un poco su
pecho izquierdo.
El placer que sentía por ese suave tacto
también la distraía un poco.
-No... Detente... Ya basta. No me toques.
¿Quién rayos eres? Te voy a ma...
Sus palabras fueron detenidas por unos
labios posándose sobre los suyos.
Fue besada. Con pasión. Con lujuria.
Esa lengua intrusa probando el sabor de
sus labios y su boca la había excitado un poco más.
Pero no quería. No quería
ceder.
Al terminar ese beso sintió
la lengua acariciando sus labios.
Miranda como
por acto reflejo. Reaccionó correspondiendo esa lamida. Acarició la lengua de
quien la había besado con la suya.
-Qué rico besas, mi preciosa suegra.
Escuchó el tono de voz de ese adolescente.
Era Alex.
Se había excitado por las caricias y los
besos de su yerno.
Se sentía sucia y pervertida. Y lo peor
era que le estaba importando poco en ese momento. O quizá eso era lo mejor.
-¡Detente!-dijo con voz firme-. Ahora vas
a ver lo que es bueno.
-No. Tu lo harás, Miranda.
Mientras ella trataba de apartarlo él
levantó su camiseta y luego un poco su sostén.
Liberó los pechos de aquella
madura mujer pelirroja. Empezó a besar esos pechos que tanto deseaba probar. Hizo
que se recostara para que estuviera más cómoda.
Miranda no pudo contenerse. Empezaba a
gemir y desear más.
-¡Ah! No...
Ay... Basta. En serio.
Alex dejo de chuparle los pezones para
besarla en el cuello. Tomó una mano de la pelirroja y la llevó hacia su
miembro.
En ese momento noto que estaba desnudo.
Miranda lo tenía. En sus
mano. Ese miembro rígido como roca. Casi sin pensar empezó a mover su mano. A
masturbarlo.
Mientras él
mordía y lamia su cuello lo masturbaba. Estaba siendo dominada. Por su
perversión. Su deseo de sentirlo dentro de ella. De probarlo.
El deseo la llevó adelante. Lo empujo. Se
lo quitó de encima.
Alex quedó recostado sobre la cama.
Ella se ubicó entre sus piernas.
Se dejó llevar. Lamió su miembro. Lo
acarició con su lengua.
Lo introdujo en su boca. Se lo metió
completamente. Pero no era su intención que acabara así.
Se apartó. Sentía su saliva mezclada con líquido
pre seminal escurriéndose por la comisura de sus labios.
Quería más. Quería sentirlo. Pero ya la
parte de ella que la hacía retroceder. Había recuperado algo de terreno.
-Mira lo que me has llevado a hacer. ¡Sal
de mi habitación ahora! No quiero seguir con esto. No es correcto. Vete.
Alex ignoró sus palabras y puso sus manos
sobre la cintura de la pelirroja. Su intención era quitarle los pantalones
cortos y las bragas de una sola vez.
Miranda pataleaba. Quería
detenerlo.
A pesar del
forcejeo Alex pudo bajarle sus pantalones y sus bragas hasta los tobillos.
Y ahí se detuvo.
Luego levantó las piernas de Miranda,
quien quedó delante de él con sus piernas juntas.
Podía ver el sexo húmedo de la pelirroja y su ano.
-Dices que no quieres, pero estás muy
húmeda. Estás excitada.
Se sonrojó.
-Para. No digas eso. Déjame. En serio.
Ya no hablaba agresivamente.
Lo suyo era una súplica.
Poco después sintió la caricia en su sexo.
Suspiró por el placer que sintió.
Lo estaba sintiendo otra vez. Le practicaba
sexo oral. Y ella ya simplemente se entregaba al placer. Sintiendo algo de
culpa.
Mientras él delineaba los labios de su
sexo, probaba la entrada de su vagina y rozaba su clítoris ella lloraba.
Pensando que estaba siendo infiel. Y su voluntad estaba rota. No quería
detenerlo. Ya no podía.
Alex terminó penetrándola con sus dedos.
Comprobando que ya estaba más que lista para la penetración.
Terminó de quitarle las prendas que
estaban sobre sus tobillos. Y le quito la camiseta y el sostén. La quería
probar bien. Por completo. Con su piel al descubierto.
Se posó sobre ella. Y rozó su
sexo con su miembro. Ella gimió y escuchó las palabras que le decía al oído.
-Pídemelo.
-No. No puedes pedirme eso.
-Entonces quieres terminarlo así.
Suspiró.
Le dolía reconocerlo.
-No. No así. Quiero sentirte dentro de mí.
La beso. Invadió su boca una vez más por un
momento.
Miranda pensó que ya la penetraría. Pero
no fue así.
-No estuvo mal, pero quiero que seas sucia.
Pídemelo de forma pervertida.
Miranda solo
cerró sus ojos. Se decía que solo sería su voz. El placer hablando. No ella. Si
lo hacía quería que fuera una vez y saliera bien.
-Cógeme duro. Dame duro con tu verga rica,
mi amor. Quiero tu leche. Lléname toda.
Luego se mordió el labio inferior. No podía creer que
había dicho eso.
Alex la penetró poco después. Empezó con
los movimientos de su pelvis. A cogerla para que ella delirara de placer.
Miranda lo sintió en su interior y empezó
a jadear. A gemir. Años había pasado sin sentir esa calidez. El calor de otro
cuerpo. Un miembro invadiendo su ser.
Lo abrazó. Como demostrando
que quería más. Que no quería que parara ni aunque empezara la tercera guerra
mundial en ese mismo momento y cayera un misil en algún vecindario cercano.
-¡¿Te gusta,
Miranda?! ¡¿Quieres más duro, suegrita?!
-Ah... Ah... Si paras...
Se detuvo para dar un fuerte gemido.
-Si paras... Juro que te golpearé.
Miranda se puso inquieta.
Dejó de abrazarlo. Apretó la sabana con sus manos. Mordió sus labios. Sentía la
cumbre del placer muy próxima. Lo deseaba. Quería sentirlo. Pero pensó en algo
que la alarmó un poco.
-Solo... No
acabes así...
-¡Voy a acabar!
-¡No! ¡No acabes dentro! Podrías...
Pero ya era tarde. Ambos acabaron dando
fuertes gemidos.
Miranda se acostó. Ya con resignación
sintiendo mucho placer al sentir el semen inundando su sexo. Cálido, espeso.
-Ya no hay remedio. Ah... Déjame hasta la
última gota.
Alex retiró su
miembro.
Miranda pensó que en ese momento su sexo
debía estar escurriéndose por la cantidad de semen que le había echado su yerno
Solo estuvo recostada. Con sus ojos
cerrados. Respirando profundamente. No sabía qué hacía Alex.
Pero no mucho después lo supo. Sintió la
tela de la sabana sobre sus tobillos.
-Oye ¿Qué haces? Me aprieta un poco.
-Es la idea. Que no te sueltes.
Alex hizo que
se pusiera boca abajo.
Miranda quedo en cuatro sobre la cama. Con
sus piernas juntas. Apoyándose con sus manos.
Al estar en esa posición no pudo evitar
ponerse un poco húmeda. Le encantaba esa posición.
Alex prosiguió acariciando el sexo de su
suegra. La masturbó por unos minutos.
Ella gemía despacio.
-Sí... Se siente rico. Así. Despacio. Oh...
Luego sintió que un dedo de Alex se posó
más arriba. Entre sus nalgas. Sobre su ano.
-¡Eso no! ¡Duele! Además es sucio.
-Tendrá que ser por la fuerza. Como pensé.
-¿Qué has dicho?
Se dispuso a penetrarla por el ano.
Ella al tener las piernas atadas no pudo
resistirse mucho. Sintió con dolor el glande entrando de a poco en su ano. Causándole
dolor.
-¡Detente! ¡Duele!
Alex se posó sobre ella para tomar sus
manos. Para que no pudiera apoyarse y quedara recostada boca abajo. También la
había inmovilizado por completo.
Miranda dejó de resistirse. Pensó que si
tenía que pasar que pasara y que fuera lo menos doloroso posible. Si se
resistía podía provocarlo a ser más violento.
Lo escuchaba gemir. Y sintió pocos minutos
después algo sorprendida que su sexo reaccionaba por aquello. Se estaba
poniendo húmeda.
Sentía con indignación por ella misma que
esa situación de dolor y sumisión la excitaba.
-Te escucho gemir. Te está gustando,
Miranda.
-¡No! ¡Detente ya!
Mentía inútilmente.
Sentía sus fluidos escurriéndose por sus
muslos. Su ano ya se acostumbraba a la invasión de ese miembro. Se dilataba un
poco.
Gozaba con las continuas
embestidas de Alex a su apretado interior.
Dio un fuerte grito de placer cuando lo
sintió acabar. Llenando su ano con semen.
A Alex le costó un poco retirar su miembro
porque esa parte se contraía cuando llegaba el orgasmo.
Esa calidad cavidad presionaba su pene como
exprimiéndolo. Sacándole toda su esencia.
Poco después Miranda sintió un alivio
cuando el chico retiró su miembro y a la vez placer a pesar del ardor en su
ano.
Alex la desató y la ayudó a recostarse boca
arriba. Le practico sexo oral. Llevándola a sentir varios orgasmos más. Le daba
placer para compensarla por l dolor que la había hecho sentir.
Ella se durmió poco después. Ya agotada.
Desbordada por tanto placer.
La luz que se filtraba por las cortinas de
la ventana la despertó. Acostada frente a ella estaba Priscila mirándola sonriente.
La chica de cabello negro solo tenía
puesta su ropa interior.
La pelirroja sentía el ardor en sus
mejillas.
-¿Tuviste un lindo sueño?
¿Un sueño? ¿Había sido solo un sueño?
Miranda sintió alivio al saber que no
había sido real ese momento en que presa de su lujuria había dejado que Alex
tuviera relaciones sexuales con ella. Aunque una parte de su mente muy oculta
sentía decepción y deseo. De sentir el semen corriendo en su interior de verdad
y no en un sueño.
-Conozco esa expresión. Tanto que podría
jurar que en este momento tú estás…
Priscila fue llevando su mano lentamente
hacia la entrepierna de su madre.
-¿Qué diablos haces? Tu…
-Esto hago.
Gimió de placer al sentir el tacto en su
intimidad.
La de pelo negro azabache puso un dedo
entre los labios de la vulva. La masturbaba apenas moviéndolo. Sabía bien que
un leve movimiento bien hecho podía encender un sexo. Fuera masculino o
femenino.
Miranda gemía y respiraba algo agitada.
-No… Ya… ¡Ah!
-Mancha mi mano, mami. Deja salir tu
esencia.
-¡No!
Apartó a su hija dándole un fuerte
empujón.
Priscila cayó de la cama. Se levantó poco
después muy sorprendida.
-¡Oye! Eso me dolió.
-¿Te dolió? ¡¿Te dolió?! Te equivocas.
Esto te dolerá de verdad.
Miranda se levantó. Por la repentina furia
que sintió su excitación se fue al diablo y le dio una bofetada a su bella
hija.
-¡¿Tengo que repetirte las cosas mil veces
como a una niñita o qué?! ¡Soy tu madre! ¡No dejaré que hagas esas cosas
conmigo! ¡Ya entiéndelo!
Priscila solo reaccionó agachando la
cabeza con su mejilla derecha que ahora tenía un color carmín muy notable.
Sentía ardor en esa parte de su rostro.
-¿Qué hora es?
-Son las 6 de la mañana, mamá.
-Ah. Mi despertador no sonaría hasta las
6:30 AM. Pero ahora ya no creo que pueda volver a dormirme. Ahora sal de aquí
chica castigada. Sí, estás castigada.
Miranda prosiguió con su costumbre de
todas las mañanas en que tenía que ir al hospital. Una ducha, se vestía con
algunas de las prendas que tenía siempre preparadas para salir al trabajo y un
desayuno.
Más tarde al terminar de vestirse bajó por
las escaleras. Antes de ir a desayunar de se acercó a la nevera y la abrió para
tomar una botella con agua fría para beber un poco.
-Buenos días, Miranda.
Al escuchar la voz de Alex se sorprendió.
Apartó la botella de sus labios y empezó a toser algo sonrojada.
-Bue… Buenos días.
Había intentado decírselo mirándolo directamente,
pero no podía. Al mirarlo recordaba lo que habían hecho en ese sueño. Lo que él
le había hecho en ese sueño.
Desayunó junto con su hija y su yerno.
Sintiéndose algo nerviosa todo el tiempo.
Priscila la observó todo el tiempo.
Extrañada por su comportamiento.
Miranda se despidió de su hija dándole un
beso en la mejilla como acostumbraba. En cambio a Alex ni lo tocó.
-Adiós, pequeño insecto-le dijo sin
siquiera mirarlo.
Poco después se fue conduciendo su auto.
-Qué raro. Tu mamá me habla y siempre me
trata de forma un poco agresiva. Pero parece que hoy directamente no tiene
ganas de verme o hablarme.
-Lo sé. Actuaba un poco extraño.
La bella adolescente señaló la mejilla que
había sufrido la bofetada e hizo puchero.
-Me duele. Dame un besito para que se
sienta mejor.
Alex le sonrió. La besó en la mejilla.
Luego en la comisura de sus labios.
Se besaron. Ese fue el punto de partida.
Poco después ambos terminaron en el sofá de la sala entregándose a la lujuria
de nuevo.
Ambas entraron en una de las habitaciones
que estaban destinadas a la atención de pacientes en el hospital y cerraron la
puerta para que nadie las molestara durante su momento de descanso.
Miranda ocupó una de las cómodas sillas
que estaban en ese lugar. Realmente necesitaba relajarse un poco. Se quitó el
guardapolvo que solían usar los doctores allí. Frente a ella estaba sentada una
amiga de ella.
La doctora Reira Estevez se había vuelto
su mejor y más íntima amiga. Siempre tenían momentos a solas durante los
descansos.
Pasaban tiempo conversando sobre sus cosas
de la vida cotidiana. Sucesos del día en el hospital. Sobre sus respectivos
hijos. Se confiaban muchas cosas.
La pelirroja sinceramente la consideraba
una hermana.
-Pareces algo tensa, Miri. ¿Qué te sucede?
¿Pasa algo con tu hija o algo asi?
-No. Ella está bien con el gusano
pestilente de su novio.
Reira se rió al escucharla decir eso.
-Eres muy mala. Veo las fotos que sube en
su facebook en las que está con él y todo su grupo de amigos. Se la ve muy
feliz. Aceptalo. Debe ser un buen chico.
-Creo que no llegaré a aceptarlo ni cuando
lleguen a pasar diez años desde su casamiento y tengan hijos y todo.
-Me parece que tu en el fondo lo quieres.
Solo que eres un poquito tsundere.
-¿Tsundere?
-¿Qué rayos significa eso?
-Algo relacionado con los animés. Mis
hijos ven mucho de eso. Olvídalo.
Miranda suspiró.
-Qué día duro. Tuve una… Terrible
pesadilla. No puedo dejar de pensar en ello.
-¿Pesadilla? Cuéntame. Quizá pueda decirte
algo que te haga sentir mejor y ya no estés tan tensa.
-Mejor no. Prefiero no hablar de eso. Ya
se me pasará.
-También debe ser algo difícil para ti no
estar tensa si ya has pasado tanto tiempo sin… Ya sabes.
-No menciones eso. Al contrario de lo que
todos piensan se puede vivir sin tener relaciones sexuales.
-¡Vamos! Es imposible que estés contenta
teniendo un dildo vibrador como compañero de cama.
Dejaron ese tema y siguieron conversando
un rato más. Hasta que…
-¿Sabes qué? Ya no puedo verte así. Tan
tensa. Quitate algo de ropa. Y recuéstate en una camilla. Te haré unos masajes.
Soy buena de verdad. Te relajará.
-Te lo agradezco, amiga. Pero en verdad no
es necesario. No te molestes.
-Pero si no es ninguna molestia ayudar a
una amiga, tonta. Dejame hacerlo. En serio.
A Reira le tomó unos minutos convencerla.
Poco después Miranda se quedó en ropa
interior y se subió a una camilla. Se recostó boca abajo por orden de su amiga.
Cerró sus ojos y poco después sintió las manos de su amiga. En un primer
momento se tensó porque las sintió frías. Pero poco después se acostumbró.
Comprobó que su compañera de trabajo
realmente no le mentía.
Ese masaje le gustaba. Hacía que se
sintiera mejor.
Reira recorrió con sus manos desde sus
hombros hasta la parte baja de la espalda. Había ocultado muy bien sus
verdaderas intenciones bajo ese masaje como favor de amiga. Al tocar la piel de
Miranda no podía evitar excitarse un poco. Siempre había deseado un contacto
físico con ella que no fuera un beso en la mejilla al saludarse o un abrazo. Se
relamió varias veces mientras realizaba su tarea.
-Mmmmm. Sigue. Me gusta. ¿No pensaste en
ser masajista antes que dedicarte a estudiar medicina?
-No. Pero no eres la primera en decírmelo.
Muchas personas me lo han dicho. Ex parejas, relaciones de una noche, mi
esposo. Mi tacto simplemente es el punto de partida por el que todos llegan a
desearme.
-¿Puedes atrapar con tus caricias a
cualquier hombre?
-A mujeres también.
La pelirroja solo se rió tomando aquel
comentario como una broma. Ni por casualidad pensó que su amiga se le estaba
insinuando.
Se sonrojó cuando sintió las manos de su
amiga sobre sus nalgas.
-Ah… Oye.
-¿Sucede algo?-le pregunto Reira sin
detenerse.
No dejaba de masajearla. También apretaba un
poco sus nalgas, las cuales estaban muy firmes.
-No. Sigue.
Miranda se estaba excitando un poco por lo
que le hacía su amiga. Cerró sus ojos. Y solo dio leves gemidos que su amiga
realmente no llegaba a escuchar desde su posición. Sus nalgas eran uno de sus
puntos débiles.
Pasados unos minutos Reira se detuvo.
Para ese momento Miranda sentía que su
sexo se había humedecido un poco.
-Gracias amiga.
-Nada de gracias. Que aún no he terminado.
Ahora ponte boca arriba.
-¿Masaje al frente también? Pero…
Miranda se dio vuelta en la camilla.
-Si quieres lo dejamos aquí.
-No. Sigue. No tengo problema.
-Pero ahora también. Tengo que quitarte
esto.
Reira se colocó detrás de ella y le
desabrochó el sostén.
Miranda inmediatamente se cubrió al caer
su sostén y se sonrojó. En ese momento notó una mirada en su amiga muy
diferente a las que comúnmente les dirigía. Con una sonrisa que era común en
alguien que ella conocía muy bien: su propia hija.
La
otra se le acercó y la besó en la mejilla.
-Te ves hermosa con tus mejillitas color
carmín, Miri. No te cubras. Soy una mujer. Como tú, ¿no?
-Disculpa. Supongo que mi reacción debe
ser por pasar tanto tiempo en compañía de una mujer que si me ve semi desnuda o
desnuda seguro querrá violarme.
-¿De quién se trata?
-De mi hija. Es bisexual y quiere incesto
conmigo.
Miranda se recostó.
Reira siguió adelante. Puso una mano sobre
el vientre de su amiga y la otra la dirigió hacia sus piernas. Siguió
acariciándola. La miró fijamente. A los ojos. Ya hacía evidente cual era su
intención.
-¿Qué pretendes? ¿Por qué me miras así?
-¿Aun te va hacerte la desentendida? Está
bien. Si así lo prefieres.
Se le acercó para besarla.
La pelirroja apartó su mirada para evitar
que sus labios se encontraran.
Siguió intentando hasta que finalmente la
pudo besar.
Miranda estaba inquieta sintiendo esas
caricias y su boca siendo invadida por esa lengua que sin su permiso había
entrado para revolcarse con la suya.
Reira llevó la mano que tenía en el
vientre de su amiga hacia los pechos, los cuales empezó a tocar y acariciar. Pellizco
suavemente los pezones. Luego hizo que la otra perdiera el control
completamente. Llevó su otra mano a la entrepierna de la pelirroja. Frotó su
sexo con sus dedos. Haciendo énfasis en el clítoris.
Para ese momento ya tanto una como la otra
estaban muy excitadas. Se daban besos que solo concluían cuando ya no podían
ignorar más la necesidad de oxigeno.
Hicieran que sus lenguas hicieran contacto
y se rozaran antes de ir por más.
Miranda ya con su razón apagada por el
momento quería quitarse sus bragas, pero la otra se encargó de hacer el trabajo
por ella.
También la acomodó al borde de la camilla
y levantó sus piernas. Quedando su sexo húmedo que pedía atención y su ano.
Se excitó aún más al pensar que era como
en su sueño.
Sintió la calidad y húmeda lengua de su
amiga, su compañera de trabajo en ese hospital. La excitaba pensar que mientras
los demás seguían con su descanso basado en comer algo y conversar ella habían
optado por una variación lujuriosa. Cargada de perversión.
Miranda gemía de placer. Cubría su boca con una
mano para no dejar escapar de sus labios algún ruido que pudiera llamar la atención
de alguien fuera de esa habitación.
Reira se deleitó con el sabor del sexo de
su amiga. Había ansiado tanto probarla. Bebía incansablemente la esencia que
brotaba fruto de la excitación. Sintió una gran satisfacción cuando escuchó un
grito de placer que la otra no pudo contener y luego de eso el cálido liquido derramándose
en su boca. Poco después se apartó
Sentía el calor. Su sexo húmedo por la
excitación. Supuso que su amiga no se animaría a ayudarla a lidiar con esa
humedad por lo cual llevó la mano bajo sus pantalones y luego bajo sus bragas.
-No, no hagas eso-le dijo Miranda quien
ahora estaba sentada al borde de la camilla-. Acercate.
La obedeció. Se colocó frente a ella y
cerró sus ojos.
-Oh, Miri.
Suspiró.
-Me gustas tanto.
Miranda le quitó la blusa y solo apartó su
sostén en vez de quitárselo. Empezó besándole el cuello. Le daba suaves
mordidas, la lamia.
Fue
por sus pechos. Los lamió. Rozó los pezones de su amiga con los dientes. Los
Chupó con ansias, con deseo. Parecía querer alimentarse de ella. Sacarle leche.
A diferencia de su amiga a Reira poco le
importaba que alguien pudiera escuchar algo y entrar para descubrir a las dos
en esa sesión de sexo lésbico. Gemía y la abrazaba mientras la otra degustaba
sus pechos.
-¡Ah! ¡Sí! ¡Tu boquita me vuelve loca!
¡Ah!! ¡Tómame ¡ ¡Cómeme toda! Tienes de sobra y solo para ti.
Miranda siguió adelante tocando con la
punta de la lengua el vientre de su compañera. Dandole suaves lamidas para
luego quitarle los pantalones y las bragas de un solo tirón.
-Vaya. Sí que no quieres perder tiempo.
-¿Por qué hacerlo?
La pelirroja acercó lentamente su rostro a
la entrepierna de su amiga. Lamió los labios de la vulva. Se tomó su tiempo
para calentar su sexo. Probó los fluidos de la otra.
Reira gemía y suspiraba de placer. Sentía
sus piernas temblando. Se preguntaba si podría mantenerse en pie mucho más. El
placer hacia que sus piernas flaquearan.
-Así. ¡Ah! Ve más profundo. ¡Hazme acabar
con tu lengua! ¡Oh, Miri!
Poco después se detuvo para masturbarla.
Miranda la penetró con sus dedos. La
miraba a la cara para ver la expresión que tenía al sentir esa penetración.
Luego siguió practicándole sexo oral. Fue más profundo como la otra le había pedido.
Prácticamente había metido su rostro en la intimidad de la otra.
Reira empezó a gemir descontrolada cuando
sintió que su amiga prácticamente penetraba su vagina con su lengua. Ese beso
apasionado a su sexo la estaba llevando al orgasmo. Estuvo a punto.
Entonces sintió algo que no esperaba.
Una
mano entre sus nalgas. Los dedos empapados en fluidos rozando el ano.
Sintió un dedo penetrándola por detrás
mientras la lengua de su compañera lo hacía por delante.
Se mordió los labios para contener un
fuerte gemido. De placer mezclado con dolor.
Miranda la lamia y la vez la penetraba
fuerte por el ano. Parecía no importarle el dolor que pudiera causarle.
Mientras su compañera gemía su nombre la
pelirroja en su mente no la correspondía.
En ese momento febril. De pasión, de calor
y lujuria ella pensaba en el nombre de otra persona. De otra mujer.
-Sofía. Sofía.
Era el nombre que se repetía
incesantemente en su mente.
Cuando Miranda volvió a su yo de frente se
encontró a sí misma. Desnuda, con el sabor del sexo de su amiga en su boca, su
cuerpo aún temblando de placer.
La vio a Reira tirada en el suelo con sus
bragas y los pantalones por los tobillos y su sostén desacomodado.
Cerró sus ojos. Sintiendo culpa por lo que
acababa de hacer. Sentía vergüenza por ella misma por haberse dejado llevar tal
y como en su sueño. Y además con una mujer. Tenía ganas de llorar. Abrió sus
ojos cuando sintió un cálido abrazo.
-Tranquila amiga. ¿Qué sucede?
-Esto…
Sollozó.
-Está mal. Date cuenta de lo que hicimos. Piénsalo
bien. Tú tienes familia, tonta. Le acabas de ser infiel a tu esposo y conmigo.
Reira la besó en la mejilla.
-Por eso no te preocupes. Mi marido sabe
que en cuanto a hombres le soy fiel, pero me dio permiso para hacerlo con
mujeres si quiero. Me dijo que si es con una mujer no lo cuenta como
infidelidad. Siempre supo que soy bisexual.
-Piensa un poco en mí también. No quiero
hacer esas cosas. Y menos con una mujer.
-No parecía desagradarte, pero si te vas a
poner así… Está bien. Ya no volveré a hacerlo. Lo siento mucho.
Miranda correspondió su abrazo.
-No te disculpes. Yo me dejé hacer después
de todo. No te sientas mal, ¿si?
-Está bien. Estamos bien. Tranquila.
Buenas amigas como siempre.
Las dos se arreglaron y salieron de aquel
lugar. Supieron que las andaban buscando.
Ya que por lo que habían hecho se habían
tomado un tiempo un poco más extenso de lo que duraba su descanso.