viernes, 17 de febrero de 2012

8-Dejate llevar, Erica.

    Fabián miró por encima del hombro de su hermana, la cual en ese momento estaba sentada frente a la computadora viendo paginas de internet con contenido nada apto para menores.
    En ese momento veía un video en el que dos mujeres tenían relaciones sexuales.
    -¿Viendo eso ahora? Ten cuidado. Si mamá te llega a ver estás muerta.
    -Lo sé-dijo Priscila-. Estoy aprovechando que ahora está ocupada en la cocina. No te preocupes.
    Él se acercó a su hermana menor y la besó en el cuello. Luego llevó una mano hacia la entrepierna de la chica. Pasó por debajo de sus pantalones y su ropa interior. Tocó su sexo. Lo acarició con sus dedos para hacerla gemir de placer.
    -Ah... No podemos... No ahora... Ah... Hermanito.
    Poco después retiró su mano.
    No podían hacer mucho estando su madre en casa.
    -No sabía que te gustaran ver de esos videos. Qué húmeda te pusiste viendo eso.
    -Sí, me gustan-le respondió Priscila-. Me atraen las mujeres también. Estoy viendo para inspirarme un poco para lo de hoy.
    Ella le sonrió.
    -¿Para lo de hoy? ¿Vas a hacerlo con alguna chica? No sabía que...
    -No lo he hecho hasta ahora-lo interrumpió-. Sería la primera vez con una mujer.
    -Pero... ¿Qué vas a hacer? Si hoy Erica va a venir a hacer lo que tienen pendiente para el colegio. Ya tienes tu agenda ocupada.
    -Por si no te diste cuenta Erica es una chica. ¬¬
    -¿Con ella? Pero es tu mejor amiga. Si intentas seducirla seguro se incomodará mucho y quizá ya no tengas el mismo trato con ella. Lo digo porque no creo que te deje de lado aunque sepa que te sientes atraída por ella.
    -No hay problema. Sé que a ella le gustan las chicas. Hace unos días la vi besándose con una chica de otro curso a escondidas. Y aunque no le gustaran... Bueno. Tu sabes que puedo ser muy seductora. ¿Cómo podría negarse?
    -Entonces esta noche no lo haremos.
    -Mamá se irá más temprano hoy y tendremos un tiempo solos hasta que llegue Erica. Podemos hacerlo en ese momento. Lo deseo tanto como tu. Por cada día que pasa sin que lo hagamos me quedo con unas ganas terribles.
    Fabián miró a su alrededor para asegurarse de que su mamá no estuviera cerca. Luego le dio un beso a su hermana menor.
    -Espero que pases un buen rato con Erica, hermanita.




    Alli se encontraban las dos. En el living de aquella casa. Viendo televisión y conversando.
    En ese momento aquel canal transmitía una película que ambas habían visto muchas veces.
    Conversaban tranquilamente sin prestar mucha atención al televisor.
    Erica vio la hora en su celular y miró a su amiga.
    -Ya son más de las nueve de la noche, Pris. Será mejor que vuelva a mi casa. ¿Tu hermano puede acompañarme? Mi mamá se preocupará si vuelvo sola. No le gusta que ande sola de noche.
    -¿Por qué no te quedas a dormir?
    -No estaría mal. Pero tendría que preguntar si puedo quedarme primero.
    La chica pensaba llamar a su casa con su celular.
    -No gastes tu crédito. Llama con mi teléfono.
    -Ah. No lo había pensado. Qué tonta.
    Erica llamó a su casa.
    Priscila la miraba ansiosa y con los dedos cruzados. Si a su amiga no le permitían quedarse su plan para esa noche quedaría arruinado.
    Terminó la llamada.
    -Me dejaron quedarme.
    -Bien. Pasaremos una buena noche juntas.
    -Pero como no vine preparada para quedarme no traje mi pijama. Tendré que dormir en ropa interior.
    Erica notó que su amiga se relamió al escucharla decir eso. Un leve tono rojizo se hizo presente en sus mejillas. Se preguntaba si Priscila lo había hecho porque se la imaginó en ropa interior.
    -Deja de pensar de manera XXX, tonta-se dijo a si misma-. Tu amiga no se siente atraida por ti. No seas tonta.
    Ni se imaginaba cuanta razón tuvo al pensar que la otra se sentía atraída por ella.




    Priscila rodeó la cintura de su amiga con sus brazos. La abrazó por detrás. Esperó que la otra reaccionara.
    Erica solo sonrió. Le gustaba sentir ese cariño. La calidez de ese abrazo. Aunque solo se trataba de su mejor amiga. Esperaba que algún día tener una pareja que la abrazara de esa forma estando acostada sobre una cama.
    -Buenas noches, Pris. Qué cariñosa estás hoy.
    -Duerme bien, amiga.
    Pasaron los minutos. Las horas.
    -Erica.
    La llamó en voz baja para comprobar si estaba dormida.
    La chica no le respondió.
    -Perfecto. Ya puedo empezar.
    Priscila besó el hombro derecho de su amiga al tiempo que llevó una mano hacia sus muslos. La acarició.
    La otra solo reaccionó emitiendo leves gemidos aun dormida.
    -Despierta, mi niña pervertida. Deja tus sueños XXX a un lado y préstame atención.
    Siguió adelante. Sus labios recorrieron el hombro derecho de la chica. Fue acercándose a su cuello, el cual besó también. Siguió acariciando sus muslos con una mano y con la otra acarició los pechos de su amiga, en ese momento cubiertos por un sostén.
    Erica despertó cuando sintió una suave mordida en su cuello, una mano apretando su pecho izquierdo, y unos dedos rozando su sexo por encima de sus bragas. Soltó un fuerte gemido. Le gustaba tanto sentir las manos y los labios de su mejor amiga sobre su piel. Para ella fue un más que dulce despertar.
    -¿Te gusta, Eri? Al fin te despertaste, amiga.
    -¡Ah! ¡Ah! Pris... ¿Qué haces?
    -Tu sabes muy bien qué estoy haciendo y te gusta.
    -¡Espera! ¡Detente!
    Al escucharla hablar así se detuvo, la libró de su abrazo y acarició su espalda.
    -Tranquila. No pienso obligarte. Eres mi mejor amiga. Nunca te haría algo así.
    Erica se dio vuelta para poder ver a su amiga. Si la habitación no hubiera estado apenas iluminada por la luz de los faros de la calle se hubiera notado que ella estaba sonrojada.
    -Para ser sincera... No es que no quiera, pero estoy muy sorprendida. Nunca imaginé que tu también te sentirías atraída por mujeres, y mucho menos que querrías hacerlo conmigo. ¿Cómo supiste que...?
    -Te vi besándote con una chica a escondidas en el colegio.
    -Ah. Por eso.
    -Si lo hacemos sería mi primera vez con una chica.
    -¿Con una chica?
    Erica se quedó boquiabierta.
    -¿Eso significa que ya lo hiciste con un chico? ¿Cuándo perdiste tu virginidad?
    -El año pasado. Ya hablaremos sobre eso después.
    Priscila abrazó a su amiga.
    -Ahora quiero saber si quieres hacerlo conmigo o no.
    Erica sonrió y correspondió su abrazo. Rodeó la cintura de su amiga con sus brazos y apoyó su cabeza sobre sus pechos.
    -Sí, quiero hacerlo. Siempre pensé en hacerlo con alguien con quien tuviera una relación, pero no estaría mal hacerlo contigo. Eres mi mejor amiga y sé que me amas muchísimo. Tanto como yo a ti. Las parejas van y vienen. Pero puedo confiar en ti como en nadie más. Sé que nunca me romperás el corazón.
    Priscila correspondió la belleza de sus palabras con un dulce beso logrando sonrojarla.
    -Pris, te amo tanto mi amiga.
    -Te amo, tontita. Terminemos con las palabras sentimentales, ¿si? Vamos a ponernos calientes.
    -Sé amable conmigo. Es mi primera vez.
    -No te preocupes por eso. Si en algún momento te sientes insegura dime que me detenga, pero solo si realmente lo deseas. ¿En donde nos quedamos? ¡Sí! Tu te estabas dejando hacer y yo tenía unas ganas terribles de quitarte lo poco que tienes puesto y hacerte mía.
    La chica se quedó preguntándose a qué se refería su amiga
    Priscila se quitó la parte superior de su pijama. Quedando sus pechos al descubierto, ya que no usaba sostén para dormir. Luego abrazó a su amiga. Empezó a besarla en el cuello mientras llevaba sus manos hacia su espalda para desabrocharle el sostén.
    Erica se excitaba al sentir el calor del cuerpo de su amiga. Su cuello era victima de las constantes caricias de los deliciosos labios de esa pervertida chica, que también la lamía para probar el sabor de su piel. Pronto se encontró acostada solo llevando sus bragas puestas.
    Priscila se posó sobre ella y le sonrió antes de empezar a moverse hacia delante y hacia atrás. Frotaba sus pechos contra los de su amiga.
    Un suave contacto que las hacía gemir a ambas.
    -Ah. Pris. Te deseo tanto. Me encantan tus tetas.
    -Si eres buena niña te dejaré probarlas, pero antes...
    Priscila puso sus manos sobre los pechos de su amiga. Los acarició. Les dio un delicado masaje antes de apretarlos un poco. Sentía los pezones duros de su compañera. Se relamió.
    Erica soltó un fuerte gemido cuando sintió la leve presión de las manos de su amiga. Estaba muy excitada. Sentía la humedad y el calor en su entrepierna. Su sexo virgen estaba caliente y ansioso.
    -Pero antes voy a probar las tuyas.
    Prosiguió. Empezó dándoles besos a los pechos de la chica. Apenas los rozaba con sus labios. Pasó la punta de su lengua lentamente por el pecho derecho de su amiga, quien gimió al sentir eso. Ella se detuvo.
    -¡Ah! Pris. Sigue por favor. Quiero más.
    -¿Qué quieres?
    -No seas mala. Tu sabes.
    -Sí, pero quiero que me lo pidas.
    -Me da vergüenza. n//////n
    -No hay nadie más aquí. ¿Por qué te da vergüenza?
    La chica virgen suspiró.
    -Está bien. Por favor, Pris. Chupame las tetas. Quiero sentir tu lengua sobre mis pezones.
    -Lo haré.
    Lo hizo. Lamió y chupó los pezones de su amiga con tanto deseo. Como si hubiera tenido ante ella un delicioso manjar que estaba ansiosa por probar. Les dio suaves mordidas. Los rozó con sus dientes.
    Erica gimió en todo momento mientras con una mano acariciaba la espalda de su amiga y con la otra le acariciaba el cabello. Como premiándola por darle tanto placer.
    Priscila se detuvo. Se apartó para quitarse la parte inferior de su pijama y sus bragas. Se desnudó, logrando que el deseo de su amiga de hacerla suya fuera en aumento. Pero no le dio tiempo siquiera para pensar en hacer algo. Fue a quitarle la última prenda que le quedaba y se recostó junto a ella. La rodeó con su brazo izquierdo. Hizo que se acercara para que pudieran darse calor. Llevó su mano derecha hacia la entrepierna de su compañera. Acarició su sexo delicadamente con sus dedos.
    Erica solo se limitó a gemir. Cerraba sus ojos para concentrarse en esa sensación. El placer que le daba el suave tacto de su amiga. Dejó salir de sus labios un fuerte gemido cuando su amiga tocó su clítoris. Solo abrió los ojos cuando sintió el roce en la entrada de su vagina.
    -¡Ah! ¡Ah! No dudes. Hazlo. Quiero sentir tus dedos. ¡Me encantas!
    -¿Segura?
    -Sí. Ya no puedo esperar.
    Accedió a su pedido.
    La penetró lentamente con un dedo. Sintió el calor y la humedad en el interior de ese sexo a punto de ser desvirgado. Una vez que la penetró fue moviendo su mano hacia delante y hacia atrás lentamente.
    Erica sentía dolor, pero también el placer que iba en aumento. Quería más.
    -¡Ah! Pris, dame más. ¡Más rápido! ¡Se siente tan rico, amiga!
    Priscila siguió penetrándola, pero usando dos dedos. La llevó hasta el límite, pero se detuvo cuando notó que estaba a punto de acabar. No le dio tiempo para preguntarse por qué se había detenido. Se colocó entre sus piernas. Acercó su rostro a la intimidad de su amiga y sin dudar la lamió. Pasó su lengua lentamente. De abajo hacia arriba. Hasta rozar su clítoris.
    Erica dio un grito de placer. No resistió mucho el inmenso placer que le daba su amiga con su lengua. Ese placentero sexo oral era demasiado para ella. Acabó y derramó sus fluidos en la boca de la otra. Luego se incorporó aún con su cuerpo estremeciéndose de placer. Se arrodilló sobre la cama.
    Priscila tragó la esencia femenina de su compañera con mucho gusto. Se relamió.
    -¿Te gustó?
    -Muchísimo, Pris. Ahora te toca a ti.
    -¿Crees que puedes calentarme?
    -Claro que sí. Eso ni lo dudes.
    Erica fue por su amiga. Se echó sobre ella como una fiera al acecho dejándola completamente sorprendida. La besó y la acarició sin timidez. Con tanto deseo. Había anhelado tanto ese momento. Hacer el amor con su mejor amiga. La deseaba tanto.
    -¡Ah! Eri, estás que ardes. ¡Qué rico! ¡Me vuelves loca! ¡Sigue!
    -Si te atreves a calentarme tienes que atenerte a las consecuencias.
    Priscila sintió tanto placer. Aún sin que su amiga estimulara sus partes sensibles. Se excitaba mucho cuando la besaban y acariciaban con tanto deseo. Incluso en ocasiones acababa sin que su sexo fuera estimulado. Pero resistió.
    Erica probó los pechos de su amiga como tanto había deseado. Los besó. Lamió y chupó sus pezones con deseo. Mordió sus pezones. Fue un tanto agresiva. No pudo controlarse por la inmensa excitación que la invadía.
    -¡Hey! Cuidado. Me dijiste que fuera amable contigo porque es tu primera vez, pero eres tu la que me tiene a los golpes. O__O
    -Lo siento, Pris. Es que te deseo tanto. Quiero hacerte mía ya mismo.
    Priscila abrió sus piernas para tentarla.
    -Cuando quieras, amorcito.
    Erica la penetró con sus dedos al tiempo que seguía chupando sus pezones.
    -¡Ah! ¡Así Eri! ¡Me vuelves loca! ¡Vas a hacerme acabar!
    -Así, amor. Grita de placer para mi.
    -¡Ahhhhh!
    Erica se posó sobre ella y la besó.
    Priscila correspondió su beso y rodeó su cintura con su brazos.
    Se quedaron así por unos minutos. Abrazadas como ambas llegaron al mundo. Dándose tiernos besos.
    -Bueno. ¿Vamos a dormir?
    -Aún no, Eri. Quiero jugar contigo un poco más. Hay un lindo juguete que quiero probar contigo. Espera un poco. Iré por él.
    La chica se preguntó a qué podría referirse con la palabra juguete.
    Priscila se levantó de la cama y se acercó a su cómoda. Lo que buscaba estaba en algún cajón, pero no recordaba en cual.
    Erica esbozó una pervertida sonrisa al ver a su amiga inclinada buscando en los cajones de su cómoda. Podía ver su sexo. Dejó la cama y se le acercó sin hacer ruido. Se agachó cuando estuvo cerca de ella. La tomó de la cintura y pasó su lengua por esa rosada intimidad femenina.
    Priscila gimió y miró por encima de un hombro.
    -¡Eri! ¡Qué tramposa eres! Me atacas por detrás. ¡Ah!
    -No te quejes. Si te encanta, ¿no?
    -Sí. ¡Ah! ¡Ah! ¡Sigue! Pero no deja de ser trampa. Mmmm.
    La lamió. Acarició los labios de su vulva con su lengua. Luego los apartó para ver bien el interior y prosiguió. Era la primera vez que sentía el sabor de una esencia femenina y le gustaba.
    -¡No te detengas, Eri! Me vuelves loca. ¡Hazme acabar!
    Erica la lamió hasta que la hizo acabar. Trago los fluidos de su amiga y luego regresó a la cama.
    Priscila gritó de placer. Sus piernas temblaban después de que la otra la hiciera llegar al orgasmo.
    -Y no te tardes mucho más. Porque sino vuelvo a atacarte por detrás.
    -No te preocupes. Ya lo encontré.
    Vio que su amiga sacó de un cajón un objeto que tenía un aspecto muy similar al de un miembro masculino de gran tamaño. Era de color rojo.
    -Eso es...
    -Sí. Un vibrador, preciosa. Un préstamo involuntario de mi querida madre. No esconde muy bien sus juguetitos. Supuse que no le molestara que yo juegue un poco con él. Si no se entera.
    Fue hacia la cama llevando ese objeto. Se entretuvo lamiéndolo un poco.
    Erica se excitó un poco al verla. Parecía que estaba lamiendo un miembro de verdad.
    -¿Te gusta lo que ves?
    -¿Qué piensas hacer con eso?
    -Metertelo y hacerte gritar como la ansiosa hembra en celo que eres.
    Priscila se le acercó. La besó al tiempo que acarició su sexo con ese consolador para excitarla.
    -No. Mira eso. Es muy grande. Me hará daño.
    -Tranquila. Te gustará.
    -No. No quiero.
    -Sé sincera contigo misma. Si no quisieras ya me hubieras detenido no te estoy forzando. ¿O si?
    Erica no le respondió. Solo abrió sus piernas. Le permitió que la penetrará. Poco después sintió ese vibrador abriéndose paso entre sus paredes vaginales. Gimió de placer al sentirlo.
    Priscila lo movió un poco para hacerla sentir un inmenso placer, que solo era el preludio de algo más excitante.
    -¿Ves? Al final te terminó gustando.
    -¡Ah! ¡Ah! Es tan grande. Me llena toda. ¡Me gusta tanto!
    -Ahora pasemos a lo que sigue.
    Erica se retorció por el inmenso placer que sintió cuando ese consolador empezó a vibrar dentro de ella. Gritó de placer una y otra vez. Se sintió en la gloria.
    -¡Por favor! ¡Tanto! ¡Mi corazón! ¡Va a colapsar!
    Priscila se excitó mucho solo por verla. Retiró ese vibrador y se posó sobre su amiga. Abrió bien sus piernas para que sus sexos entraran en contacto.
    -¡Acabemos juntas, Eri! ¡No lo resisto!
    Se movieron para que sus intimidades se rozaran.
    Fue un lento movimiento que se fue haciendo más fluido. Más rápido.
    Sus esencias femeninas se encontraban.
    Una sentía el calor del sexo de la otra. Era tan placentero.
    Ambas acabaron dando un grito.
    Una vez más quedaron ambas recostadas. Abrazándose y dándose besos.
    Ambas suspiraron.
    -Dime que esto se repetirá alguna vez, Pris. Después de esto no creo que pueda vivir sin hacerlo contigo.
    -Se repetirá cuando podamos hacerlo y tengamos ganas, amiga.
    -Qué alivio. ¿Ahora si vamos a dormir?
    Priscila se quedó un momento pensando.
    -Mmmmm. Sí. Te dejaré dormir, pero solo por hoy. La próxima prepárate. Porque no pararemos hasta que una o las dos terminemos desmayadas. ¿Está claro?
    -Claro como un cristal.
    -Duerme bien, Pris. Buenas noches.
    -Buenas noches, Eri. Dulces sueños XXX

viernes, 10 de febrero de 2012

7-Es lo que siento

    Despertó cuando escuchó una voz. Abrió sus ojos lentamente y lo vio de pie junto a su cama.
    Ese joven alto de largos cabellos color negro. Tenía un cuerpo bien formado que era fruto del ejercicio diario.
    La chica no podía evitar sonrojarse al verlo. Aún estando medio dormida.
    -Pris. Buenos días, hermanita. Ya es hora de desayunar.
    Se cubrió con las sábanas para ocultar sus mejillas color carmín.
    -Sí, voy a bajar enseguida.
    Fabián salió de la habitación de su hermana menor.
    Priscila cerró sus ojos y llevó una mano hacia su sexo. Lo acarició por encima de sus bragas. Lo sintió. Cálido y húmedo. Gimió de placer.
    -Ese sueño que tuve ya me había puesto húmeda y al verte a ti me puse más caliente-pensaba mientras seguía tocándose.
    Fue entonces que sintió su estómago rugiendo. Ordenándole que fuera por la primera comida del día que la esperaba en el comedor.
    Retiró su mano de donde estaba.
    -Mejor dejo eso para otro momento. Estoy hambrienta.
    Se levantó de la cama y se cambió de ropa. Guardó su pijama en el mismo cajón de siempre. Fue al baño para lavarse la cara y cepillarse los dientes antes de bajar por las escaleras.
    Fue al comedor y tomó asiento.
    -Buenos días.
    Una mujer pelirroja que usaba anteojos le pasó a la chica una taza con leche caliente y un plato con unas tostadas. Su nombre era Miranda.
    -¿Hoy tienes guardia por la noche en el hospital?-preguntó Fabián a su madre.
    -Sí. Asi que esta noche se van a quedar solos. Cuida bien de tu hermana.
    -Pris ya no es una niña. Ya tiene trece años. No tengo que estar todo el tiempo observándola. Cuando nos quedamos solos ella va por su lado y yo por el mío.
    -Como sea. Recuerden cerrar bien las puertas y las ventanas, ¿si?
    Priscila dirigió una mirada a su hermano mayor antes de tomar una tostada y darle una mordida. Ella sabía bien lo que él hacía los sábados por la noche cuando su madre tenía que estar en la guardia de un hospital.
    Una chica llegaba esos días poco después de que Miranda se iba. Pasaba tiempo con Fabián. No era siempre la misma, razón por la cual era obvio que no se trataba de una novia o algo por el estilo.
    Cuando faltaba poco para la medianoche los dos iban a la habitación del joven. No para dormir precisamente.
    Antes de confirmarlo Priscila ya sospechaba que su hermano hacía eso con esas chicas. No era ninguna tonta.
    Nunca había tenido sexo, pero cuando nadie observaba lo que hacía ella visitaba ciertas paginas de internet. Ya tenía algo de conocimiento sobre el asunto. Eso sumado a que varias veces se había masturbado.
    Lo había confirmado un sábado por la noche en que ella se había desvelado.
    Al levantarse para ir al baño escuchó los gemidos de placer que provenían de la habitación. Se excitó al imaginar a su hermano haciéndole a ella lo que fuera que le estuviera haciendo a la que emitía esos suspiros.
    Le había dicho a su hermano que no le revelaría a su madre lo que él hacía. Sin ponerle condiciones. Porque, a pesar de que era incorrecto por el parentesco y era una tontería porque él era un mujeriego, su cuerpo lo deseaba y su corazón sentía un inmenso amor.
    No podía interesarse en nadie más. Solo pensaba en él.
    Si bien en el colegio había besado a varios chicos realmente no había sido porque sentía algún interés en ellos. Solo practicaba. Entrenaba sus labios para el soñado día en que a pesar de que estuviera mal su hermano le permitiera darle un beso.
    Salió de sus pensamientos y bebió un poco de su taza.
    -No te preocupes, mamá. Cuidaré la casa. Lo digo porque yo soy la que manda cuando tu no estás. No ese idiota.
    -Enana mentirosa.
    Priscila dejó su lugar y se acercó a su hermano. Hizo un ademán como dando a entender que le daría una bofetada.
    -¡No te refieras a mi de esa forma tan irrespetuosa, jovencito!
    -Vuelve a tu lugar y termina de desayunar-le ordenó Miranda a su hija.
    La chica obedeció.
    -Cuando mamá no esté te voy a dar una paliza.
    -Solo inténtalo.
    El joven suspiró.
    -Qué presión. Ser el único hombre de la casa con diecisiete años. ¿Por qué tuviste que tener tan mala suerte conduciendo tu auto ese día, papá?




    Se quedó despierta hasta muy tarde, pero no viendo televisión, navegando por internet o leyendo algún libro. Solo estaba en su cama pensando que en esa habitación que estaba cerca su hermano estaba teniendo relaciones sexuales con la chica de turno. Quería hacer algo, pero no terminaba de convencerse a sí misma y de reunir el valor suficiente.
    Finalmente se levantó de la cama y salió de su habitación. Avanzó lentamente procurando no hacer ruido hasta que estuvo frente a la puerta de aquella habitación.
    -Ni se van a dar cuenta-se dijo a sí misma-. Puedes hacerlo.
    Puso su mano sobre el picaporte y lo giró lentamente. Abrió la puerta, pero no para entrar. Solo un poco para poder espiar el interior de la habitación.
    Se asomó y los vio.
    La chica estaba recostada con las piernas abiertas. Apartaba los labios de su sexo con sus dedos.
    Fabián no dudó. Se le acercó y la penetró. La escuchó dando un fuerte gemido. Se movió rápidamente hacia delante y hacia atrás.
    -¡Ah! ¡Ah! ¡Seguí! ¡Más rápido! ¡Ah!
    Priscila al ver aquella escena se excitó como nunca. Deseaba tanto ser ella la chica a la que su hermano penetraba con tanto deseo. Llevó su mano hasta su sexo pasando por debajo del pantalón de fina tela que usaba para dormir y sus bragas. Estaba tan húmeda. Se masturbó masajeándose lentamente con sus dedos. Iba de arriba hacia abajo. Su cuerpo se estremecía de placer cuando rozaba su clítoris. Hacía lo posible por contener sus gemidos.
    La chica gimió y gritó de placer. Cuando sintió el miembro de ese joven entrando y saliendo tan rápido.
    -¡Otra vez! ¡Todo dentro de mi ¡Lo quiero!
    Priscila no pude mantenerse en pie sintiendo tanto placer. Se arrodilló y siguió masturbándose. Llevó su otra mano hacia su sexo. Penetró su vagina con un dedo y con los dedos de su otra mano tocaba su clítoris. Ya no podía controlarse tanto. Por momentos dejaba escapar de sus labios unos débiles gemidos.
    Fabián siguió cogiendo con fuerza a esa chica hasta que finalmente acabó. Derramó su semen dentro de ella, quien acabó dando un grito de placer.
    Priscila acabó. Se mordió los labios. Sus fluidos mancharon sus manos, las cuales limpió lamiéndolas. Le agradaba el sabor de su propia esencia. Se quedó ahí arrodillada por unos momentos respirando agitadamente.
    -Necesito ir al baño. Ya vuelvo.
    Fue lo que escuchó decir a su hermano antes de levantarse y correr desesperadamente a su habitación. Se acostó en su cama y se cubrió completamente con sus sábanas. Sentía un terrible ardor en sus mejillas. Se había sonrojado.
    Cerró sus ojos e intentó dormir, pero no pudo. Habían quedado grabadas en su cabeza aquellas imágenes. Al pensar en eso se excitaba.
    Se masturbó para poder dormir tranquila. Y no le bastó solo con hacerlo una vez.




    Miranda nuevamente tenía guardia por la noche en el hospital.
    Pero como era domingo y al día siguiente había clases Fabián solo pensaba en dormir para recuperar energías. Razón por la cual por la se iba a dormir después de las once de la noche.
    Priscila estaba de pie frente a la puerta de su habitación de su hermano. Respiró profundamente. Tenía que hacer bien su papel. Se había decidido a hacer algo para tener aunque sea un poco de lo que tanto deseaba tener. Aunque no le bastara para estar satisfecha.
    Golpeó la puerta de la habitación.
    -Adelante hermanita.
    Pasó y vio a su hermano sentado en su cama con un libro entre manos. Supo que ya pensaba dormirse. Hizo lo posible para concentrarse. No quería sonrojarse por ver su cuerpo
    El joven solo tenía puesto un pantalón. Estaba sin camiseta. Dejó su libro sobre una mesa de luz que estaba junto a su cama.
    -Acércate. ¿Puedo ayudarte en algo?
    La chica se sentó al borde de la cama y lo miró.
    -Sí. Te va a sorprender lo que te voy a pedir, pero creo no poder recurrir a nadie más.
    -¿Con qué necesitas ayuda?
    -Sí. Yo nunca he besado a nadie. ¿Podrías enseñarme a besar? Quiero saber hacerlo bien.
    ¿Podría funcionar esa mentira?
    Fabián suspiró.
    -Vuelve a tu habitación. Eres muy pequeña y eres muy linda, hermanita. Vas a tener oportunidad de besar a alguien pronto. Deja de fastidiarme. Además no estoy tan mal de la cabeza como para besar a mi hermana menor.
    -Al menos dame un beso. Si no quieres enseñarme está bien, pero al menos quiero saber como se siente.
    -No lo haré. Te quiero fuera de mi habitación. ¡Ahora!
    -¡Por favor!
    -No.
    -¡Por favor, hermanito!
    -¡Ya dije que no!
    -¡Por favor, precioso!
    -No. Aunque me halagues no vas a conseguir ablandarme.
    Así siguieron por varios minutos.
    La suplica de ella y la negativa de él.
    Hasta que el joven dio un fuerte grito.
    -¡Ahhhh! ¡Suficiente! Los dos tenemos clases mañana. Vuelve a tu habitación. Tengo que dormir.
    -¡No hasta que me des al menos un beso!
    Suspiró una vez más ya resignado.
    -Está bien. Voy a enseñarte. Pero hoy solo te daré uno o dos besos. Nada más. Podemos seguir otro día. Tenemos que dormir.
    -¿En serio?
    Priscila se contuvo para no demostrar la inmensa alegría que sentía al saber que su hermano la besaría.
    -Pero con una condición. Tienes que prometerme que no vas a hablar de esto con nadie. ¡Nadie! Mamá no tiene que saber de esto obviamente. No se lo digas a Erica ni a tus otras amigas. Tampoco a las personas con las que no hablas mucho en el colegio. Ni siquiera a cualquier extraño que se te cruce por la calle. ¿Entendido?
    -Entiendo que no tenga que saberlo mamá, pero el resto...
    -Si hay algo que he aprendido en el poco tiempo que he vivido es que todo de una forma u otra llega a saberse. Si mamá se llega a enterar me va a matar.
    -Está bien. No se lo diré a nadie. Tranquilo.
    -¿Lo prometes?
    -Te lo prometo, hermanito. No se lo diré a nadie.
    -Bien. Porque si mamá se entera voy a morir y vas a ser la única culpable. No creo que puedas vivir tranquila cargando con esa culpa. Ahora acércate.
    Priscila se le acercó y cerró sus ojos. Sabía que debía dejarlo tomar la iniciativa. Sino no creería que se sentía insegura respecto a la idea de besar a alguien. Se sonrojó cuando sintió los labios de su hermano sobre los suyos. Abrió su boca lentamente, permitiendo que sus lenguas entraran en contacto. Debía contenerse. Fingir una total inexperiencia.
    Entonces sucedió algo que la sorprendió. Su hermano la besó apasionadamente. Con deseo. Como si besara a una chica cualquiera y no a su hermana menor. Cuando se separaron vio que el también se había sonrojado.
    Se había negado, pero parecía que lo deseaba tanto como ella.
    -¿Qué te pareció? ¿Estuve muy mal?
    -Sigamos. Luego te diré.
    La besó una vez más. De la misma forma. Con tanto deseo. Como deseando algo más que solo besarla. Crecía en él un deseo prohibido. El hecho de que fuera prohibido lo hacía más excitante.
    A la chica le costaba fingir inexperiencia. Deseaba tanto corresponderlo como ella había aprendido a hacerlo.
    Se separaron.
    -Bueno. Ahora supongo que ya tengo que irme a la cama.
    -Uno más.
    -¿No dijiste que solo uno o dos?
    -Puedo permitirte uno más. Eres mi consentida hermana menor.
    Fabián la besó. Hizo que se recostara sobre la cama.
    Priscila correspondió su beso. Ya no pudo contenerse más. Acarició a su hermano. Le agradó tanto sentir su piel.
    -Mentirosa-le dijo el joven al terminar ese beso-. Tu sabes besar.
    La deseaba tanto. No solo porque se dejaba llevar por el momento. Varias veces en el pasado se había quedado admirado por ella. Su hermana tenía un cuerpo al que aún le faltaba mucho por crecer, pero con poco más de trece años demostraba que iba camino a convertirse en una mujer muy atractiva
    Reprimía el recuerdo de aquel día en que se había masturbado luego de haberla visto en ropa interior cuando entró en la habitación de ella habiendo olvidado golpear la puerta antes.
    La deseaba tanto y al parecer ella no parecía querer negarse a lo que él quisiera hacerle, pero no podía. Una parte de él fue lo suficientemente fuerte para contenerlo.
    Se sentó en la cama.
    -Vete a tu habitación, pequeña mentirosa. Ahora mismo.
    -No. Sigamos.
    -Tu sabes besar. No es necesario.
    -Sabes a qué me refiero.
    Lo abrazó y lo miró a los ojos.
    -Hagámoslo.
    -No voy a hacer eso con mi hermana menor.
    -Tu lo deseas tanto como yo. No tiene nada de malo. Nadie sabrá de esto. Lo prometo. Quiero que me hagas lo que le haces a esas chicas.
    -No puedo hacerlo. No solo porque eres mi hermana.
    Fabián acarició su rostro.
    -Al menos la primera vez tienes que hacerlo con alguien que ames y que te corresponda o con alguien con quien quieras hacerlo porque aunque no haya amor ves algo bueno en esa persona. Lamentablemente no lo hice de esa manera. Las únicas mujeres a las que he amado de verdad en toda mi vida son mamá y tu. No eran una buena opción y por eso tuve mi primera vez con la primera chica con la que tuve oportunidad. No quiero que cometas el mismo error. Seguro te preguntarás sobre esas chicas que vienen a casa. No he engañado a ninguna de ellas. Todas saben que solo es por una noche. Espero encontrar a una chica que ame y que me corresponda. Espero que no pienses mal sobre mí.
    -Entonces no hay problema. Porque te amo, hermanito. Tu sientes lo mismo por mi. Hazme tuya.
    -Te amo, hermanita.
    La chica se quitó la camisa de tela fina que formaba parte de la ropa con la que dormía para dejar al descubierto la parte superior de su cuerpo y se recostó. Decidida a entregarse por completo.
    Fabián la beso. Probó sus labios y sintió la calidez de su boca una vez más. La acarició. Tocó sus hombros, su cuello y sus piernas con suavidad. Evitaba ser tan brusco como acostumbraba. Tenía que ser amable con su hermana menor. Tratarla con cariño. La escuchaba suspirando y dando suaves gemidos.
    -Te amo, hermanito. Sigue. Ah. Quiero más.
    Siguió adelante acariciando sus pechos. Sintió sus pezones duros, los cuales acarició con su lengua. Quería probar todo el cuerpo virgen de esa chica.
    -¡Ah! Así. Chupalos. Me gusta.
    Priscila sentía el calor y la humedad en su entrepierna. Lo acarició. Le gustaba tanto ese cuerpo formado por el ejercicio. Se animó a llevar una mano a su entrepierna. Le acarició el miembro sobre la ropa haciéndolo gemir.
    Él la correspondió acariciando su sexo por sobre sus bragas.
    Se masturbaron uno a otro mientras se miraban fijamente.
    Fabián le quitó el pantalón. Y luego puso sus manos sobre sus bragas.
    Priscila suspiró. Ya faltaba tan poco. Lo deseaba tanto. Sentir la tela de sus bragas deslizándose por sus piernas la excitó mucho. Luego se incorporó y lo vio quitándose las prendas que le quedaban. Tomó el miembro de su hermano con una mano y lo masturbó. Se relamió.
    -¡Ah! ¡Pris! Si haces eso voy a... Aún no hemos terminado.
    -Este pene tan grande va a estar dentro de mi. Estoy ansiosa.
    El joven se sorprendió cuando su hermana lamió su miembro para luego meterselo en la boca.
    La chica dejó de darle placer con su boca para recostarse. Abrió sus piernas para mostrarle bien su sexo cálido y ansioso.
    -Penétrame. Lo quiero ya, hermanito. Cogeme.
    Se le acercó y posó su glande sobre la entrada de su vagina.
    -Te dolerá un poco.
    -No importa. Hazlo.
    Se excitó tanto al verla así. Tan deseosa de sentirlo. La penetró lentamente. Tuvo que empujar con fuerza para romper su himen. Así pudo meter su miembro por completo en su interior.
    Gimió. De placer y dolor a la vez. El dolor la incomodaba, pero el deseo de llegar a la cumbre del placer le rogaba seguir adelante.
    -¿Estás bien, hermanita?
    Ella afirmó moviendo la cabeza.
    -Sí. Sigue. No te preocupes.
    Ambos se dejaron llevar.
    Priscila sintió tanto placer por primera vez. Pasaba el tiempo y le pedía que la cogiera más rápido. Deseaba tanto sentirlo. Sentirlo acabar en su interior.
    Él la cogía con deseo y no porque ella se lo pedía. Estaba muy excitado. Deseaba tanto acabar junto con ella.
    Los excitaba tanto saber que hacían algo prohibido. Dos personas con la misma sangre entregandose a sus deseos lujuriosos.
    -Te deseo, hermanita-le dijo Fabián entre gemidos-. Estás tan caliente.
    -Derrámalo dentro de mi.
    El joven acabó dentro de su hermana menor. Derramó todo su semen en ese sexo ya desvirgado.
    Priscila gritó de placer. Sintió la calidez de la esencia de su hermano mayor.
    Se recostaron uno junto a otro respirando agitadamente.
    Fabián la rodeó con sus brazos.
    -Quiero más, hermanito.
    -Mejor otro día. Mañana tenemos clases.
    Cerraron sus ojos y se durmieron poco después.




    Fabián vio algo sorprendido la hora en el reloj que estaba sobre la mesa de luz que estaba junto a su cama.
    -Se nos hizo algo tarde. Todo porque... Bueno. Porque lo hice contigo y me olvidé de poner la alarma. Por suerte aún no es muy tarde. Tenemos que bañarnos, desayunar y prepararnos para salir. Ve al baño rápido. Voy a llevar tu pijama a tu cuarto.
    Fue corriendo al baño. Se metió en la ducha y cerró la cortina
    Sintió el agua caliente corriendo por su cuerpo.
    Poco después de que llegó escuchó la cortina del baño corriéndose. Al darse vuelta vio a su hermano mirándola con una sonrisa pervertida en su rostro. Una sonrisa que ella correspondió. Aunque sonrojándose un poco por la forma en que la miraba.
    -Estuve pensando que podríamos ahorrar tiempo bañándonos juntos. ¿Te parece bien?
    -Por supuesto, hermanito.
    Se bañaron juntos. Se miraban el uno al otro y sentían deseos de hacerlo una vez más. Recorrían sus cuerpos. Se enjabonaban y se acariciaban disimuladamente.
    Era más evidente la lujuria en Fabián, quien tenía su miembro erecto.
    Sabían que lo deseaban, pero parecía que ninguno quería ser el que tomara la iniciativa.
    El joven no soportó más e hizo que su hermana mayor apoyara su espalda contra la fría pared.
    -¡Hermanito! Está fría.
    -Yo te voy a calentar.
    La penetró. La cogió rápidamente.
    Priscila gimió. Gritó de placer. Cumplía una de sus fantasías. Tantas veces se había masturbado imaginando que lo hacía con su hermano en la ducha.
    Fabián la cogió hasta que acabó dentro de ella..
    Ella lo abrazó. Aun sintiendo ese miembro invadiendo su sexo.
    -Quiero pedirte algo, hermanito. Ya no traigas a una chica para que haga esto contigo. Cuando mamá tenga guardia por la noche los sábados hazlo conmigo. Solo conmigo. Y si fuera posible quisiera que lo hicieras solo conmigo. Hasta que encuentres a una mujer que te ame. Te amo.
    El joven la besó.
    -Está bien. Solo contigo, amor. Mi hermanita.




    Miranda llegó justo para ver a sus hijos saliendo de la casa. Salió de su auto y se les acercó.
    -Buenos días. Al menos llegué para despedirlos. Pórtense bien. Recuerda. Acompáñala hasta la entrada-le dijo al mayor de sus hijos.
    Fabián abrazó a su hermana menor.
    -Descuida. Sabes que siempre cuido muy bien de mi querida hermanita..
    Priscila sonrió y correspondió su abrazo.
    -Adiós mamá-dijeron al unísono antes de irse.
    Miranda los miró alejándose con el ceño fruncido.
    -Qué raro que se quieran tanto. ¿Planearan hacer algo malo? ¿Se habrán mandado alguna?
    Sonrió.
    -Bueno. Tal vez soy muy mal pensada. Si se quieren mucho me quedo más tranquila.

6-Quiero hacerlo contigo.

   Estaba sentado en el sofá a su lado. Ella había rodeado su cintura con un brazo y disimuladamente lo acariciaba. Su miembro estaba erecto. No podía evitarlo.
    ¿Cómo hacerlo? Si su novia había elegido para ver con él nada más y nada menos que una película de animé hentai.
    Tenía ganas de tirarsele encima y hacerla suya ahí mismo, pero no se animaba a hacerlo.
    Priscila no pensaba dar el primer pasó.
    Alex suspiró cuando la película terminó. Inmediatamente sintió la mano de su novia acariciándole la entrepierna. Gimió de placer.
    -Ah, Priscila.
    -Como te pusiste-dijo riéndose.
    Pero ella no fue más lejos. Retiró su mano y fue a sacar el dvd. Cuando terminó con eso vio la hora en su celular.
    -Ya son más de las nueve y media.
    -Será mejor que me vaya. Tendría que haberme ido a las nueve. Mi mamá me va a matar si llego más tarde.
    Alex se levantó del sofá dispuesto a irse.
    Priscila se paró frente a él para cortarle el paso.
    -No, no, no. Por favor quedate conmigo, amor.
    -Pero no puedo. Le dije a mi mamá que volvería por la noche.
    -¡Por favor, amorcito!
    Junto sus manos frente a ella como rogándole e hizo pucherito.
    Era sorprendente aquella chica. Podía ser tan pervertida, pero también muy tierna.
    -Si fuera por mi lo haría, pero...
    -¡Ya sé! Tenemos que pedirle permiso a tu mamá. Voy a llamarla.
    -¿Tienes su número de celular?-le preguntó sorprendido Alex.
    -Claro. Ella me lo pasó. Me dijo que es una necesidad que estemos en contacto porque soy su nuera.
    Tomó su celular y llamó a Sofía.
    -Hola señora. Yo... ¡Cierto! Me dijiste que no te trate de usted y te llame mamá. Entonces... Mamá, ¿Alex puede quedarse conmigo esta noche? Por favor. No me gusta estar sola Voy a cuidarlo bien. No pasará hambre. Yo cocinaré para él. ¿Puede quedarse? ¡¿Sí?! ¡Perfecto! ¡Muchas gracias! Ah... ¿Qué dices?
    Priscila escuchó atentamente a la madre de su novio. Luego miró a Alex y su rostro se vio iluminado por una sonrisa pervertida.
    -Por supuesto. Seré muy cariñosa con él. Sé que es su primera vez. No se preocupe. Buenas noches, mamá. Duerme bien. ¿Cómo? Ah, tu también vas a divertirte esta noche. Que lo disfrutes. Hasta pronto.
    Cortó la llamada. Se acercó a Alex y lo abrazó por la cintura. Lo besó y luego le sonrió.
    -Bien. Esta noche te quedas conmigo, chiquito virgen. Me gusto que Erica te llamara así. Ojalá se me hubiera ocurrido antes. Porque ya vas a dejar de serlo.




    Después de cenar estuvieron viendo televisión juntos. Hasta que la bella y atractiva joven de cabello negro dijo:
    -Ya es buena hora para ir a la cama.
    Se encargó de cerrar con llave la puerta de la casa, y asegurar algunas ventanas corriendo las persianas.
    -Ven. Vamos arriba.
    Alex la siguió al primer piso de la casa. Subió las escaleras.
    -Priscila.
    -¿Sí?
    -¿Dónde voy a dormir?
    La chica lo miró extrañada. Como si él le hubiera hecho una pregunta muy tonta.
    -Vas a dormir conmigo. En mi habitación.
    Su corazón latió rápidamente cuando escuchó la respuesta. Sabía lo que sucedería, lo que él haría con esa chica. Pero aún había una parte de él que no terminaba de entender que eso no era un sueño y por eso actuaba de esa manera. Como si no entendiera en qué situación se encontraba.
    En ese momento en que se quedó sumido en sus pensamientos sintió un tierno abrazo.
    Reaccionó cuando sintió la calidez de ese contacto físico.
    Priscila lo soltó para luego acariciarle una mejilla.
    -¿Te sientes bien, Alex?
    -Sí. ¿Por qué preguntas?
    -Es que noto que hace rato estás algo distraido.
    -Estoy bien.
    -¿Seguro? Sé sincero conmigo.
    -Solo estoy algo nervioso.
    Él vio la expresión en el rostro de su novia. Nunca la había visto así. Tan seria y preocupada como una hermana mayor.
    -Quieres hacerlo conmigo, ¿no?
    -Sí, quiero hacerlo.
    -Es importante. Tu primera vez. Si no estás seguro podemos hacerlo en otra ocasión.
    -Estoy seguro. Solo estoy algo nervioso. Nunca pensé que alguna vez lo haría con una chica con tanta experiencia como tu.
    Priscila agachó la cabeza. La expresión de seriedad y preocupación cambió por una de tristeza.
    -Me doy cuenta de que esto es un error. Tu seguramente preferirías hacerlo con una chica que también sea virgen o que tenga menos experiencia para no sentirte tan inseguro. No hago más que dejarme llevar por mi lado pervertido.
    -Pris...
    -Eres un buen chico. Te ayudaré a conquistar a una buena chica que sea adecuada para ti. Pero hasta que llegue el momento en que encuentres a una chica que te guste quiero seguir siendo tu novia. Yo...
    Alex no le permitió decir nada más. La abrazó y la besó.
    Fue un beso profundo y apasionado.
    Sus corazones latieron muy rápido en ese momento.
    Priscila lo miró sorprendida. Con sus mejillas enrojecidas.
    -Eres una buena chica adecuada para mi. Quiero hacerlo contigo. Estoy seguro.
    Tuvo que hacerlo. Le dolió el corazón cuando la vio con esa cara tan triste.
    Ella le sonrió.
    -En este momento siento ganas de contarte algo sobre mi primera vez.
    -Adelante.
    -Bueno. Yo también lo hice con alguien que tenía mucha experiencia. Me dijo algo que no olvidaré.
    -¿Qué te dijo?
    -Me dijo que la primera vez tienes que hacerlo con alguien que ames y que te corresponda o con alguien con quien quieras hacerlo porque aunque no haya amor ves algo bueno en esa persona. No creo que estés enamorado de mi, pero supongo que al menos te agrado o ves algo bueno en mi. Me siento afortunada porque quieres hacerlo conmigo. Porque yo...
    Iba a decírselo. Quería hacerlo. Decirle lo que sentía, pero fue detenida por el conflicto en su interior.
    -Tengo que decírselo. Puedo confiar en él. Aceptará mis sentimientos. No jugará conmigo. Lo presiento. Siente lo mismo por mi. Debo hacerlo.
    -¡No! ¿En qué estoy pensando? Cuando sepa que tiene mi corazón me tendrá como su juguete. Jugará conmigo y simplemente tendré que luchar contra mi misma otra vez para convencerme de dejarlo.
    -Él es diferente. Tiene personas a su alrededor que lo aman. ¿Quién amaba a mi ex? Solo yo amaba a ese miserable.
    -¡No importa! ¡No puedo decírselo! No puedo decirle que lo amo hasta que él me diga que me ama. No lo haré yo primero. No seré tonta esta vez.
    Alex la miró frunciendo el ceño.
    -Porque tu...
    -Nada. Olvídalo.
    -Bien. Ah... Necesito ir al baño.
    -Aquella puerta.
    El chico pasó por la puerta que señaló su novia.
    Priscila suspiró. Respiró profundamente.
    -Tengo que relajarme. Me esforcé mucho para no dejar salir ese “te amo”.
    Sonrió y dirigió su mirada a la puerta del baño.
    -Siempre me relaja escuchar gemidos de placer.
    Entró sin dudarlo. Sorprendió a su novio, quien estaba de pie frente al inodoro con su miembro al descubierto.
    -Hey, si quieres usar el baño al menos puedes esperar a que esté desocupado.
    -¿Ya hiciste lo que tenías que hacer?
    -Sí. Solo pasé para orinar.
    -Perfecto.
    Se le acercó. Llevó sus manos al sexo del chico. Con una acariciaba sus testículos y con la otra estimulaba su miembro.
    -Pris-dijo él soltando un gemido.
    -No digas nada. No me nombres. Ahora solo quiero escucharte gemir. Nada más.
    Esa atrevida chica se excitó escuchándolo gemir con su rostro sonrojado. Sintió ese pene creciendo y poniéndose rígido.
    El chico sentía que estaba al límite. Pronto acabaría, pero su novia se detuvo. La vio relamiéndose.
    -Pensaba masturbarte hasta hacerte acabar, pero creo que sería una pena que se desperdicie tu leche.
    Ella se agachó. Tomó ese miembro erecto con una mano y rozó sus labios con él antes de empezar a lamer el glande. Pasó su lengua por toda la extensión de ese sexo masculino.
    -Quiero sentir tu sabor otra vez.
    Lo metió en su boca. Se movió hacia delante y hacia atrás lentamente. Lo dejó totalmente húmedo con su saliva.
    Siguió estimulándolo hasta que lo escuchó gritar de placer al tiempo que sintió el calido semen derramándose en su boca. Retiró el miembro de su boca y después de tragar la esencia de su novio se relamió. Se puso de pie.
    Le gustó tanto verlo respirando agitadamente. Aún sintiendo su cuerpo estremeciéndose de placer.
    -Te espero en mi habitación. Antes de salir del baño debes lavarte las manos. Ya sabes.
    Priscila lo dejó solo. Salió del baño con esa sonrisa pervertida tan común en ella.
    Alex se acomodó su ropa interior y sus pantalones antes de lavarse las manos.
    Finalmente llegó el momento. Fue a la habitación y la encontró recostada en la cama.
    Solo tenía puesto un sostén rojo y unas bragas del mismo color.
    -¿Vamos a dormir juntos, mi chiquito virgen?
    Antes de responderle se quitó la camiseta y el calzado. Se acostó. Posó su cuerpo sobre el de ella.
    -Sabes que sí, linda.
    Se besaron apasionadamente al tiempo que se acariciaban.
    Priscila invadió la boca del chico con su lengua. Lo recorrió con sus manos. Notaba que estaba algo diferente a las primeras veces que lo había tocado.
    -¿Es idea mía o alguien ha estado haciendo ejercicio? Qué abdominales.
    -Sí. Me cansé de que de los dos tu fueras la única con un buen cuerpo.
    La chica hizo un brusco movimiento. Cambió las posiciones. Ella descansando su cuerpo sobre el de él.
    -Pris.
    -Lo siento. La primera vez seré yo la que mande y tu te dejarás hacer y harás lo que te diga.
    -Con gusto, preciosa.
    Priscila siguió adelante. Lo besó. En los labios, en el cuello, en los hombros. Cuando llegó a su pecho también le lamió los pezones.
    Alex gimió y no se quedó solo dejándola hacer lo que quería. La acarició. Pasó sus manos por su espalda. Una llegó hasta su trasero. Acarició sus nalgas y las apretó. Hasta se atrevió a rozar su ano con sus dedos.
    Ella gimió al sentir eso y se detuvo. Lo miró.
    -Te gusta mucho mi culo, ¿no? ¿Te gustaría metermelo por ahí?
    -Sí, me encanta tu culo. Quisiera darte duro por ahí. Lo deseo.
    -Algún día lo haremos.
    Priscila se sentó sobre él. Le gustó sentir ese miembro duro presionando su sexo sobre la ropa. Se quitó el sostén y lo arrojó hacia algún lado. Volvió a acostarse sobre su novio de forma que sus pechos quedaran frente al rostro de él.
    Alex sin dudarlo la rodeó con sus brazos para acercarla más y lamió sus pechos. Chupó sus pezones. La escuchó gemir.
    -¡Ah! ¡Ah! Así. Me gusta tanto. Seguí así. ¡Ah!
    La chica siguió disfrutando de esa calida lengua acariciando sus pezones. Luego se apartó de él y llevó una mano del chico a su entrepierna.
    -Pris. Estás tan humeda.
    -Sí, tu me pones tan caliente.
    Le quitó los pantalones. Se sentó sobre su miembro solo cubierto por una prenda. Se movió. Frotó su sexo contra el de él.
    -Dimelo. ¿Quieres sentirlo? ¿Querés penetrar mi calido sexo? Quiero que lo digas.
    -Quiero cogerte, Priscila. Hacerlo contigo por primera vez. No puedo esperar.
    -Quitate eso.
    Ambos se quitaron la última prenda que les quedaba.
    Alex se puso algo nervioso en ese momento. Al ver la humeda intimidad de su novia.
    -Solo te lo preguntaré una vez más. ¿Estás seguro de que quieres hacerlo?
    -Quiero hacerlo. Estoy seguro.
    -Entonces lo haremos. Tomalo con calma, ¿si? Hazme disfrutar el momento. Trata de no acabar tan rápido.
    Priscila se posó sobre él una vez más. Sintió el glande rozando la entrada de su vagina. Luego fue descendiendo lentamente hasta que sintió el pene dentro de ella completamente. Soltó un fuerte gemido. Estaba muy excitada. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que lo había hecho con un chico.
    -¡Ah! Alex. En serio es tan grande. ¡Ah! ¡Ah!
    El también gemía respiraba agitadamente. El calor y la humedad de la vagina de su novia lo llenaban de placer al tiempo que sentía el dolor característico de la primera vez.
    Ella le acarició una mejilla.
    -Tranquilo. Respira profundamente. ¿Te gusta sentir mi interior?
    -Sí. Quiero más, Pris. ¡Ah!
    -Voy a moverme. Disfrútalo.
    Priscila se movió hacia arriba y hacia abajo lentamente. La llenaba de placer ese miembro rozando sus paredes vaginales.
    -¡Ah! Pris. Me encanta. Estás tan caliente. ¡Ah!
    Alex puso sus manos sobre los pechos de la chica. Los apretó y rozó los pezones con sus dedos.
    Ella gimió. Gritó de placer. Su deseo lujurioso de sentirlo acabar dentro de ella la dominó. Empezó a moverse más rápido. Su sexo derramaba más fluidos y se ponía más caliente. Al fin vivía ese momento que tanto había anhelado. Estaba tan excitada.
    Ambos gemían de placer. Se entregaban al deseo de sus cuerpos. Querían llegar al punto máximo del placer sexual.
    -¡Ah! ¡Alex! No te contengas. Quiero tu semen dentro de mi. ¡Ah! ¡Ah!
    -¡Ah! ¡Pris! ¡Voy a acabar! ¡Ya no resisto!
    -¡Hazlo!
    Acabaron juntos. Gritaron de placer.
    Alex derramó su semen dentro de ella.
    Priscila se estremeció de placer al sentir su calida esencia. Se posó sobre él aún teniendo su miembro dentro de ella. Lo besó.
    Asi terminaron. Besándose apasionadamente. Se abrazaron.
    Esa pervertida chica apoyó su cabeza sobre el pecho de su novio.
    Él la rodeó con sus brazos.
    -Me gustas tanto, Pris.
    -Sé que te gustó. Acabaste como nunca.
    -Bueno. En realidad no me refiero a eso.
    -¿Entonces de qué hablas?
    Ella notó que se puso algo nervioso.
    -Es que... Bueno. Yo me encariñé mucho contigo este tiempo que hemos estado juntos.
    -Estamos igual. Tu me agradas mucho. Eres un buen chico.
    -No entiendes.
    -¿Por qué dices eso?
    -No creo que sientas lo mismo por mi, pero no importa. Tengo que decírtelo. Te amo.
    Priscila se sorprendió al escucharlo decir eso. Lo miró.
    -¿Hablas en serio?
    -Sí. Nunca mentiría con algo así.
    Ella solo se quedó en silencio pensando que debía hacer. Si debía decirle que sentía lo mismo.
    -No sé si sea adecuado decirselo ahora-pensó-. ¿Cómo sé que está diciendo la verdad? Tendría que asegurarme. Pero también podría ser que esté hablando en serio y si se siente no correspondido tal vez se aleje de mi. ¿Qué debo hacer?
    Tomó una decisión. Decidió confiar una vez más.
    -Me alegra saberlo.
    Lo besó. Un beso en que le expreso su profundo amor y no su deseo lujurioso como la había hecho anteriormente.
    -Te amo, Alex.
    Se miraron fijamente y sonrieron.
    Priscila se posó sobre él nuevamente y volvió a besarlo.
    -Ahora es hora de seguir.
    -¿Eh?
    -No pensaste que lo haríamos solo una vez, ¿no? Pero antes quiero decirte algo, amor.
    -¿Qué?
    -Quiero que hagamos un trato.
    Alex frunció el ceño. Le resultó extraño que en un momento como ese le hablara de hacer un trato.
    -¿Un trato?
    -Sí. Yo te permitiré que hagas lo que quieras con cualquier chica, pero solo me amarás a mi. A ninguna otra le dirás que la amas. Yo haré lo que quiera con quien sea, pero solo te amaré a ti. No le daré mi amor a nadie más. Solo a ti. Mi amor. ¿Estás de acuerdo? ¿Cerramos el trato?
    -Sí. Aunque yo no pretendo hacerlo con otra chica. Solo contigo.
    -Lo sé, pero si Erica me pide que la deje jugar contigo se lo permitiré. Por eso lo digo. Pero también podría suceder que alguna chica intente seducirte. Nunca se sabe qué puede pasar.
    Priscila llevó su mano hacia el miembro de su novio. Lo masturbó. Se relamió al verlo gemir de placer.
    -Yo no cierro un trato con un apretón de manos.
    -¡Pris!
    -Quiero que se ponga bien duro. Quiero que me hagas acabar otra vez, mi amor.