viernes, 10 de febrero de 2012

7-Es lo que siento

    Despertó cuando escuchó una voz. Abrió sus ojos lentamente y lo vio de pie junto a su cama.
    Ese joven alto de largos cabellos color negro. Tenía un cuerpo bien formado que era fruto del ejercicio diario.
    La chica no podía evitar sonrojarse al verlo. Aún estando medio dormida.
    -Pris. Buenos días, hermanita. Ya es hora de desayunar.
    Se cubrió con las sábanas para ocultar sus mejillas color carmín.
    -Sí, voy a bajar enseguida.
    Fabián salió de la habitación de su hermana menor.
    Priscila cerró sus ojos y llevó una mano hacia su sexo. Lo acarició por encima de sus bragas. Lo sintió. Cálido y húmedo. Gimió de placer.
    -Ese sueño que tuve ya me había puesto húmeda y al verte a ti me puse más caliente-pensaba mientras seguía tocándose.
    Fue entonces que sintió su estómago rugiendo. Ordenándole que fuera por la primera comida del día que la esperaba en el comedor.
    Retiró su mano de donde estaba.
    -Mejor dejo eso para otro momento. Estoy hambrienta.
    Se levantó de la cama y se cambió de ropa. Guardó su pijama en el mismo cajón de siempre. Fue al baño para lavarse la cara y cepillarse los dientes antes de bajar por las escaleras.
    Fue al comedor y tomó asiento.
    -Buenos días.
    Una mujer pelirroja que usaba anteojos le pasó a la chica una taza con leche caliente y un plato con unas tostadas. Su nombre era Miranda.
    -¿Hoy tienes guardia por la noche en el hospital?-preguntó Fabián a su madre.
    -Sí. Asi que esta noche se van a quedar solos. Cuida bien de tu hermana.
    -Pris ya no es una niña. Ya tiene trece años. No tengo que estar todo el tiempo observándola. Cuando nos quedamos solos ella va por su lado y yo por el mío.
    -Como sea. Recuerden cerrar bien las puertas y las ventanas, ¿si?
    Priscila dirigió una mirada a su hermano mayor antes de tomar una tostada y darle una mordida. Ella sabía bien lo que él hacía los sábados por la noche cuando su madre tenía que estar en la guardia de un hospital.
    Una chica llegaba esos días poco después de que Miranda se iba. Pasaba tiempo con Fabián. No era siempre la misma, razón por la cual era obvio que no se trataba de una novia o algo por el estilo.
    Cuando faltaba poco para la medianoche los dos iban a la habitación del joven. No para dormir precisamente.
    Antes de confirmarlo Priscila ya sospechaba que su hermano hacía eso con esas chicas. No era ninguna tonta.
    Nunca había tenido sexo, pero cuando nadie observaba lo que hacía ella visitaba ciertas paginas de internet. Ya tenía algo de conocimiento sobre el asunto. Eso sumado a que varias veces se había masturbado.
    Lo había confirmado un sábado por la noche en que ella se había desvelado.
    Al levantarse para ir al baño escuchó los gemidos de placer que provenían de la habitación. Se excitó al imaginar a su hermano haciéndole a ella lo que fuera que le estuviera haciendo a la que emitía esos suspiros.
    Le había dicho a su hermano que no le revelaría a su madre lo que él hacía. Sin ponerle condiciones. Porque, a pesar de que era incorrecto por el parentesco y era una tontería porque él era un mujeriego, su cuerpo lo deseaba y su corazón sentía un inmenso amor.
    No podía interesarse en nadie más. Solo pensaba en él.
    Si bien en el colegio había besado a varios chicos realmente no había sido porque sentía algún interés en ellos. Solo practicaba. Entrenaba sus labios para el soñado día en que a pesar de que estuviera mal su hermano le permitiera darle un beso.
    Salió de sus pensamientos y bebió un poco de su taza.
    -No te preocupes, mamá. Cuidaré la casa. Lo digo porque yo soy la que manda cuando tu no estás. No ese idiota.
    -Enana mentirosa.
    Priscila dejó su lugar y se acercó a su hermano. Hizo un ademán como dando a entender que le daría una bofetada.
    -¡No te refieras a mi de esa forma tan irrespetuosa, jovencito!
    -Vuelve a tu lugar y termina de desayunar-le ordenó Miranda a su hija.
    La chica obedeció.
    -Cuando mamá no esté te voy a dar una paliza.
    -Solo inténtalo.
    El joven suspiró.
    -Qué presión. Ser el único hombre de la casa con diecisiete años. ¿Por qué tuviste que tener tan mala suerte conduciendo tu auto ese día, papá?




    Se quedó despierta hasta muy tarde, pero no viendo televisión, navegando por internet o leyendo algún libro. Solo estaba en su cama pensando que en esa habitación que estaba cerca su hermano estaba teniendo relaciones sexuales con la chica de turno. Quería hacer algo, pero no terminaba de convencerse a sí misma y de reunir el valor suficiente.
    Finalmente se levantó de la cama y salió de su habitación. Avanzó lentamente procurando no hacer ruido hasta que estuvo frente a la puerta de aquella habitación.
    -Ni se van a dar cuenta-se dijo a sí misma-. Puedes hacerlo.
    Puso su mano sobre el picaporte y lo giró lentamente. Abrió la puerta, pero no para entrar. Solo un poco para poder espiar el interior de la habitación.
    Se asomó y los vio.
    La chica estaba recostada con las piernas abiertas. Apartaba los labios de su sexo con sus dedos.
    Fabián no dudó. Se le acercó y la penetró. La escuchó dando un fuerte gemido. Se movió rápidamente hacia delante y hacia atrás.
    -¡Ah! ¡Ah! ¡Seguí! ¡Más rápido! ¡Ah!
    Priscila al ver aquella escena se excitó como nunca. Deseaba tanto ser ella la chica a la que su hermano penetraba con tanto deseo. Llevó su mano hasta su sexo pasando por debajo del pantalón de fina tela que usaba para dormir y sus bragas. Estaba tan húmeda. Se masturbó masajeándose lentamente con sus dedos. Iba de arriba hacia abajo. Su cuerpo se estremecía de placer cuando rozaba su clítoris. Hacía lo posible por contener sus gemidos.
    La chica gimió y gritó de placer. Cuando sintió el miembro de ese joven entrando y saliendo tan rápido.
    -¡Otra vez! ¡Todo dentro de mi ¡Lo quiero!
    Priscila no pude mantenerse en pie sintiendo tanto placer. Se arrodilló y siguió masturbándose. Llevó su otra mano hacia su sexo. Penetró su vagina con un dedo y con los dedos de su otra mano tocaba su clítoris. Ya no podía controlarse tanto. Por momentos dejaba escapar de sus labios unos débiles gemidos.
    Fabián siguió cogiendo con fuerza a esa chica hasta que finalmente acabó. Derramó su semen dentro de ella, quien acabó dando un grito de placer.
    Priscila acabó. Se mordió los labios. Sus fluidos mancharon sus manos, las cuales limpió lamiéndolas. Le agradaba el sabor de su propia esencia. Se quedó ahí arrodillada por unos momentos respirando agitadamente.
    -Necesito ir al baño. Ya vuelvo.
    Fue lo que escuchó decir a su hermano antes de levantarse y correr desesperadamente a su habitación. Se acostó en su cama y se cubrió completamente con sus sábanas. Sentía un terrible ardor en sus mejillas. Se había sonrojado.
    Cerró sus ojos e intentó dormir, pero no pudo. Habían quedado grabadas en su cabeza aquellas imágenes. Al pensar en eso se excitaba.
    Se masturbó para poder dormir tranquila. Y no le bastó solo con hacerlo una vez.




    Miranda nuevamente tenía guardia por la noche en el hospital.
    Pero como era domingo y al día siguiente había clases Fabián solo pensaba en dormir para recuperar energías. Razón por la cual por la se iba a dormir después de las once de la noche.
    Priscila estaba de pie frente a la puerta de su habitación de su hermano. Respiró profundamente. Tenía que hacer bien su papel. Se había decidido a hacer algo para tener aunque sea un poco de lo que tanto deseaba tener. Aunque no le bastara para estar satisfecha.
    Golpeó la puerta de la habitación.
    -Adelante hermanita.
    Pasó y vio a su hermano sentado en su cama con un libro entre manos. Supo que ya pensaba dormirse. Hizo lo posible para concentrarse. No quería sonrojarse por ver su cuerpo
    El joven solo tenía puesto un pantalón. Estaba sin camiseta. Dejó su libro sobre una mesa de luz que estaba junto a su cama.
    -Acércate. ¿Puedo ayudarte en algo?
    La chica se sentó al borde de la cama y lo miró.
    -Sí. Te va a sorprender lo que te voy a pedir, pero creo no poder recurrir a nadie más.
    -¿Con qué necesitas ayuda?
    -Sí. Yo nunca he besado a nadie. ¿Podrías enseñarme a besar? Quiero saber hacerlo bien.
    ¿Podría funcionar esa mentira?
    Fabián suspiró.
    -Vuelve a tu habitación. Eres muy pequeña y eres muy linda, hermanita. Vas a tener oportunidad de besar a alguien pronto. Deja de fastidiarme. Además no estoy tan mal de la cabeza como para besar a mi hermana menor.
    -Al menos dame un beso. Si no quieres enseñarme está bien, pero al menos quiero saber como se siente.
    -No lo haré. Te quiero fuera de mi habitación. ¡Ahora!
    -¡Por favor!
    -No.
    -¡Por favor, hermanito!
    -¡Ya dije que no!
    -¡Por favor, precioso!
    -No. Aunque me halagues no vas a conseguir ablandarme.
    Así siguieron por varios minutos.
    La suplica de ella y la negativa de él.
    Hasta que el joven dio un fuerte grito.
    -¡Ahhhh! ¡Suficiente! Los dos tenemos clases mañana. Vuelve a tu habitación. Tengo que dormir.
    -¡No hasta que me des al menos un beso!
    Suspiró una vez más ya resignado.
    -Está bien. Voy a enseñarte. Pero hoy solo te daré uno o dos besos. Nada más. Podemos seguir otro día. Tenemos que dormir.
    -¿En serio?
    Priscila se contuvo para no demostrar la inmensa alegría que sentía al saber que su hermano la besaría.
    -Pero con una condición. Tienes que prometerme que no vas a hablar de esto con nadie. ¡Nadie! Mamá no tiene que saber de esto obviamente. No se lo digas a Erica ni a tus otras amigas. Tampoco a las personas con las que no hablas mucho en el colegio. Ni siquiera a cualquier extraño que se te cruce por la calle. ¿Entendido?
    -Entiendo que no tenga que saberlo mamá, pero el resto...
    -Si hay algo que he aprendido en el poco tiempo que he vivido es que todo de una forma u otra llega a saberse. Si mamá se llega a enterar me va a matar.
    -Está bien. No se lo diré a nadie. Tranquilo.
    -¿Lo prometes?
    -Te lo prometo, hermanito. No se lo diré a nadie.
    -Bien. Porque si mamá se entera voy a morir y vas a ser la única culpable. No creo que puedas vivir tranquila cargando con esa culpa. Ahora acércate.
    Priscila se le acercó y cerró sus ojos. Sabía que debía dejarlo tomar la iniciativa. Sino no creería que se sentía insegura respecto a la idea de besar a alguien. Se sonrojó cuando sintió los labios de su hermano sobre los suyos. Abrió su boca lentamente, permitiendo que sus lenguas entraran en contacto. Debía contenerse. Fingir una total inexperiencia.
    Entonces sucedió algo que la sorprendió. Su hermano la besó apasionadamente. Con deseo. Como si besara a una chica cualquiera y no a su hermana menor. Cuando se separaron vio que el también se había sonrojado.
    Se había negado, pero parecía que lo deseaba tanto como ella.
    -¿Qué te pareció? ¿Estuve muy mal?
    -Sigamos. Luego te diré.
    La besó una vez más. De la misma forma. Con tanto deseo. Como deseando algo más que solo besarla. Crecía en él un deseo prohibido. El hecho de que fuera prohibido lo hacía más excitante.
    A la chica le costaba fingir inexperiencia. Deseaba tanto corresponderlo como ella había aprendido a hacerlo.
    Se separaron.
    -Bueno. Ahora supongo que ya tengo que irme a la cama.
    -Uno más.
    -¿No dijiste que solo uno o dos?
    -Puedo permitirte uno más. Eres mi consentida hermana menor.
    Fabián la besó. Hizo que se recostara sobre la cama.
    Priscila correspondió su beso. Ya no pudo contenerse más. Acarició a su hermano. Le agradó tanto sentir su piel.
    -Mentirosa-le dijo el joven al terminar ese beso-. Tu sabes besar.
    La deseaba tanto. No solo porque se dejaba llevar por el momento. Varias veces en el pasado se había quedado admirado por ella. Su hermana tenía un cuerpo al que aún le faltaba mucho por crecer, pero con poco más de trece años demostraba que iba camino a convertirse en una mujer muy atractiva
    Reprimía el recuerdo de aquel día en que se había masturbado luego de haberla visto en ropa interior cuando entró en la habitación de ella habiendo olvidado golpear la puerta antes.
    La deseaba tanto y al parecer ella no parecía querer negarse a lo que él quisiera hacerle, pero no podía. Una parte de él fue lo suficientemente fuerte para contenerlo.
    Se sentó en la cama.
    -Vete a tu habitación, pequeña mentirosa. Ahora mismo.
    -No. Sigamos.
    -Tu sabes besar. No es necesario.
    -Sabes a qué me refiero.
    Lo abrazó y lo miró a los ojos.
    -Hagámoslo.
    -No voy a hacer eso con mi hermana menor.
    -Tu lo deseas tanto como yo. No tiene nada de malo. Nadie sabrá de esto. Lo prometo. Quiero que me hagas lo que le haces a esas chicas.
    -No puedo hacerlo. No solo porque eres mi hermana.
    Fabián acarició su rostro.
    -Al menos la primera vez tienes que hacerlo con alguien que ames y que te corresponda o con alguien con quien quieras hacerlo porque aunque no haya amor ves algo bueno en esa persona. Lamentablemente no lo hice de esa manera. Las únicas mujeres a las que he amado de verdad en toda mi vida son mamá y tu. No eran una buena opción y por eso tuve mi primera vez con la primera chica con la que tuve oportunidad. No quiero que cometas el mismo error. Seguro te preguntarás sobre esas chicas que vienen a casa. No he engañado a ninguna de ellas. Todas saben que solo es por una noche. Espero encontrar a una chica que ame y que me corresponda. Espero que no pienses mal sobre mí.
    -Entonces no hay problema. Porque te amo, hermanito. Tu sientes lo mismo por mi. Hazme tuya.
    -Te amo, hermanita.
    La chica se quitó la camisa de tela fina que formaba parte de la ropa con la que dormía para dejar al descubierto la parte superior de su cuerpo y se recostó. Decidida a entregarse por completo.
    Fabián la beso. Probó sus labios y sintió la calidez de su boca una vez más. La acarició. Tocó sus hombros, su cuello y sus piernas con suavidad. Evitaba ser tan brusco como acostumbraba. Tenía que ser amable con su hermana menor. Tratarla con cariño. La escuchaba suspirando y dando suaves gemidos.
    -Te amo, hermanito. Sigue. Ah. Quiero más.
    Siguió adelante acariciando sus pechos. Sintió sus pezones duros, los cuales acarició con su lengua. Quería probar todo el cuerpo virgen de esa chica.
    -¡Ah! Así. Chupalos. Me gusta.
    Priscila sentía el calor y la humedad en su entrepierna. Lo acarició. Le gustaba tanto ese cuerpo formado por el ejercicio. Se animó a llevar una mano a su entrepierna. Le acarició el miembro sobre la ropa haciéndolo gemir.
    Él la correspondió acariciando su sexo por sobre sus bragas.
    Se masturbaron uno a otro mientras se miraban fijamente.
    Fabián le quitó el pantalón. Y luego puso sus manos sobre sus bragas.
    Priscila suspiró. Ya faltaba tan poco. Lo deseaba tanto. Sentir la tela de sus bragas deslizándose por sus piernas la excitó mucho. Luego se incorporó y lo vio quitándose las prendas que le quedaban. Tomó el miembro de su hermano con una mano y lo masturbó. Se relamió.
    -¡Ah! ¡Pris! Si haces eso voy a... Aún no hemos terminado.
    -Este pene tan grande va a estar dentro de mi. Estoy ansiosa.
    El joven se sorprendió cuando su hermana lamió su miembro para luego meterselo en la boca.
    La chica dejó de darle placer con su boca para recostarse. Abrió sus piernas para mostrarle bien su sexo cálido y ansioso.
    -Penétrame. Lo quiero ya, hermanito. Cogeme.
    Se le acercó y posó su glande sobre la entrada de su vagina.
    -Te dolerá un poco.
    -No importa. Hazlo.
    Se excitó tanto al verla así. Tan deseosa de sentirlo. La penetró lentamente. Tuvo que empujar con fuerza para romper su himen. Así pudo meter su miembro por completo en su interior.
    Gimió. De placer y dolor a la vez. El dolor la incomodaba, pero el deseo de llegar a la cumbre del placer le rogaba seguir adelante.
    -¿Estás bien, hermanita?
    Ella afirmó moviendo la cabeza.
    -Sí. Sigue. No te preocupes.
    Ambos se dejaron llevar.
    Priscila sintió tanto placer por primera vez. Pasaba el tiempo y le pedía que la cogiera más rápido. Deseaba tanto sentirlo. Sentirlo acabar en su interior.
    Él la cogía con deseo y no porque ella se lo pedía. Estaba muy excitado. Deseaba tanto acabar junto con ella.
    Los excitaba tanto saber que hacían algo prohibido. Dos personas con la misma sangre entregandose a sus deseos lujuriosos.
    -Te deseo, hermanita-le dijo Fabián entre gemidos-. Estás tan caliente.
    -Derrámalo dentro de mi.
    El joven acabó dentro de su hermana menor. Derramó todo su semen en ese sexo ya desvirgado.
    Priscila gritó de placer. Sintió la calidez de la esencia de su hermano mayor.
    Se recostaron uno junto a otro respirando agitadamente.
    Fabián la rodeó con sus brazos.
    -Quiero más, hermanito.
    -Mejor otro día. Mañana tenemos clases.
    Cerraron sus ojos y se durmieron poco después.




    Fabián vio algo sorprendido la hora en el reloj que estaba sobre la mesa de luz que estaba junto a su cama.
    -Se nos hizo algo tarde. Todo porque... Bueno. Porque lo hice contigo y me olvidé de poner la alarma. Por suerte aún no es muy tarde. Tenemos que bañarnos, desayunar y prepararnos para salir. Ve al baño rápido. Voy a llevar tu pijama a tu cuarto.
    Fue corriendo al baño. Se metió en la ducha y cerró la cortina
    Sintió el agua caliente corriendo por su cuerpo.
    Poco después de que llegó escuchó la cortina del baño corriéndose. Al darse vuelta vio a su hermano mirándola con una sonrisa pervertida en su rostro. Una sonrisa que ella correspondió. Aunque sonrojándose un poco por la forma en que la miraba.
    -Estuve pensando que podríamos ahorrar tiempo bañándonos juntos. ¿Te parece bien?
    -Por supuesto, hermanito.
    Se bañaron juntos. Se miraban el uno al otro y sentían deseos de hacerlo una vez más. Recorrían sus cuerpos. Se enjabonaban y se acariciaban disimuladamente.
    Era más evidente la lujuria en Fabián, quien tenía su miembro erecto.
    Sabían que lo deseaban, pero parecía que ninguno quería ser el que tomara la iniciativa.
    El joven no soportó más e hizo que su hermana mayor apoyara su espalda contra la fría pared.
    -¡Hermanito! Está fría.
    -Yo te voy a calentar.
    La penetró. La cogió rápidamente.
    Priscila gimió. Gritó de placer. Cumplía una de sus fantasías. Tantas veces se había masturbado imaginando que lo hacía con su hermano en la ducha.
    Fabián la cogió hasta que acabó dentro de ella..
    Ella lo abrazó. Aun sintiendo ese miembro invadiendo su sexo.
    -Quiero pedirte algo, hermanito. Ya no traigas a una chica para que haga esto contigo. Cuando mamá tenga guardia por la noche los sábados hazlo conmigo. Solo conmigo. Y si fuera posible quisiera que lo hicieras solo conmigo. Hasta que encuentres a una mujer que te ame. Te amo.
    El joven la besó.
    -Está bien. Solo contigo, amor. Mi hermanita.




    Miranda llegó justo para ver a sus hijos saliendo de la casa. Salió de su auto y se les acercó.
    -Buenos días. Al menos llegué para despedirlos. Pórtense bien. Recuerda. Acompáñala hasta la entrada-le dijo al mayor de sus hijos.
    Fabián abrazó a su hermana menor.
    -Descuida. Sabes que siempre cuido muy bien de mi querida hermanita..
    Priscila sonrió y correspondió su abrazo.
    -Adiós mamá-dijeron al unísono antes de irse.
    Miranda los miró alejándose con el ceño fruncido.
    -Qué raro que se quieran tanto. ¿Planearan hacer algo malo? ¿Se habrán mandado alguna?
    Sonrió.
    -Bueno. Tal vez soy muy mal pensada. Si se quieren mucho me quedo más tranquila.

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